Supongo que no está bien decir estas cosas, pero qué le vamos a hacer, tampoco voy a mentir por caer simpático: con todo lo que me gustó en su día el Malas ventas, que poco me están gustado las siguientes obras de Alex Robinson. Y no es que Estafados y ahora Inolvidable me parezcan, ni mucho menos, obras huérfanas de interés; es sólo que no sé que les falta o que les sobra que ni una ni otra me terminan de enganchar como lo hiciera Malas ventas. Si en el caso de Estafados no me convencía el giro final de la historia, esa explosión de violencia que entrelazaba la vida de los diversos personajes, esta vez el desarrollo de la premisa inicial -muy prometedora a priori, hay que admitirlo- es la que consigue dejarme de alguna manera frío y de alguna otra decepcionado. La forma en que Robinson maneja la psicología -y ojo, sólo la psicología- de este cuarentón atrapado en su adolescencia pasada no me acaba de parecer en ningún momento plausible, como no me acabo de creer la sinceridad del sufrimiento y la angustia del personaje.
Convencido por su esposa, Andy Wick accede a someterse a una terapia de hipnosis en plan new age con la que si todo va bien debería dejar de fumar. Sin embargo en vez de ir todo bien, Andy se va al pasado, donde se verá obligado a revivir acontecimientos que creía ya amortizados por su memoria. O sea, como en Regreso al futuro, o como en Barrio lejano, pero sin diversión. Porque mientras McFly e Hiroshi disfrutan de su estancia en el pasado al tiempo que se devanan los sesos buscando la manera de regresar al presente; mientras aquellos aprovechan para rehacer a su gusto el pasado, Andy, tras un tímido intento inicial, opta más por no menear las cosas y hundirse mejor en la desesperación. Y eso que la habilidosa excusa con la que Robinson se las arregla para llevar a su personaje de viaje por el tiempo debería ofrecerle un colchón suficiente como para hacer y deshacer a su antojo y sin miedo. Todo lo contrario, Andy se torna pronto en observador pasivo y angustiado que contempla con horror, desde la madurez de sus cuarenta años, el vacío y la estupidez de su vida pasada. De esta manera Inolvidable no habla tanto, como es habitual en el subgénero de “segundas oportunidades”, de esas oportunidades que se fueron por el sumidero de lo que jamás fue, sino más bien de la posibilidad y tal vez de la necesidad de analizar la propia vida a la luz de una mirada más consciente, consistente y justa; una introspección que inevitablemente resultará dolorosa pero con la que el personaje podrá esquivar las trampas y los engaños de la memoria y situar los acontecimientos de su pasado en el lugar que les corresponde. Un hecho que se materializará en la conversación con el padre moribundo y que de alguna manera servirá para que Andy haga las paces consigo mismo. Lo cual, faltaría más, tendrá como consecuencia su vuelta al presente.
En fin, unas intenciones muy loables, narradas con habilidad por Robinson, y que, insisto, no me acabo de creer y me dejan frío.
Puntuación: 7
No hay comentarios:
Publicar un comentario