martes, 2 de mayo de 2006

Ouroboro

Te acaban de regalar una cámara digital por tu cumpleaños y ya estás deseando usarla. La primera fotografía se la haces al gato, pero cuando miras la pantalla lo que esta te devuelve no es precisamente lo que esperabas encontrar: la imagen te lo muestra aplastado bajo el mueble bar. Aun no te has recuperado de la impresión cuando un pequeño movimiento sísmico tira el mueble bar aplastando al gato.

Tras varios ensayos concluyes que por un error de fábrica la cámara captura lo que sucederá dentro de –lo has cronometrado con exactitud- cinco minutos. Te pasas las siguientes horas fotografiando todo lo dable a fotografiar: tus padres, tu hermano, la vecinilla de enfrente, el cartero, el panadero… Aunque es divertido, la mayoría de las fotografías no revelan nada importante: tu padre viendo la tele en lugar de leyendo el periódico, tu hermano orinando en lugar de mirándote bobaliconamente o la vecinilla de enfrente pegándote patadas en vez de insultándote…

Ya empiezas a cansarte de la novedad cuando se te ocurre que acaso lo más interesante sería fotografiarte a ti mismo y aprovechar las ventajas derivadas de conocer tu propio futuro, aunque sea sólo con cinco minutos de antelación. Cuando te fotografías, el visor te muestra a ti mismo fotografiándote. Compruebas que la cámara no se ha estropeado, pero cuando te vuelves a fotografiar la pantalla vuelve a mostrarte a ti mismo fotografiándote. No conforme, vuelves a fotografiarte una vez más y después otra y otra más y otra…

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