martes, 11 de mayo de 2010

¿Es un caza?... ¿Es Robocop?... ¿Es Mazinger Z?... ¡¡¡Es Iron Man!!! (La película) (La primera)

Si el cine comercial norteamericano carga ya de por sí con el sambenito de ser repetitivo, poco original, bastante superfluo y no menos vacío, el de superhéroes lo hace igual pero reduplicado a la enésima potencia. Y además, con razón. Basta echar un vistazo a la ya prolongada lista de películas inspiradas en personajes Marvel y DC para cerciorarse de que a veces quien carga la fama también carda la lana. Y es que hablamos de un tipo de cine que, con sus diferentes niveles de calidad, resulta casi siempre efectista, ruidoso, más preocupado por el uso de los efectos especiales que por el desarrollo de tramas y personajes; por la acción sin descanso que por el conflicto humano, o en su caso, sobrehumano. Un cine que tiene la cualidad de cansar pronto y hacerse especialmente insoportable. En este sentido, Iron Man no es ninguna excepción.

Y sin embargo debo reconocer que he disfrutado bastante con ella. Tal vez porque aquí, ante unas características tan acusadas, la dosificación juegue un papel indispensable para su disfrute. Y yo hace mucho tiempo que no veo una película de superhéroes. Lo que no es óbice para que me pregunte si, más allá de las cincunstancias subjetivas, no contará esta película con virtudes propias que en la proporción justa puedan ser hasta gratificantes. Porque es cierto que la espesura psicológica de los personajes de Iron Man no parece a la altura de las exigencias de un Freud o de un Jung, especialmente si hablamos de los malos, que son más simples que el mecanismo de una fregona. Pero tampoco sería justo negarle a Robert Downey Jr el mérito de haber compuesto un Tony Stark carismático y lleno de vitalidad, un personaje que si bien no deslumbra ni sorprende, sí que invita a acompañarle en su evolución.




Por su parte, al igual que con el diseño de personajes, también el tópico del uso y abuso de efectos especiales se cumple con puntualidad anglosajona en Iron Man. Como era de esperar, la infografía invade cada encuadre del film recordándonos con insistencia quién es el verdadero protagonista de la película. Pero en su caso además los efectos especiales sirven como motor de las secuencias más inspiradas y divertidas de la misma, en mi opinión todo lo referente al diseño y elaboración de la armadura de Iron Man, con sus correspondientes pruebas y ensayos. Unos momentos que consiguen recuperar parte del encanto de los comic Marvel, esa especie de fascinación ingenua por lo prodigioso; la maravilla por la maravilla, sin necesidad de coartadas. Quizá esa sea la esencia del género, por más que a todos nos gustaría ver en las adaptaciones cinematográficas progresos en la dirección opuesta, o sea, en el refinamiento y la madurez de las propuestas. Sea como fuere, tampoco se puede desechar tan alegremente el valor de un esquema más clásico y con menos pretensiones, especialmente cuando ofrece resultados logrados.

En cuanto a la acción, otro elemento inevitable de este tipo de espectáculos, si no el principal, sólo cabe decir que la de Iron Man resulta de lo más convencional, anodina y previsible que se pueda imaginar, con sus preceptivos desordenes circulatorios, sus explosiones de rigor, sus cámaras lentas a lo Mátrix, su montaje videoclipero que habrá hecho las delicias de los adictos a la MTV, y cómo no, sus mareantes movimientos de cámara donde no se ve un pimiento y no queda más remedio que preguntarse si son intencionados o si los operarios sufren Parkinson y no lo quieren admitir. A lo que, desgraciadamente, Iron Man añade la estética Mazinger Z y el estilo Robocop de la batalla final, cosa que no le resulta precisamente muy favorecedor. Por suerte la acción es inusualmente escasa para lo que se estila en el mundillo, haciéndola un poquito más digerible y menos molesta de lo esperable. Aún así, sigue siendo lo peor de la película.

En fin, para no extenderme más, que vale, que para ser un producto de consumo rápido, con todas las limitaciones que se le suponen, no deja de tener su dignidad, con sus virtudes y sus puntos fuertes. Un trabajo de cierta solidez del que se puede disfrutar perfectamente, pero ya digo, siempre que se tome con moderación y guardando la oportuna distancia entre dosis.


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