Ya puse en otra entrada de esta nostalgica sección la cabezera de este programa que marcó de forma indeleble mi infancia y que sin embargo, cual vulgar "No te lo pierdas", nadie parece recordar. Y como sea que aquella cabezera ya fue eliminada del tubo, dejo esta otra nada menos que del primer prógrama. Además acompañada de un fragmento del mismo. Isabel Gemio, impagable, casi a la altura de Mi Inteligente Muñeco.
Me pregunto a qué viene eso de "cual vulgar No te lo pierdas", primero porque era algo así como el Cajón Desastre de Miriam Díaz Aroca, también los sábados por la mañana, y que duró sus añitos, con lo que no sería tan malo. Segundo, porque como no sólo la temporalidad de las emisiones determina su calidad, podría pensar que no lo has visto y por eso lo criticas, pero resulta que no es así, que lo viste y te gustó (o fingiste muy bien)Tercero, pero como ni aún gustándote significa que sea o no más o menos vulgar,a mi favor arguyo: se trataba de un programa de entretenimiento, con su ritmo, sus entrevistas, su espacio para la ecología, la magia y las manualidades! y sus dibujos animados entre medias que tantas alegrías me daban. Era un programa currao, con un presentador híper enérgico (Enrique Simón) que hacía de todo para animar el ambiente; había sus músicos, su mascota (Boinas) y su público ¡incluso con momento bocadillo! En fin, me gustaba. Tampoco muero por ello pero se recuerda tan poco como el tuyo (chúpate esa,jj), con lo que te insto a que retires semejante mal adjetivo, tan mal pensado que está fuera de lugar en ti (a no ser que lo que quisieras fuera provocarme) Y como bien sabías que no iba a quedarme calladita, en ese caso termino: ¿acaso te crees que amparado en la libertad de expresión tienes derecho a desinformar y a echarme un pulso a costa de intentar ensombrecer mis recuerdos tan sólo por cuestión de gustos -un tanto cuestionables, si me pongo a sacar los dientes-? aih, digo. ;-b
ResponderEliminarAh, ah, ah, no se me sulfure usted más de lo necesario, mi joven e impulsiva amiga, que si no se le encienden los colores de la indignación y le rivalizan con los de su natural belleza (¡¡¡toma peloteo!!!). Y más cuando el asunto por el que se me reclama posee su oportuna explicación, una explicación y una oportunidad que a buen seguro satisfará las demandas de su inquietud. Dice usted sentirse indignada por el uso que mi torpe pluma hace del calificativo “vulgar” acompañado del sustantitivo “No te lo pierdas” y da, para su sustento, toda un rosario de juiciosas razones que convencería hasta al más escéptico de los contertulios. También a mi, no le quepa duda, si no fuera por un pequeño detalle que tal vez usted ha pasado por alto y que re ruego me permita cortésmente señalarle: usted habla de las acepciones 2 y 3 recogidas por la RAE para el termino “Vulgar” (2. adj. Común o general, por contraposición a especial o técnico.
ResponderEliminar3. adj. Que es impropio de personas cultas o educadas.)
Sin embargo, y esta es la diferencia, yo me refería a su primera acepción (1. adj. Perteneciente o relativo al vulgo.) Es decir, perteneciente al pueblo. Es decir, popular. Este es el sentido real y profundo de mi expresión (que por supuesto no pienso retirar): No te lo pierdas, el programa del pueblo; No te lo pierdas, el popular programa de televisión.
En fin, espero haber aclarado suficientemente sus dudas. Quedo a sus pies, postrado por una lumbalgia repentina.
Muy agradecida por su lumbalgia (digo, por sus cumplidos) Mire usted, no hace falta que le explique la diferencia entre denotación y connotación. Sin duda usted, hombre culto donde los haya, comprenderá que ni aún cuando usted dice vulgar, a cualquiera de sus vulgares lectores agradará que usted le halague con un vulgar piropo, ni le firme su vulgar libro, ni le regale una vulgar rosa... no, querido amigo, la vulgaridad no le gusta a nadie aunque todos formemos parte de ella. Pido de nuevo a su merced que tenga a bien retirar tal vocablo de su "sabio" texto, o qué carajo, se deje de jueguecitos y diga lo que tenga que decir. :D
ResponderEliminarBueno, bueno, denoto en el tono de su voz ciertas connotaciones jocosas que tal vez sirvan para di-vulgar su estado de ánimo, y como hombre culto que soy, hecho que no oculto, sé que cuando digo vulgar, digo popular. Lo que ya no sé, aunque veo que usted sí, y excúseme preguntarle el cómo y el por qué, es lo que agrada o desagrada a cada uno, y además a todos, de mis muy populares lectores: no me los han presentado y por tanto, y por tan poco, no tengo el gusto de conocerlos. Así que en eso, como en lo otro, no podré llevarle la contraria, mas por lo mismo –eso y lo otro- tampoco darle la razón: me la quedo yo.
ResponderEliminarUn beso, con razón, o sin ella.
Puesto que su interés por mí le llevan a lisonjearme y a mandarme besos antes que a aceptar un ligero cambio en su expresión (tan poca cosa como sustituir "popular" o simplemente "querido" por "vulgar") deduzco que se ve usted afectado de orgullo y otras pasiones; las cuales le dificultan que pueda de la forma acostumbrada darle cuerda a su razón. Esto me obliga a aclarar que no escribimos para un público desconocido, que algo de parecido debe guardar con nosotros cuando se detiene a leernos, sino para un público eso sí, y no siempre, invisible. Concluyo pues que para no perder la razón y tener presente la presencia del público, encarecidamente le recomiendo atender a la razón pública (matizar en lo preciso los significados con las palabras adecuadas que nuestro rico léxico permita) y a la razón del público (favoreciendo su contento intelectual y nostálgico) que para eso es la palabra una manifestación de lo invisible y yo misma también.
ResponderEliminarHay que ver...
Un beso con razón y otro sin ella.
Pues sí, mire usted, aunque no lo parezca dentro de mi pecho late un pequeño corazón repletito de pasiones que, como cualquier hijo de vecino, aspira a llevar siempre la razón. O a lo más, si usted no se conforma con menos, al menos quedarse con lo que podríamos llamar, por entendernos, como co-razón. O sea, una razón compartida. Compartida con usted y con partida de defunción: admito que a mi pobre razón se le acabó la cuerda hace tiempo. Pues sí, anda mi razón parada, y por ello mismo, por parada, permítame usted que no me mueva ni un pelo, de esos de los que ya escasean sobre mi craneo, de mi posición. Pero que no le confunda mi inmovilismo; incluso el reloj que dejó de funcionar da la hora correctamente dos veces al día: una cuando llama “vulgar” a “No te lo pierdas” y otra cuando se niega a rectificar. Por lo demás, acaso sea cierto que mis lectores tengan algo de mi: uno mi altura, otro los ojos del mismo color, el de más acá mi mismo peso, el de más allá mi mismo pelo; mas ello no me autoriza, y posiblemente a usted tampoco, a afirmar que sé lo que les gusta: no sería extraño que a más de uno le agrade un vulgar piropo, una vulgar rosa y hasta un vulgar “No te lo pierdas” Cualquiera sabe. En todo caso, y por hablar con precisión, le recordaré aquella frase tan esclarecedora que nos lego el sabio: la salud es un estado transitorio que no augura nada bueno. Y esto tanto vale para la salud física como para la mental: suéltese usted de su tan apreciada razón, atrévase a perderla y disfrute por los vericuetos de la intuición. No se arrepentirá.
ResponderEliminarUn horno gratinado.
"SABER POPULAR"
ResponderEliminarBueno, bueno, bueno. Ya estamos de vuelta. Visto con perspectiva, parece que sentimos más amor por la retórica que por el mundo real. Podríamos estar eternamente dorándonos la pluma, sobrevolando lo que el sentido común contempla. Y yo propongo ¿y si nos dejamos caer en el augurio de la comunicación, en el don de la sociabilidad, en el "hablando se entiende la gente"? Que ya hay muchas cuevas de papel y sin papel, de palabras y sin sentido, para descargar nuestro onanismo... Ahh, qué inocente soy; me temo (¿será por intuición?) que esto es un conflicto provocado, llevándose a las últimas consecuencias (como siempre: el sacrificio de la verdad) Y porque qué más nos da la verdad cuando la velan palabras de fiesta... no es baladí que yo le recuerde (de la mano de Pessoa) que el poeta es un fingidor. Y yo no soy (ni lo quiero ser) de fingir. Ahora estamos a tiempo, porque permítame que le diga que usted no habla, recita. Pero está urdiendo su trama de palabras que textualizan orgullo, orgullo ante sí. Eso sí, deleite propio que aprovecho yo, leyente invisible, como excusa para "ensuciarme" de barro, para mirarle de los pies a la cabeza y decirle en ocasiones como ésta: "rectificar es de sabios". Por eso, cuando me habla de razón compartida, pero más partida que co-n- razón yo sonrío porque sé que las palabras dicen lo que piensan y no está usted creando al azar. Lo que está haciendo es aprovechar su "vulgar" comentario para que nos enredemos con artillería pesada, y no, eso sí que no se lo paso. No va a quedarse mi humilde pero resistente y justa propuesta en líricos tirones de pelo ni en guerras de caricias. Cuando uno quiere decir, no puede ser tan relativo, no debe, es imposible serlo e ignorar que no importa. Somos responables de la voz de nuestras manos (bocas, miradas) Estamos reververando ecos ¡que serán tarde o temprano leídos, vistos y oídos! Así pues como nos queda nuestra expresión yo repito: "No te lo pierdas" no fue un programa vulgar, "No te lo pierdas" era un programa del corazón (de los de verdad), un granito de arena a una infancia ochentera feliz, con el peso de toda una montaña para el recuerdo. Así, como queda claro que usted con no darme la razón tampoco me la quita (parafraseándole) y con no esforzarse por quitármela y dedicarse al menester de provocarme con su prosa y enzarzarnos así; entonces creo que tengo más razón que nunca, la de siempre aún vigente.
Pero como aún aspiro a que tenga más fuerza porque si para algo han de servir nuestros esfuerzos retóricos es para hacer llegar lo mejor de nosotros, diré que al que no le guste mi propuesta, ya puede rectificar. ¿Por qué? Ni más ni menos porque, retomando el saber "popular", insisto "rectificar es de sabios". Y es usted mismo quien propone tener en cuenta por encima del mío, otro programita, ¿cómo se llamaba? Creo que era: Los sabios.
P.D. Hay que ver hasta dónde llegan las artimañas del lenguaje, ¡usted hablando de intuición! Tenga cuidado con lo que dice o se le comerán las palabras. Claro, que en ese caso éstas deben de saber... saber a escritor. Y no estaría mal que para saber todos lo que es bueno, usted disfrute de su saber (a) callado, dejando como es debido este asunto en mis manos.
Créame que no le miento si confieso que celebro gozoso su regreso; un regreso que, como a usted misma no le duele en prendas reconocer, peca de “cierta invisibilidad”; mas no se apure por ello: yo se lo perdono en nombre de su elegante legibilidad; de la gracia desenvuelta de su prosa, de los simpáticos mohines de su léxico y aun del sesgo pícaro de su gramática. Y fíjese si son honradas mis palabras, si nacen de lo más hondo, y por ello de lo más sincero de mi sentir, que en un gesto de buena voluntad -o de mala conciencia- le voy a admitir lo que jamás creyó que llegara a escuchar: cuando quiere, escribe usted infinitamente mejor que el humilde emborronador de estas cuartillas. Aproveche la ocasión, deléitese en la confesión, saboree cada palabra y disfrute de su victoria; esta será la última vez que me oiga admitir tal cosa: jamás lo volveré a hacer.
ResponderEliminarPero permítame que deje de lado tanto circunloquio y que yendo al grano, le meta mano, a falta de otra cosa, a sus palabras, preciosa. Dice usted bien cuando afirma que ambos andamos enamorados de la retórica; por mi parte le confío que nunca he sabido resistirme a sus encantos. En lo que ya no puedo acompañarla, y bien que lo siento, es en la invitación a dejarnos caer, incluso a tropezarnos con disimulo, en el confortable don –que no sillón- de la sociabilidad. Desgraciadamente no quiso natura agraciarme con tal virtud, mas para compensarlo –o compensarla- puedo seguir hablando y hablando hasta que alguna gente me entienda la sanción o, cambiando la a de lugar, algún agente me extienda una sanción. Lo que antes suceda. Y ya que estamos hablando por hablar, y antes de que se haga presente la autoridad, le diré, algodoncito de puré, que me confunde usted con otro cuando me cree capaz de provocar un conflicto: a lo más que llego es a meter el dedo en el ojo, a –lo admito, lo admito- tirar de los pelos, pegar pisotones, patear espinillas o a morder rabadillas. Mas ninguna de estas actividades justifican la creación de un conflicto: siempre le quedará la opción, si lo quiere usted evitar, de poner su mejor sonrisa y aguantarse como si solo fuera la brisa. Y también le diré, patitas de ciempiés, que menos me reconoce aun cuando me acusa de sacrificar a la verdad en el altar de la conflictividad: no está la pobre verdad, en honor a si misma, para tales excesos; hace ya tiempo que yace en su tumba y que pasó a mejor vida. No se olvide, no lo quiera olvidar, que además de materialista, soy escéptico y relativista. Oh, ya se me escapó: lo siento, ya lo sabe; no puedo precisar más mis palabras; me lo impide mi condición. Pero si que puedo, ya que, como usted muy bien señala, no hay guerra sin caricias, reconocerle que efectivamente debe ser “No te lo pierdas” un programa del corazón, pues admito que la única vez que lo vi –por cierto, no fue en los 80 sino en el 08- a mí también me alcanzó su flecha en el garzón. Qué le vamos a hacer. En todo caso, no abuse usted de mi generosidad y no me pida más; nunca he sido sabio y jamás me dignaré a rectificar. Y si no, al tiempo… joder, vaya hora es ya. Me voy a cenar.
Un reposavasos de alcanfor.