lunes, 29 de enero de 2007

Zeke cuenta historias, de Cosey

Ya sé, ya sé, el título del volumen publicado por Planeta es Saigón-Hanoi, pero es que esa coletilla, ese añadido de seguido de Zeke cuenta historias, que parece no otra cosa que un pegote para hacer bulto, esconde una narración verdaderamente soberbia que empequeñece la historia titular hasta dejarla reducida a la categoría de mera anécdota. Aunque, dicho sea por amor a la verdad, tampoco podía ser de otra manera: si contamos páginas nos salen apenas 43 de la primera frente a las 82 de la segunda. Y no es que pretenda enjuiciarlas al peso, pero ciertamente la distancia entre ambas es lo suficientemente amplia –casi el doble- como para que las posibilidades narrativas de una y otra deban ser por fuerza muy diferentes. Así que, al contrario de lo que han hecho la mayoría de las reseñas que he leído, yo me voy a centrar en Zeke cuenta historias.

Y para ello empezaré dando rienda suelta a mi afán comparativo y aun a riesgo de que me apedreéis diré que la estructura narrativa me ha hecho recordar al Apocalypse Now de Francis Ford Coppola: una búsqueda por exóticos escenarios asiáticos de un personaje del que vamos conociendo su biografía de forma indirecta a través de conversaciones, anécdotas e incluso de su propia voz; un personaje que fascina y seduce no solamente por la manera en que nos es presentado sino también por sus propias características y circunstancias: ese enigmatico Zeke resulta ser todo un pope de la cultura hippie; cantautor y escritor de éxito; amante de la mujer más hermosa de la tierra con la que todos los hombres del continente –norteamericano- soñaron acostarse y por la que se pelearon Jimmi Hendrix y Timothy Leary; una celebridad que hizo surf con los Beach Boys, fumó con Bob Dylan, bebió con las Supreme y los Bee Gees; se codeó con Bukoswki, Kerouac, Crumb o Harold Pinter y que tras desaparecer del mapa durante veinte años se gana la vida en Rangún (Birmania) contando historias. Una biografía fabulosa que dispara las expectativas del lector y que plantea todo un reto para el autor, obligado a conseguir que su personaje, una vez encontrado, esté a la altura de lo imaginado. Y vaya si lo consigue Cosey.

Así nuestro primer contacto visual con Zeke se producirá precisamente durante una de estas sesiones como contador de historias en la que, como si de un Tusitala con diapositivas se tratara, ensayará, apoyandose en las imágenes fijas y en el poder de la palabra, una excéntrica explicación de sus últimos veinte años de vida, los mismos que lleva desaparecido. Un relato que se disfraza de mero entretenimiento para nativos, pero que sin embargo esconde las claves que explican los miedos y anhelos del personaje: su fascinación por las mujeres, la necesidad constante de cambio, la huída a otro mundo, el miedo a la muerte en vida que podría haberle supuesto la aceptación de la paternidad… Y es que Zeke cuenta historias es la narración de un reencuentro con el pasado y los temores más profundos; de la aceptación, en definitiva, de los errores cometidos y de la propia identidad. Pero por encima de cualquier otra consideración el tebeo es un sorprendente y arriesgado experimento narrativo en el que Cosey se sirve de viñetas repetidas y completamente estáticas (vamos, como el Bendis, pero bien hecho) que pese a sus limitaciones poseén la capacidad de cargarse de significados diferentes en función de la historia que se cuente y que de alguna manera acercan al noveno arte a la tradición oral, demostrando así que la fuerza narrativa de las viñetas no reside ni el tamaño –me acuerdo ahora de esas dobles splash pages tan típicas del Miller de Sin City- ni en la espectacularidad del dibujo, sino en el orden y la armonía que guardan con respecto al relato y entre sí. Un recurso que Moore ya uso en Watchmen –ya está, ya tuvo que salir Moore-, aunque de una forma distinta, con otro sentido.

En fin, me reitero en lo dicho, una historia sensacional que justificaría por si sola la adquisición del tomo completo. Lo que no quita que Saigón-Hanoi también se pueda leer.

Puntuación: 9 (y no le doy el 10 por timidez)

6 comentarios:

  1. Ahora me lo tendré que comprar :-) Ya tengo Saigón-Hanoi y me estaba haciendo de rogar, pero ahora no hay más remedio XD

    ¿La foto esa es de Jonathan o de Cosey? ;-)

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  2. Bueno, antes de que te gastes el dinero te recomiendo que leas más reseñas. A mi me ha parecido estupendo -de lo mejor que he leído en mucho tiempo- pero te advierto que por lo que he visto por ahí, soy el único. A Alvaro, por ejemplo, no parece entusiasmarle demasiado y dice algo así como que le aburre tanta diapositiva. En fin, te aviso para no tener que cargar con ello en mi conciencia. Eso sí, si sueles coincidir con mis criterios, adelante sin pensarlo.

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  3. Como no ensalzas a MW y a "constellation" le clavas un notable sin importarte lo corta que es, te haré caso. Con "es un pájaro" no coincido, pero es que tengo a los 2 autores atragantadísimos

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  4. Los dobles splash, la espectacularidad del dibujo, son recursos para dar fuerza narrativa, por supuesto no son los únicos recursos que existen y cada uno se utiliza para historias diferentes, e incluso se pueden englobar todas dentro de la misma.
    En el cómic de acción, como por ejemplo Sin City, Avengers, Xmen, JLA, etc. (son simples ejemplos) se usan mucho más esas dobles páginas, dibujos espectaculares... porque es lo que los comicadictos demandan (en ese tipo de comic), será diferente por ejemplo en otros como "Estafados" de Alex Robinson, "Zeke cduenta historias", y otros muchísimos más...

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  5. Si, es cierto, Bocachankla, la Splash y el dibujo espectacular son recursos narrativos como otro cualquiera. Pero como tal, tienen que adecuarse, más que a lo que demandan los lectores, a lo que demanda la pripia historia. Seguramente, como apuntas, en una historia de superheroes o de acción como puede ser Sin City es más fácil acomodarlos, pero mi impresión -subjetiva, por supuesto- es que en el caso de Miller con la Splash o en el caso de los superheroes con los dibujos espectaculares, su profusión es excesiva y no lo exige las necesidades narrativas. Lo cual, al final lo único que hace es entorpecerla.

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  6. acabo de leer Zeke, cuenta historias... me ha dejado temblando, increible

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