Soy demasiado materialista para creer realmente en el destino; si acaso en que después de todo algo tiene que suceder y a ese suceder, después de sucedido, lo podemos nombrar así. También soy demasiado escéptico como para creer en la existencia del amor verdadero y, menos que en el amor verdadero, en su capacidad para sobreponerse a todos los obstáculos, en especial al tiempo. A lo más reconoceré la posibilidad de alcanzar algún tipo de equilibro, siempre precario, que favorezca su longevidad. Eso es todo lo lejos que puedo llegar sin violentar excesivamente mis esquemas mentales. Sin embargo no puedo dejar de admitir que algunas situaciones, determinadas conjunciones astrales, ciertas uniones vitales merecen poseer un destino ineludible y ese destino no ser otro que el triunfo del amor verdadero sobre todas las dificultades. Es casi una cuestión de justicia poética. Y en la justicia poética, válgame dios, en esa si que creo. Sólo desearía que si no he podido o sabido aportar mi granito de arena, al menos no haya resultado un obstáculo en su cumplimiento. Que así sea.
Buena suerte, amiga.
Amén ...
ResponderEliminarOye, que bien escribes, no te lo había dicho antes ?? (y te leía ya hace tiempo eh!)