viernes, 17 de marzo de 2006

A contracorriente

No sé si os habreis dado cuenta, pero últimamente ando con la autoéstima más por los suelos que el prestigio intelectual de George W. Bush –por supuesto, estoy exagerando; nadie puede estar tan mal. El caso es que bajo el influjo de tan deprimente estado animico suelen acentuarseme las tendencias autodestructivas, por lo que debo recurrir a trucos y técnicas con las que suavizarlas y controlarlas. Por ejemplo, me gusta despotricar contra todo lo que se mueva o llevar la contraria en los usos y costumbres comunmente aceptados o incluso imaginarme víctima de un terrible complot universal –sería la forma más satisfactoria de explicar la mayoría de los acontecimientos de mi vida. Así que, por esto mismo, porque pretendo darme un alivio, voy a reseñar una pélicula clásica cuya propuesta va en contra de todas las reglas actuales de la comercialidad, y que, sin embargo, resulta ser un espectaculo verdaderamente hipnotico. Me refiero a La evasión (Le trou) de Jacques Becker.
Porque si hoy en día a algún guionista aguililla se le ocurriera presentarse en una productora portando bajo el brazo un guión que incluyera escenas como el del aporreo sistematico de un suelo de hormigón armado, mostrado, además, en un plano fijo de más seis minuto de duración-precisamente en esta época de lo inmediato, de las prisas, del triunfo de la comida y el polvo rápido- , es más que seguro que el pobre infeliz acabase tendido contra las blancas paredes acolchadas del manicomio más próximo, al lado de Jack Nicholson (hay que ver que bien hace este hombre de loco, con que naturalidad le sale) Y sin embargo existió una epoca –principio de los sesenta- y un lugar –Francia- en la que se podían hacer películas como esta, películas que huyen de toda forma de artificio y apuestan por la sencillez de unas imágenes desnudas pero con una capacidad de atracción verdaderamente sorprendente. Eso sí, su director se murio nada más terminarla. Aunque no está demostrado que exista relación alguna entre ambas cosas.

La película narra el intento de fuga (no desvelaré si exitoso o frustrado) de un grupo de cinco presos de una carcel francesa y se centra en las laboriosas y muy ingeniosas artimañas desarrolladas por estos para lograrlo. Así en una más que considerable parte del metraje, la camara de Becker se posa en las habilidisimas manos –amputadas además- de Jean Keraudy, capaz de llenar la pantalla con su sóla destreza para la fabricación de herramientas: espejos para la vigilancia, llaves maestras, piquetas o incluso un reloj de arena con el que controlar el transcurso del tiempo. De esta forma el film se llena de momentos sorprendentes que desvelan una puesta en escena y una coreografía ciertamente milimétrica. Aunque nunca suelo preocuparme demasiado por el tema de los spoiler, en esta ocasión tendré la delicadeza de no comentar las escenas para que quien las contemple por primera vez pueda, precisamente, sorprenderse. Sólo dire que en su afan de desnudez, Becker apuesta por el sonido de los propios golpes como única banda sonora, con lo que consigue que las imágenes se cargen de una mayor fuerza hipnotica si cabe.

Sin embargo, la película no renuncia a jugar otras bazas y así puede verse también como un buen estudio de las relaciones dentro de un grupo masculino, muy del estilo y gusto de Hawks, y como una defensa del compañerísmo y la lealtad.

En definitiva, una película deliciosa que dificilmente podrá ser apreciada por las generaciones actuales, con lo que se pone de manifiesto que estamos ante el reinado de la estupidez generalizada y al por mayor. Y por tanto, y es a donde queria llegar yo desde el principio, que nada de lo que me sucede en mi vida es culpa mia.

Ya me voy sintiendo mejor.

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