miércoles, 29 de marzo de 2006

Crash

Parece que están de moda las películas de vidas cruzadas al estilo de las que tanta fama dieran a Robert Almant. Así se me aviene a las mientes, entre otras, 21 gramos, Traffic o Las horas, películas en las que la complejidad de la vida moderna y las cada vez más difusas relaciones humanas son reflejada mediante la fragmentalidad de la narración. En este sentido, Crash supone toda una declaración de intenciones ya desde el mismísimo título, que remite a esas pequeñas colisiones diarias, mínimas e insignificante, que sin embargo van dando forma y contenido a nuestras vidas; jirones que ponen a prueba nuestra identidad y con los que acabamos construyendo el mundo, poniendo de manifiesto ese poder que todos tenemos, la capacidad de influir decisivamente a través de nuestras actitudes, pequeñas valentías o traiciones, en la vida de los demás, lo cual carga de responsabilidades a todas nuestras decisiones, que jamás podrán ser completamente inocentes.

Pero además Crash tiene el acierto de retratar la condición humana en su inabarcable diversidad, renunciando a mostrarnos héroes o villanos de una pieza y creando toda una galería de personajes complejos capaces de las más deleznables bajezas y de las más admirables proezas, dignos de la condenación y la redención al mismo tiempo . De esta manera, el film nos proporciona más de un momento de gran belleza, aunque también se cuela alguno que otro más bien poco creíble. Pero tampoco importa demasiado: Crash funciona bien como análisis de las fuentes de las que surgen los prejuicios y la intolerancia, de ese pánico mutuo entre desconocidos que nos lleva, puestos a la defensiva, a tratar a de quien nada sabemos como si ya supiéramos lo esencial de su ser. Porque aunque Crash usa como leitmotiv la denuncia del racismo, creo que esta lectura sería excesivamente simple y hay que ir un poco más allá y entenderla como un alegato que apuesta por una sociedad más humana y no tan individualista, no tan aislada en su condición de partículas que se pretenden independiente y que sin embargo están condenadas a tratar de entenderse.

¿Y el resto qué...?

sábado, 25 de marzo de 2006

Echando de comer a los perros

¡¡Uf, vaya obra esta Aullidos!! Vaya por buena, vaya por intensa, vaya por divertida. Y es que nos encontramos ante un dramón de mucho cuidado con un repertorio de truculencias de lo más variado: alucinaciones, zoofilia, muertos que son utilizados para alimentar perros y vivos también. Pero que nadie se asuste, porque si por algo revuelve las tripas Aullidos, - y las del alma además- no es por esto sino por la desoladora recreación que de la soledad de una anciana viuda y sin hijos hace.
Un ser humano completamente desbaratado tras la muerte de su marido, anclado en un pasado que rumia una y otra vez como si tratará de encontrar las verdaderas razones de su desgracia, de esa fatal ausencia de contenido alguno que pueda justificar su existencia. Vacio que la protagonista tratará de llenar de cualquier manera y a cualquier precio: ofreciendo su amor a un yonki, entregandose –en el sentido más literal- a sus perros o abandonandose a la locura y al delírio etílico. Especialmente inquietantes son esos aullidos constantes que dan título a la obra y que penetran la conciencia del espectador durante la misma, adentrandolo de lleno en la malsania que destila la ambientación.

Sin embargo en la obra también hay lugar para la sonrisa, auque sea amarga y triste, de la mano de la descarnada ironia con la que trata de defenderse la anciana y que provoca algún que otro diálogo rebosante de ingenio y mala leche.

Pues nada, que me lo pasé pipa (de las Grefusas con sal) en el teatro.

¿Y el resto qué...?

viernes, 24 de marzo de 2006

Teatro

Entre las pocas cosas que me quedán por reseñar en este blog -corridas de toros y toreros, partidos de futbol o de ajedrez aparte- se encuentra el teatro. Lo cierto es que hasta ahora y desde que cree el blog no he tenido ocasión de asistir a ninguna representación -desventajas de no vivir en la gran ciudad. Pues bien, ahora mismo, mientras esto escribo -seguramente con más intencion de perder el tiempo que cualquier otra cosa- tengo ya mi entrada en el bolsillo para asistir a "Aullidos", la obra del autor extremeño Juán Copete y representada por TAPTC? Teatro. Ya contaré por aquí mis impresiones. De momento copio-pego el pequeño comentario que apareció en el Hoy Digital:

"Aullidos es un «arrebatador» poema dramático que aporta una «espeluznante» visión sobre cómo el ser humano puede llegar a enfrentarse a uno de sus miedos primigenios, la soledad, a través de su propia destrucción".

Me voy, que empieza en media hora.
¿Y el resto qué...?

Syriana o "somos hombres de negocio"

No hagaís demasiado caso de mis impresiones, lo cierto es que la película la he visto en una copia en version original con unos subtitulos infumables. Cosas del e-mule. El caso es que la trama, estructurada mediante el segumiento simultaneo de varios personajes, es ya de por sí lo suficientemente complicada como para tener que seguirla además sin entender la mayoría de los dialogos. Sin embargo el mensaje es tan claro y contundente, que aún en estas condiciones de visionado sigue llegando.

Syriana pone de manifiesto un hecho que cada vez se hace más difícil negar y que nos llena – al menos a mi lo hace- de inquietud y preocupación: la constatación de lo lejos que anda este mundo globalizado nuestro, que se pretendía el fin de la historia –Fukuyama dixit- de tener asimilado, ni mínimamente, los valores fundamentales de la cultura democrática; de cuan lejos están aún los centro de toma de decisión de ser representativos de la voluntad popular. Lo cierto es que tampoco es algo que nos coja de sorpresa, pero no deja de ser triste comprobar hasta que punto estamos todos, de alguna u otra forma, en manos de esas autenticas organizaciones criminales que son las multinacionales. Porque otro nombre no se les puede dar a grupos de personas y recursos que se organizan con el fin de obtener beneficios violando sistematicamente la ley y que se muestran completamente al margen de cualquier tipo de consideración moral. Recordemos aquella estupenda escena de El padrino de Coppola, cuando las familias se reunen para acordar la paz y concluyen que, al fin y al cabo, ellos no son más que hombres de negocio. Pues eso...

Y si mafia es el verdadero nombre de las multinacionales, criminal de guerra debe ser el del gobierno de los Estados Unidos, autonombrado valedor de la libertad y la justicia en el mundo, y fiel sirviente, en la práctica, de la mano que le da de comer. En este sentido me resulta curioso leer reseñas que apuntan a la posible exageración que el film -izquierdista, según el programa de cine de Popular tv, Pantalla grande- pueda realizar sobre la verdad de la situación; yo por mi parte estoy convencido de que si en algo es imprecisa la radiografía que la película le saca al mundo, será seguramente más por quedarse corta que por pasarse. Sirva como resumen de la tesis defendida por el film, y avalada por mi intuición, lo que uno de los personajes le dice –le grita prácticamente- a otro: “la corrupción es lo que hace que el sistema funcione, es por la que no estamos también en el desierto pastoreando ovejas; es gracias a ella que nosotros siempre ganamos”.

Y los demás perdemos.

¿Y el resto qué...?

miércoles, 22 de marzo de 2006

Cautela y prudencia

Para hoy tenía pensado escribir y colgar la reseña de El declive del imperio americano, la estupenda película de Denys Arcand. Pero la actualidad se impone y aunque este no es un blog especialmente interesado por lo que sucede más alla de los límites que marca la ficción, lo cierto es que la noticia del "alto el fuego permanente" de la banda terrorista y criminal E.T.A. sí que merece una excepción.

Para empezar diré que soy un convencido de que la única forma de terminar definitivamente -por triste que esto sea- con el fenomeno del terrorismo pasa, inevitableme, por el diálogo, por escuchar sus reivindicaciones, por sentarse juntos en una mesa y buscar entre todos una salida. Descreo de la acción policial como única formula para darle fin a tan execrable fenomeno. Sin embargo, a pesar de lo positivo, por necesario, de este paso, creo que hay que ser extremadamente cautelosos a la hora de valorarlo, pues no podemos, bajo ningún concepto, olvidar jamás la clase de organización que tenemos enfrente: asesinos, extorsionadores, secuestradores...

Cautela, ya digo, toda y un poco más. Cautela, pero también unidad. Creo que ahora, más que nunca, el PP debería dejar de lado, al menos en este tema, su desesperado acoso al gobierno de Zapatero y unirse -con las más que lógicas reservas- en un frente común fuerte con el que encarar la posibilidad de que surja en España un nuevo escenario con respecto al problema del terrorismo. Hay demasiadas cosas en juego como para no tomarselas con lás más absoluta y rigurosa seriedad. Esto no puede entrar en el mismo tipo de estrategia que la de armar guirigays en el congreso.

En fin, esperemos que por una vez nuestra clase pólitica -toda ella- sepa estar a la altura de las circunstancia. De todas formas, las palabras claves siguen siendo cautela y prudencia.
¿Y el resto qué...?