viernes, 1 de septiembre de 2006

Billie Holiday

Supongo que cuando uno se decide a leer una reseña –no las mías, por supuesto, que ya he demostrado con generosidad mi incapacidad para ello- lo hace con la esperanza de encontrar alguna clave importante que le permita acceder a un entendimiento más profundo y verdadero de la obra reseñada. Pues bien, sí así es, vaya por delante la que yo considero como fundamental para entender lo que es esta Billie Holiday: Muñoz y Sampayo. Dos nombres y un equipo creativo que es sinónimo de calidad y humanidad y que nos ofrecen, una vez más, toda una lección magistral de lo que puede llegar a ser un cómic -ese vehículo expresivo que muchos quieren reducir a la categoría de simple entretenimiento para niños, adolescentes y adultos sin madurar- cuando se hace desde la inteligencia, la sensibilidad, la sinceridad y el buen gusto.

Billie Holiday es, obviamente, una biografía de la cantante norteamericana (ya, ya, ando fino últimamente); es además, como suele gustarle al tandem argentino, una denuncia de las contradicciones internas que asolaron y asolan al país de las libertades –según se autoproclaman ellos mismos, claro-, un país roto por las injusticias donde no todos los individuos tienen garantizados esos mismos derechos que su propia constitución les reconoce. No obtante, a mí me gusta más leer esta obra como una hermosa reflexión sobre la relación entre el artista –el ser humano- y su obra. Así Muñoz y Sampayo evitan hacernos el verso y pintarnos un retrato idealizado de la cantante; muy por el contrario nos la muestran tal cual fue: alcóholica, drogadicta, e incapaz de revelarse frente a los hombres más miserables que encontró a lo largo de su vida y a los que sin embargo amó ruinosamente. Una mujer a la que es imposible admirar antes de oírla cantar, tanto como no hacerlo una vez que se le escucha. Porque cuando Billie Holiday canta un poderoso torbellino barre y se lleva con él todas las miserias de este Ser en el mundo y en el tiempo para dejar sólo la esencia y la grandeza de lo que podría haber sido; acaso de lo que fue de una forma más profunda y verdadera. Porque sólo a través de la canción, sólo a través de su arte, esta mujer pudo encontrar una vía de escape y otra forma de manifestarse más allá de las estrecheces que las circunstancias azarosas y desgraciadas de su vida y su tiempo le impusieron. Tal vez, por esto mismo, haya más Billie Holiday en sus canciones que en todas las anécdotas de su vida. Y tal vez sea por ellas precisamente, y sólo por ellas, por lo que deberíamos recordarla.

Para mostrarnos este abismo entre el ser humano y el artista, Muñoz y Sampayo nos contraponen a los hechos de su vida, rememorados a través de la investigación de un periodista al que han encargado escribir un artículo por motivo del aniversario de su muerte, y que generalmente son de gran dureza y crueldad, los recuerdos dulces y agradecidos que de ella tiene el personaje insignia de estos autores, Alack Sinner, compuestos por pequeños cruces y grandes descubrimientos que sin duda hicieron más hermosa su vida – la de Sinner- y que engrandecieron también, aunque fuera sin saberlo y en la ficción, la de la cantante.

En cuanto al apartado gráfico, supongo que no es necesario, cuando a los lápices está José Muñoz, notar nada sobre el mismo. No será necesario, pero yo voy a decir algo que me tiene un poco mosqueado: es indudable lo maravilloso de su dominio del claroscuro y la mancha, pero... ¿tiene que usar siempre los mismos recursos, sea cual sea la historia que cuente? ¿No tiene este hombre más registros?
En fin, bueno está, hay cosas peores en la vida.


Puntuación: 9


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