Hace tiempo que, impulsado por mi natural modestia, quiero escribir algo radical y novedoso sobre
Watchmen, algo que se constituya en la lectura definitiva del tebeo. Pero lo cierto es que ni poseo ese enfoque ni creo siquiera que pueda decir algo al respecto que no se haya dicho ya de forma más profunda y mejor. Así que lo he ido dejando estar y me he resignado a no escribir nada. Sin embargo últimamente me he encontrado con una cierta forma de leer y entender
Watchmen que se está convirtiendo casi en un canon, casi en una de esas verdades reveladas que se aceptan sin necesidad de meditarlas, sólo porque la repiten el suficiente número de gente, o porque la defienden las personas adecuadas, a saber, que
Watchmen es sólo un intrincado artefacto narrativo de suma perfección formal pero de argumento mínimo, prácticante inexistente; apenas una débil excusa para levantar tan monumental estructura. Vamos, que es forma sin contenido, porque de verdad de verdad,
Watchmen no va de nada.
Y lo siento, pero frente a tan inaceptable afirmación (sobre todo porque es una exageración mía un tanto demagógica) no puedo permanecer callado;
Watchmen no sólo no va de nada, sino que si es tan complicado identificar su argumento principal es precisamente debido a su complejidad temática: el cómic no tiene un motivo primordial sino que gira en torno a varios ejes que difícilmente admiten esa jerarquización que permita decir que va de esto o de lo otro: la verdad de
Watchmen es que va de muchas cosas.
Así que, ya que no puedo escribir nada original, trataré al menos de hacer una enumeración de todas esas temáticas de las que habla la obra maestra de
Moore y que en algún que otro momento han sido ya señaladas como “
su verdadero significado”. A ver si así logro que nunca más se diga que eran pocas las nueces para tanto estruendo. Vayamos con ello:
LA IMPOSIBLIDAD DE LA UTOPÍAObviamente el motivo fundamental de
Watchmen, el verdadero argumento escondido tras tantos fuegos artificiales. El cómic al completo es la crónica de la preparación de esa utopía aparentemente triunfante, al mismo tiempo que una profunda meditación sobre su carácter temporal y su inevitable fracaso a largo plazo. Da igual cuánto nos esforcemos por hacer del mundo un Edén perfecto, al final todos los sacrificios están destinados a ser barridos por la corriente natural de la historia, por esas fuerzas sin alma ni conciencia que rigen este mundo sin creador, este reloj sin relojero. Lo dijo
Manhattan,
nada termina nunca. Lo lamentó
Nixon,
tantas cosas dependen del viento…
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOSNo hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que la autentica intención de
Moore es dar respuesta a esta espinosa cuestión. Porque, qué más da si la utopía es o no duradera –aunque no lo sea, seguramente proporcionará algunas cuantas décadas de paz y prosperidad- , cuando lo realmente importante es saber si para alcanzar ese paraíso valen todos los atajos o si el propio camino ha de ser ya parte del paraíso; si ha de fundamentarse en los mismos valores que pretende promulgar o si es necesario que se apoye en aquellos males que quiere erradicar. Este dilema recorre de arriba abajo todas las páginas del tebeo y debe ser enfrentado por todos y cada uno de los personajes que conforman el plantel protagonista. La conclusión a la que llegan, obviamente, es que sí, que el fin justifica los medios. Lo dice
Ozymandias,
un problema intratable no se puede tratar con soluciones convencionales. Vale, después de todo, la mejor forma de desatar el nudo gordiano es cortarlo, pero ¿esto no es hacer apología de la trampa? Sea como fuere, sin duda antes de ponernos a construir utopías, antes de comprobar si resiste o no los embates del viento, es necesario que concluyamos con qué materiales queremos construirla. He aquí el verdadero tema de
Watchmen.
EL FIN DE LA HISTORIA
No, no, no, todo eso no es más que palabrería, retórica barata destinada a oscurecer más que aclarar la verdadera cuestión de Watchmen, que no es otra que el fin de la historia, la unificación de la humanidad. Es absurdo preguntarse por la caducidad de la utopía o sobre qué cimientos se sostiene si aun no sabemos en que consiste. Por eso Moore va a dedicar sus doce capítulos a dejárnoslo bien claro: la utopía debe poner fin a la historia, debe acabar con todas las diferencias, todos los conflictos, todas las guerras (… un plan para acabar con la guerra). Es decir, la utopía debe unir el mundo bajo una sola raza y una sola nación, la humanidad. Este es el verdadero significado de esas manecillas que se van acercando poco a poco, reduciendo la distancia que las separa: anunciar, con su unión, la unión de la humanidad toda. Porque este ha sido el sentido de la historia siempre, el sentido de todos los esfuerzos y sacrificios realizados por el hombre en sociedad desde que es hombre, incluso los más crueles y brutales, alcanzar la unión de todos. Y de eso va, pese a quien pese, Watchmen.
EL HOMBRE NUEVO
Por dios, cuanta tontería hay que leer. Ozy no sólo no quiere poner fin a la historia, sino que en verdad pretende iniciar una etapa nueva, pero una etapa que se define más que por la eliminación del antiguo orden, por la aparición de un hombre nuevo. El nuevo orden solo debe poner las condiciones necesarias para la creación de ese nuevo ser humano, de un ser humano que es conciente de sí mismo, que cuida su salud y su cuerpo, que es amo de su destino y que conoce el papel que cumple en el mundo, pero sin delegar por ello su responsabilidad en los demás (vease El método Veidt). Porque al fin, ningún sistema ni organización social que aspire a la utopía tiene sentido si no se fundamenta en el mejoramiento de la condición humana. Veidt es consciente de ello, por lo que subordina todos sus esfuerzos a lograrlo. De hecho, el nuevo mundo surgido tras la muerte de media New York no es más que el primer paso, sin duda necesario, hacia la verdadera utopía. Así lo afirma Ozy: “…he salvado a la tierra del infierno, ahora la guiaré hacia la utopía.” Es decir, la utopía aun no ha sido alcanzada. Por tanto, queda claro, sólo este puede ser el argumento central de Watchmen.
¿QUIÉN CREA EL MUNDO?
O hasta qué punto somos responsables de nuestros actos. Porque si la sociedad es ese sistema complejo en el que cada acción, cada decisión, cada casualidad, puede tener consecuencias imprevisibles; si por un clavo se puede perder un reino, o por una correa de un reloj que cede en el momento más inoportuno se puede alterar el orden mundial para siempre, ¿cómo podremos sentirnos responsables de nada cuanto ocurre a nuestro alrededor? ¿Cómo no sentirnos títeres del destino y la fatalidad? Es decir, tal cual se siente el mismísimo Dr. Manhattan, que gracias a su particular percepción del tiempo sabe y es consciente de lo ilusorio del libre albedrío. Al contrario de lo que piensa Ozy, que lo cree esencial en cualquier vida digna. Esta percepción de la responsabilidad es lo que diferencia las actitudes de los dos personajes más influyentes del cómic: aun siendo Manhattan el hombre más poderosos sobre la tierra, su actitud es siempre pasiva y su influencia sobre la misma se reduce al uso que de él hace el gobierno norteamericano. Sin embargo es Veitd, que no posee ningún poder especial pero cree en su libertad y, por tanto, en su responsabilidad, quien consigue moldear a voluntad el mundo. Y precisamente es para esto, para aumentar la independencia y la responsabilidad del hombre, por lo que Ozy monta la que monta. Lo dice frente a los televisores mientras hace su diagnostico del mundo: “… imágenes infantiles… deseo de liberarse de la responsabilidad…”. Y lo repite en la entrevista que concede a Nova: "Creo que hay gente que desea, aunque sea subconscientemente, el fin del mundo. Quieren librarse de la responsabilidad de tener que mantener ese mundo.” Igual que todos aquellos que no quieren ver aquí el verdadero leit motiv de Watchmen.
EL TIEMPO
“Siempre te amaré”, mientras miento, la oigo gritarme en 1963; sollozando en 1966. Mis dedos se abren y la fotografía cae…
Nostalgia, relojeros (watchmen), hombres del minuto, el pasado, el presente y el futuro, la historia… indudablemente el tiempo. Más que el tema fundamental del cómic, su principal protagonista. Porque de esto sí que va Watchmen, de la estructura del tiempo, de los efectos de su paso, de cómo marchita las ilusiones, de cómo vuelve vanos todos los esfuerzos… Sí, sí, el único capaz de desbaratar los planes de Ozy, porque nada acaba nunca… ¿Por qué si no habría de tener el cómic una planificación tan dependiente del flash back? En fin, podemos dejar de buscar, hemos encontrado lo que queríamos.
LA FRAGILIDAD DE LA VIDA
“ Vamos… sécate las lágrimas, porque eres vida, más rara qué un quark y más improbable que los sueños de Heisenberg…”
Esta es la verdadera consecuencia de todo el rollo anterior, y por tanto el meollo del cómic, porque si la utopía no es posible, si el mundo será siempre un lugar horrible, y el nuevo hombre jámas hará acto de presencia, si todo vale con tal de conseguir lo deseado, pero al fin incluso esto da igual porque el mundo es tan complejo que no podemos ser más que marionetas que el tiempo se encargará de destruir, si todo esto es cierto, entonces la vida es un autentico milagro y como vida que somos, nada nos puede importar más. Y se acabó.
EL VACÍO DE LA EXISTENCIA
Os vais acercando, pero aun os faltan redaños para quitarle las últimas capas a la cebolla y enfrentaros a la verdad desnuda, porque “incluso eso es evitar el verdadero horror. El horror es que al final, sólo es un dibujo de una negrura vacía sin sentido. Estamos solos. No hay nada más.” Este es el abismo que devuelve la mirada, el que nos agarra por las solapas y nos obliga a ver que la utopía, la historia, el destino, la responsabilidad, la fragilidad, todo, absolutamente todo, existe sólo en nuestra imaginación. Y esto es lo que realmente pretende y logra Watchmen, recordarnos que no son más que manchas sin significado.
LA HUMANIZACIÓN Y DESMITIFICACIÓN DEL SUPERHÉROE
Si todo lo anterior fuera lo más importante en Watchmen, para qué usar superhéroes, por qué plantearse cuestiones tan sesudas en un cómic de género. Obviamente porque el motivo principal del tebeo, y, reconozcámoslo, el primero que todos sin excepción aceptamos antes de empezar tanta relectura pedante, es el de la humanización y desmitificación del superhéroe. Salta a la vista que Moore quería presentarnos a los superhéroes como nunca antes –excepción hecha, tal vez, del Supergrupo de Jan- los habíamos conocidos: una panda de golfos, maleantes y salidos; cínicos, crueles, desquiciados, megalómanos, cobardes e incluso feos, tripones y malolientes; unos superhéroes que, sin ser villanos, no son ni super ni héroes. Son humanos. Humanos en situaciones extrañas, pero humanos al fin y al cabo. Palabra de Moore.
LA HISTORIA DE GÉNERO
Bien, ya nos hemos lucidos, ya hemos demostrados lo listos que somos y lo mucho que hemos leído, así que bajemos a la tierra y reconozcamos que Watchmen es fundamentalmente una historia clásicas de héroes de toda la vida, de esos que quieren salvar al mundo, con su malo malísimo y sus planes de opereta para conquistarlo todo, con sus investigaciones y peripecias extraordinarias que jamás podrán suceder en la vida real. No me extraña que los pedantes de turno se acaben sintiendo decepcionados con el final del cómic; esos quisieran que no hubiera en Watchmen ninguna pelea, ningún plan que desbaratar, ni héroe alguno, ni, ya puestos, nada de lo que es propio del género. Pues lo siento, pero que os quede bien claro, Watchmen es ante todo un tebeos de superhéroes. Eso sí, un gran tebeo de superhéroes.
LA HISTORIA DEL GÉNERO
Ni tanto, ni tan calvo. Indudablemente Watchmen es un tebeo de superhéroes, pero su intención real es hacer un repaso a la historia y evolución del género, de forma que sirva al tiempo de homenaje y crítica a los mismos. No es casualidad que los primeros aventureros aparezcan en 1938, fecha de publicación de las primeras aventuras de Superman, coartando así, de paso, el desarrollo de este mismo tipo de cómics dentro de la ficción, que serán sustituidos por las historias de piratas. Algo lógico, sobre todo si tenemos en cuenta que hablamos de un tipo de literatura de evasión que, una vez transformada en realidad, carece por completo de justificación. Y es que Watchmen es la historia de los superhéroes hecho mundo, en donde cada nueva oleada de justicieros se corresponde a una edad real del género: los Minutemen representan la edad de oro, con su gusto ingenuo y romántico por la aventura. Los Manhattan, Ozy, el nuevo Buho Nocturno, Sally Júpiter o Rorschach, que inician su actividad a partir de la década de los sesenta vendrían a ser la edad de plata, unos superhéroes un poco más complejos, con motivación más difusas. El retiro de Veidt y el Acta de Keenes, por lo visto –lo he leído aquí- vendrían a simbolizar la crisis de ventas de los 70 y la cancelación de colecciones. Y paradójicamente, los propios personajes de Watchmen simbolizan, en general, la evolución que tomarán estos a finales de los 80 e inicio de los 90: antihéroes oscuros, violentos, marginales y con una creciente carga sexual.
Vamos, que leyendo Watchmen uno se queda al día de todas las tendencias por las que ha pasado y pasará el género. Ese era su cometido, a decir verdad.
LA HISTORIA DE PERSONAJES
Pues ni una cosa ni otra; la verdadera fuerza de Watchmen, la que la convierte en la obra maestra que sin duda es, reside en su genial estudio de personajes: media docena de protagonistas a cual más fascinante e inolvidable, que constituyen cada uno un modelo distinto de los diversos tipos de superhéroes posibles. Pero la maestría de Moore es tal que todos trascienden su condición arquetípica para alcanzar una densidad psicológica digna del más complejo de los seres humano. Pues sí, aciertan aquellos que piensan que el argumento es insuficiente en Watchmen, que los temas están pobremente desarrollados, porque en verdad todas las vicisitudes y giros del tebeo son excusas para que sus personajes manifiesten su arrebatadora personalidad, haciendo que la vida bulla en sus páginas como pocas veces lo ha hecho en un tebeo de superhéroes. La prueba del nueve de este razonamiento: intenten responder a la pregunta de cuál es el personaje más carismático de Watchmen, quién es su protagonista, Rorschach, El comediante, Ozymandías, o el Dr. Manhattan tal vez. Imposible elegir. Imposible negarse a la evidencia.
En fin, argumentos, temas y significados para todos los gustos en una obra que es muchísimo más que un alarde de recursos técnicos. Eso sí, en mi opinión, como ya he apuntado más arriba, tiene el problema de ser una obra muy sugerente, que abarca demasiado, pero que, al igual que esta reseña, profundiza muy poco. Y no porque sea superficial en lo que apunta de cada uno de estos temas, sino porque generalmente se queda en un simple esbozo, sin poder ir, tal vez por falta de espacio, un poco más allá. Pero es que nada, ni siquiera Watchmen, puede ser perfecto.
¿Y el resto qué...?