domingo, 16 de diciembre de 2007
domingo, 9 de diciembre de 2007
Una vez maté un alce (Monólogo de Woody Allen)
jueves, 6 de diciembre de 2007
Niñatos, de Rick Veitch: Superhéroes para todos los públicos.
Puntuación :7
¿Y el resto qué...?
lunes, 3 de diciembre de 2007
Cosas que hacer cuando se visita la Rusia comunista: Tintín en el país de los Soviet
Resumiendo, historia viva del cómic plagada de rarezas y curiosidades. Como ver a Tintín redactando su única crónica en toda su carrera periodística.
Puntuación: 6
¿Y el resto qué...?
domingo, 25 de noviembre de 2007
Eduardo Galeano y el mundo de hoy
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Jacques el fatalista
¿Y el resto qué...?
lunes, 19 de noviembre de 2007
Watchmen Babies in V for Vacation: Alan Moore en The Simpsons
Y eso que no he entendido ni papa (ay, si yo supiera inglés).
Sin censuras de la Fox, sin fecha de caducidad -cruzo los dedos-.
¿Y el resto qué...?martes, 13 de noviembre de 2007
De injurias objetivas y otras chorradas por el estilo
Que nada, que a mis ojos queda muy rehabilitado el susodicho.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Bueno avala las tesis de Moore
Ya veis, no sólo considera posible esa reacción frente a la amenaza exterior, sino que la tiene por necesaria.
¿Y el resto qué...?martes, 30 de octubre de 2007
Cristián Warnken mano a mano con Bernard Pivot: pasión lectora
Como la que demuestran, sin ir más lejos, estos dos colosos de la comunicación en una charla de una hora que es una verdadera orgía para cualquier amante de la literatura.
Pues nada, que sobran mis palabras -o más bien me faltan últimamente-: a disfrutar.
lunes, 29 de octubre de 2007
Mundo Chorra: blog nuevo en la oficina
jueves, 18 de octubre de 2007
Literatura y cine: Los asesinos, de Hemingway... y Siodmak
La puerta del restaurante de Henry se abrió y entraron dos hombres que se sentaron al mostrador.
-¿Qué van a pedir? -les preguntó George.
-No sé -dijo uno de ellos-. ¿Tú qué tienes ganas de comer, Al?
-Qué sé yo -respondió Al-, no sé.
Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la ventana. Los dos hombres leían el menú. Desde el otro extremo del mostrador, Nick Adams, quien había estado conversando con George cuando ellos entraron, los observaba.
-Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y puré de papas -dijo el primero.
-Todavía no está listo.
-¿Entonces para qué carajo lo pones en la carta?
-Esa es la cena -le explicó George-. Puede pedirse a partir de las seis.
George miró el reloj en la pared de atrás del mostrador.
-Son las cinco.
-El reloj marca las cinco y veinte -dijo el segundo hombre.
-Adelanta veinte minutos.
-Bah, a la mierda con el reloj -exclamó el primero-. ¿Qué tienes para comer?
-Puedo ofrecerles cualquier variedad de sándwiches -dijo George-, jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado y tocineta, o un bisté.
-A mí dame suprema de pollo con arvejas y salsa blanca y puré de papas.
-Esa es la cena.
-¿Será posible que todo lo que pidamos sea la cena?
-Puedo ofrecerles jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado...
-Jamón con huevos -dijo el que se llamaba Al. Vestía un sombrero hongo y un sobretodo negro abrochado. Su cara era blanca y pequeña, sus labios angostos. Llevaba una bufanda de seda y guantes.
-Dame tocineta con huevos -dijo el otro. Era más o menos de la misma talla que Al. Aunque de cara no se parecían, vestían como gemelos. Ambos llevaban sobretodos demasiado ajustados para ellos. Estaban sentados, inclinados hacia adelante, con los codos sobre el mostrador.
-¿Hay algo para tomar? -preguntó Al.
-Gaseosa de jengibre, cerveza sin alcohol y otras bebidas gaseosas -enumeró George.
-Dije si tienes algo para tomar.
-Sólo lo que nombré.
-Es un pueblo caluroso este, ¿no? -dijo el otro- ¿Cómo se llama?
-Summit.
-¿Alguna vez lo oíste nombrar? -preguntó Al a su amigo.
-No -le contestó éste.
-¿Qué hacen acá a la noche? -preguntó Al.
-Cenan -dijo su amigo-. Vienen acá y cenan de lo lindo.
-Así es -dijo George.
-¿Así que crees que así es? -Al le preguntó a George.
-Seguro.
-Así que eres un chico vivo, ¿no?
-Seguro -respondió George.
-Pues no lo eres -dijo el otro hombrecito-. ¿No es cierto, Al?
-Se quedó mudo -dijo Al. Giró hacia Nick y le preguntó-: ¿Cómo te llamas?
-Adams.
-Otro chico vivo -dijo Al-. ¿No es vivo, Max?
-El pueblo está lleno de chicos vivos -respondió Max.
George puso las dos bandejas, una de jamón con huevos y la otra de tocineta con huevos, sobre el mostrador. También trajo dos platos de papas fritas y cerró la portezuela de la cocina.
-¿Cuál es el suyo? -le preguntó a Al.
-¿No te acuerdas?
-Jamón con huevos.
-Todo un chico vivo -dijo Max. Se acercó y tomó el jamón con huevos. Ambos comían con los guantes puestos. George los observaba.
-¿Qué miras? -dijo Max mirando a George.
-Nada.
-Cómo que nada. Me estabas mirando a mí.
-En una de esas lo hacía en broma, Max -intervino Al.
George se rió.
-Tú no te rías -lo cortó Max-. No tienes nada de qué reírte, ¿entiendes?
-Está bien -dijo George.
-Así que piensas que está bien -Max miró a Al-. Piensa que está bien. Esa sí que está buena.
-Ah, piensa -dijo Al. Siguieron comiendo.
-¿Cómo se llama el chico vivo ése que está en la punta del mostrador? -le preguntó Al a Max.
-Ey, chico vivo -llamó Max a Nick-, anda con tu amigo del otro lado del mostrador.
-¿Por? -preguntó Nick.
-Porque sí.
-Mejor pasa del otro lado, chico vivo -dijo Al. Nick pasó para el otro lado del mostrador.
-¿Qué se proponen? -preguntó George.
-Nada que te importe -respondió Al-. ¿Quién está en la cocina?
-El negro.
-¿El negro? ¿Cómo el negro?
-El negro que cocina.
-Dile que venga.
-¿Qué se proponen?
-Dile que venga.
-¿Dónde se creen que están?
-Sabemos muy bien dónde estamos -dijo el que se llamaba Max-. ¿Parecemos tontos acaso?
-Por lo que dices, parecería que sí -le dijo Al-. ¿Qué tienes que ponerte a discutir con este chico? -y luego a George-: Escucha, dile al negro que venga acá.
-¿Qué le van a hacer?
-Nada. Piensa un poco, chico vivo. ¿Qué le haríamos a un negro?
George abrió la portezuela de la cocina y llamó:
-Sam, ven un minutito.
El negro abrió la puerta de la cocina y salió.
-¿Qué pasa? -preguntó. Los dos hombres lo miraron desde el mostrador.
-Muy bien, negro -dijo Al-. Quédate ahí.
El negro Sam, con el delantal puesto, miró a los hombres sentados al mostrador:
-Sí, señor -dijo. Al bajó de su taburete.
-Voy a la cocina con el negro y el chico vivo -dijo-. Vuelve a la cocina, negro. Tú también, chico vivo.
El hombrecito entró a la cocina después de Nick y Sam, el cocinero. La puerta se cerró detrás de ellos. El que se llamaba Max se sentó al mostrador frente a George. No lo miraba a George sino al espejo que había tras el mostrador. Antes de ser un restaurante, el lugar había sido una taberna.
-Bueno, chico vivo -dijo Max con la vista en el espejo-. ¿Por qué no dices algo?
-¿De qué se trata todo esto?
-Ey, Al -gritó Max-. Acá este chico vivo quiere saber de qué se trata todo esto.
-¿Por qué no le cuentas? -se oyó la voz de Al desde la cocina.
-¿De qué crees que se trata?
-No sé.
-¿Qué piensas?
Mientras hablaba, Max miraba todo el tiempo al espejo.
-No lo diría.
-Ey, Al, acá el chico vivo dice que no diría lo que piensa.
-Está bien, puedo oírte -dijo Al desde la cocina, que con una botella de ketchup mantenía abierta la ventanilla por la que se pasaban los platos-. Escúchame, chico vivo -le dijo a George desde la cocina-, aléjate de la barra. Tú, Max, córrete un poquito a la izquierda -parecía un fotógrafo dando indicaciones para una toma grupal.
-Dime, chico vivo -dijo Max-. ¿Qué piensas que va a pasar?
George no respondió.
-Yo te voy a contar -siguió Max-. Vamos a matar a un sueco. ¿Conoces a un sueco grandote que se llama Ole Andreson?
-Sí.
-Viene a comer todas las noches, ¿no?
-A veces.
-A las seis en punto, ¿no?
-Si viene.
-Ya sabemos, chico vivo -dijo Max-. Hablemos de otra cosa. ¿Vas al cine?
-De vez en cuando.
-Tendrías que ir más seguido. Para alguien tan vivo como tú, está bueno ir al cine.
-¿Por qué van a matar a Ole Andreson? ¿Qué les hizo?
-Nunca tuvo la oportunidad de hacernos algo. Jamás nos vio.
-Y nos va a ver una sola vez -dijo Al desde la cocina.
-¿Entonces por qué lo van a matar? -preguntó George.
-Lo hacemos para un amigo. Es un favor, chico vivo.
-Cállate -dijo Al desde la cocina-. Hablas demasiado.
-Bueno, tengo que divertir al chico vivo, ¿no, chico vivo?
-Hablas demasiado -dijo Al-. El negro y mi chico vivo se divierten solos. Los tengo atados como una pareja de amigas en el convento.
-¿Tengo que suponer que estuviste en un convento?
-Uno nunca sabe.
-En un convento judío. Ahí estuviste tú.
George miró el reloj.
-Si viene alguien, dile que el cocinero salió. Si después de eso se queda, le dices que cocinas tú. ¿Entiendes, chico vivo?
-Sí -dijo George-. ¿Qué nos harán después?
-Depende -respondió Max-. Esa es una de las cosas que uno nunca sabe en el momento.
George miró el reloj. Eran las seis y cuarto. La puerta de la calle se abrió y entró un conductor de tranvías.
-Hola, George -saludó-. ¿Me sirves la cena?
-Sam salió -dijo George-. Volverá en alrededor de una hora y media.
-Mejor voy a la otra cuadra -dijo el chofer. George miró el reloj. Eran las seis y veinte.
-Estuviste bien, chico vivo -le dijo Max-. Eres un verdadero caballero.
-Sabía que le volaría la cabeza -dijo Al desde la cocina.
-No -dijo Max-, no es eso. Lo que pasa es que es simpático. Me gusta el chico vivo.
A las siete menos cinco George habló:
-Ya no viene.
Otras dos personas habían entrado al restaurante. En una oportunidad George fue a la cocina y preparó un sándwich de jamón con huevos "para llevar", como había pedido el cliente. En la cocina vio a Al, con su sombrero hongo hacia atrás, sentado en un taburete junto a la portezuela con el cañón de un arma recortada apoyado en un saliente. Nick y el cocinero estaban amarrados espalda con espalda con sendas toallas en las bocas. George preparó el pedido, lo envolvió en papel manteca, lo puso en una bolsa y lo entregó. El cliente pagó y salió.
-El chico vivo puede hacer de todo -dijo Max-. Cocina y hace de todo. Harías de alguna chica una linda esposa, chico vivo.
-¿Sí? -dijo George- Su amigo, Ole Andreson, no va a venir.
-Le vamos a dar otros diez minutos -repuso Max.
Max miró el espejo y el reloj. Las agujas marcaban las siete en punto, y luego siete y cinco.
-Vamos, Al -dijo Max-. Mejor nos vamos de acá. Ya no viene.
-Mejor esperamos otros cinco minutos -dijo Al desde la cocina.
En ese lapso entró un hombre, y George le explicó que el cocinero estaba enfermo.
-¿Por qué carajo no consigues otro cocinero? -lo increpó el hombre- ¿Acaso no es un restaurante esto? -luego se marchó.
-Vamos, Al -insistió Max.
-¿Qué hacemos con los dos chicos vivos y el negro?
-No va a haber problemas con ellos.
-¿Estás seguro?
-Sí, ya no tenemos nada que hacer acá.
-No me gusta nada -dijo Al-. Es imprudente, tú hablas demasiado.
-Uh, qué te pasa -replicó Max-. Tenemos que entretenernos de alguna manera, ¿no?
-Igual hablas demasiado -insistió Al. Éste salió de la cocina, la recortada le formaba un ligero bulto en la cintura, bajo el sobretodo demasiado ajustado que se arregló con las manos enguantadas.
-Adiós, chico vivo -le dijo a George-. La verdad es que tuviste suerte.
-Cierto -agregó Max-, deberías apostar en las carreras, chico vivo.
Los dos hombres se retiraron. George, a través de la ventana, los vio pasar bajo el farol de la esquina y cruzar la calle. Con sus sobretodos ajustados y esos sombreros hongos parecían dos artistas de variedades. George volvió a la cocina y desató a Nick y al cocinero.
-No quiero que esto vuelva a pasarme -dijo Sam-. No quiero que vuelva a pasarme.
Nick se incorporó. Nunca antes había tenido una toalla en la boca.
-¿Qué carajo...? -dijo pretendiendo seguridad.
-Querían matar a Ole Andreson -les contó George-. Lo iban a matar de un tiro ni bien entrara a comer.
-¿A Ole Andreson?
-Sí, a él.
El cocinero se palpó los ángulos de la boca con los pulgares.
-¿Ya se fueron? -preguntó.
-Sí -respondió George-, ya se fueron.
-No me gusta -dijo el cocinero-. No me gusta para nada.
-Escucha -George se dirigió a Nick-. Tendrías que ir a ver a Ole Andreson.
-Está bien.
-Mejor que no tengas nada que ver con esto -le sugirió Sam, el cocinero-. No te conviene meterte.
-Si no quieres no vayas -dijo George.
-No vas a ganar nada involucrándote en esto -siguió el cocinero-. Mantente al margen.
-Voy a ir a verlo -dijo Nick-. ¿Dónde vive?
El cocinero se alejó.
-Los jóvenes siempre saben qué es lo que quieren hacer -dijo.
-Vive en la pensión Hirsch -George le informó a Nick.
-Voy para allá.
Afuera, las luces de la calle brillaban por entre las ramas de un árbol desnudo de follaje. Nick caminó por el costado de la calzada y a la altura del siguiente poste de luz tomó por una calle lateral. La pensión Hirsch se hallaba a tres casas. Nick subió los escalones y tocó el timbre. Una mujer apareció en la entrada.
-¿Está Ole Andreson?
-¿Quieres verlo?
-Sí, si está.
Nick siguió a la mujer hasta un descanso de la escalera y luego al final de un pasillo. Ella llamó a la puerta.
-¿Quién es?
-Alguien que viene a verlo, señor Andreson -respondió la mujer.
-Soy Nick Adams.
-Pasa.
Nick abrió la puerta e ingresó al cuarto. Ole Andreson yacía en la cama con la ropa puesta. Había sido boxeador peso pesado y la cama le quedaba chica. Estaba acostado con la cabeza sobre dos almohadas. No miró a Nick.
-¿Qué pasa? -preguntó.
-Estaba en el negocio de Henry -comenzó Nick-, cuando dos tipos entraron y nos ataron a mí y al cocinero, y dijeron que iban a matarlo.
Sonó tonto decirlo. Ole Andreson no dijo nada.
-Nos metieron en la cocina -continuó Nick-. Iban a dispararle apenas entrara a cenar.
Ole Andreson miró a la pared y siguió sin decir palabra.
-George creyó que lo mejor era que yo viniera y le contase.
-No hay nada que yo pueda hacer -Ole Andreson dijo finalmente.
-Le voy a decir cómo eran.
-No quiero saber cómo eran -dijo Ole Andreson. Volvió a mirar hacia la pared: -Gracias por venir a avisarme.
-No es nada.
Nick miró al grandote que yacía en la cama.
-¿No quiere que vaya a la policía?
-No -dijo Ole Andreson-. No sería buena idea.
-¿No hay nada que yo pueda hacer?
-No. No hay nada que hacer.
-Tal vez no lo dijeron en serio.
-No. Lo decían en serio.
Ole Andreson volteó hacia la pared.
-Lo que pasa -dijo hablándole a la pared- es que no me decido a salir. Me quedé todo el día acá.
-¿No podría escapar de la ciudad?
-No -dijo Ole Andreson-. Estoy harto de escapar.
Seguía mirando a la pared.
-Ya no hay nada que hacer.
-¿No tiene ninguna manera de solucionarlo?
-No. Me equivoqué -seguía hablando monótonamente-. No hay nada que hacer. Dentro de un rato me voy a decidir a salir.
-Mejor vuelvo adonde George -dijo Nick.
-Chau -dijo Ole Andreson sin mirar hacia Nick-. Gracias por venir.
Nick se retiró. Mientras cerraba la puerta vio a Ole Andreson totalmente vestido, tirado en la cama y mirando a la pared.
-Estuvo todo el día en su cuarto -le dijo la encargada cuando él bajó las escaleras-. No debe sentirse bien. Yo le dije: "Señor Andreson, debería salir a caminar en un día otoñal tan lindo como este", pero no tenía ganas.
-No quiere salir.
-Qué pena que se sienta mal -dijo la mujer-. Es un hombre buenísimo. Fue boxeador, ¿sabías?
-Sí, ya sabía.
-Uno no se daría cuenta salvo por su cara -dijo la mujer. Estaban junto a la puerta principal-. Es tan amable.
-Bueno, buenas noches, señora Hirsch -saludó Nick.
-Yo no soy la señora Hirsch -dijo la mujer-. Ella es la dueña. Yo me encargo del lugar. Yo soy la señora Bell.
-Bueno, buenas noches, señora Bell -dijo Nick.
-Buenas noches -dijo la mujer.
Nick caminó por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y luego por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro, detrás del mostrador.
-¿Viste a Ole?
-Sí -respondió Nick-. Está en su cuarto y no va a salir.
El cocinero, al oír la voz de Nick, abrió la puerta desde la cocina.
-No pienso escuchar nada -dijo y volvió a cerrar la puerta de la cocina.
-¿Le contaste lo que pasó? -preguntó George.
-Sí. Le conté pero él ya sabe de qué se trata.
-¿Qué va a hacer?
-Nada.
-Lo van a matar.
-Supongo que sí.
-Debe haberse metido en algún lío en Chicago.
-Supongo -dijo Nick.
-Es terrible.
-Horrible -dijo Nick.
Se quedaron callados. George se agachó a buscar un repasador y limpió el mostrador.
-Me pregunto qué habrá hecho -dijo Nick.
-Habrá traicionado a alguien. Por eso los matan.
-Me voy a ir de este pueblo -dijo Nick.
-Sí -dijo George-. Es lo mejor que puedes hacer.
-No soporto pensar que él espera en su cuarto y sabe lo que le pasará. Es realmente horrible.
-Bueno -dijo George-. Mejor deja de pensar en eso.
FIN
jueves, 11 de octubre de 2007
II Día del lector de La vida en viñetas
Que así sea, pues.
Las diez mejores peleas de boxeo...
2- Corrales-Castillo I : Final apoteósico y vibrante que culmina unos últimos asaltos eléctricos.
3- Chávez-Meldrick I: La épica y el suspense hechos boxeo. El final de los finales.
4- Foreman-Frazier I: Palizón sin concesiones. Nada más y nada menos que hasta 5 veces se fue el perdedor al suelo antes de que el arbitro decidiera parar la pelea.
5- Holmes-Norton: 15 asaltos frenéticos con dos boxeadores que lo dieron absolutamente todo por la victoria.
6- Leonard-Duran I: Dos nombres históricos en una sensacional pelea que pasaría a los anales, además de por su calidad, por ser la primera derrota de uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos.
7- Ray Robinson-La Motta VI : El más grande entre los grandes contra su rival por antonomasia. Una pelea que fue dramatizada (muy exageradamente) por Scorsese en Toro salvaje.
8- Alí-Foreman : Uno de esos momentos que hacen del deporte el verdadero refugio de la heroica (y no el campo de batalla, como pretenden politicastros como Bush); una pelea que mereció, entre otros, un libro del Púlitzer Norman Mailer y un documental que se llevó el oscar.
9- Dempsey-Firpo : Otro palizón desproporcionado de uno de esos grandes pegadores que en el boxeo han sido, sólo comparable con Foreman o Tyson.
10- Bowe-Golota II: Otra vez pesos pesados comportándose como lo harían los pesos más ligeros. Lástima de final, que desluce una pelea por lo demás magnífica.
Y me dejo en el imperdonable olvido maravillas del tipo Hagler-Hearns, Leonard-Hagler, Alí-Frazier III o las trilogías entre Morales y Barrera, Gatti y Ward o Bowe y Holyfield. Es que son demasiados años de buen boxeo como para resumirlos en tan poco espacio. En fin, creo que estas diez valdrán de todos modos.
miércoles, 10 de octubre de 2007
Mi patria única y verdadera (IV): Con las manos en la masa
Algo está cambiando
Ah, pero en estas va y resulta que un librero –sólo uno, que no es cuestión de andar abusando- se tira torero al albero tebeil y comienza a traernos algo distinto a los superhéroes de capa y quiosco –aunque poco, que si no es cuestión de andar abusando, menos habrá de serlo de correr exagerando. O, asómbrate Roque, la biblioteca municipal, que ni por lo criminal adquiría fondos de tal pelaje, ya siquiera fuera para la sección infantil, ahora nos regala por lo civil todo un surtido, breve y pipiolo aun, del mejor cómic de adultos para adultos: XIII, The Spirit, Blacksad, o incluso la versión dibujada del informe del 11-S. Y Roque se asombra. Y yo estoy tan eufórico que no puedo más que escribir tonterías y llenar este post de retórica juguetona y mala.
domingo, 30 de septiembre de 2007
Mi patria única y verdadera (III): La aventura de las plantas
III- La aventura de las plantas
¿Y el resto qué...?
Mi patria única y verdadera (II): Los dibus
II- Los dibus que excitaron nuestra imaginación, nos emocionaron y nos divirtieron
¿Y el resto qué...?
Mi patria única y verdadera (I): Los programas que nos educaron
I- Los programas que nos educaron
domingo, 23 de septiembre de 2007
De la Historia del cómic: Terry y los piratas
Aprovechando que me encuentro actualmente enfrascado en la lectura del Terry y los piratas de Milton Caniff, y mientras me voy forjando una opinión más sólida de la serie –apenas estoy con el tomo nº 1- con la que escribir una reseña en condiciones, colgaré el preceptivo video de la Historia del cómic sobre la misma.
Eso sí, a pesar de lo poco que he leído –ya digo, sólo el especial con los dominicales y la mitad del primer tomo de tiras diarias- voy intuyendo ya algunas de las claves que hacen de este cómic el clásico imprescindible que sin duda es, como puedan ser la enjundia de la galería de personajes secundarios –impresionante lo avanzado de un personaje como Dragon Lady- la belleza de los dibujos, muy estilizado en la representación de la figura humana y en el dominio del claroscuro o unos diálogos realmente convincentes. Y aunque las tramas aún pecan de cierta ingenuidad, no dejan de enganchar y sobre todo de sorprender por su incorrección política. Resulta curioso comprobar como a pesar de su claro tono juvenil –o incluso infantil si se quiere- las tramas están repletitas de maldades de una crueldad tal que hoy en día sólo es imaginable en historias con clara vocación provocadora, de esas que buscan el escándalo a toda costa. En fin, otra época y otro mundo.
(Historia del cómic, cap. 4)
¿Y el resto qué...?domingo, 16 de septiembre de 2007
Versión doblada VS versión original
Para darse cuenta de qué forma el doblaje adultera al original basta con comparar una versión y otra. O mejor aún, comparar el doblaje al que estamos acostumbrados con uno ajeno, con el de, por ejemplo, algún país hispanoamericano.
Hagamos la prueba con una genial escena extraída de la no menos genial Pulp Fiction:
Como la vimos aquí
Como se rodó
Como la vieron acá (México)
En fin, creo que los hechos hablan por si solos.
martes, 11 de septiembre de 2007
De la "Historia del cómic": Tarzán
(Cap. 4 de la Historia del cómic)
¿Y el resto qué...?domingo, 9 de septiembre de 2007
Death Proof de Quentin Tarantino
Tarantino nos ofrece en Death Proof una película divida en dos episodios bien diferenciados -o si se quiere dos películas en una- que con Kurt Russell como único nexo común le sirve para hacer el ya habitual pastiche-homenaje de turno, ahora de esas películas setenteras plenas de violencia, persecuciones y sexo que se proyectaban en los Grindhouses o salas dedicadas al cine de bajo presupuesto. Y es que como ya se ha apuntado en muchas ocasiones, la formación cinematográfica de Tarantino se forjó con la contemplación exagerada de este tipo películas, de las cuales se tragó lo que no está en los escritos. Pero lo que no se ha dicho tanto, y tal vez sea necesario recordar, es que su formación se enraiza, además, y con igual profundidad, en el clasicismo más puro, lo que sin duda otorga a sus films un poso que ni en sueños alcanzarán nunca los de su epígono Rodríguez. Porque aunque en estética y argumento Death Proof remite al “explotaition”, lo cierto es que su manejo del ritmo y la tensión cinematograficos lo empareja más bien a directores como Howard Hawks, cuyo catecismo, por cierto, constaba de diez mandamientos de los cuales los nueve primeros exigian la estricta observancia del deber de no aburrir.
Pero si por algo sobresale la última película del director de Knoxville es fundamentalmente por la forma prodigiosa en la que juega con las expectativas creadas en el espectador, al que lleva siempre por donde quiere, haciendole creer que tal vez lo inevitable termine por no pasar sólo para que justamente cuando menos lo espera acabe sucediendo. Sin hablar del no menos inesperado giro argumental de la segunda parte del metraje. Una habilidad que recuerda directamente al Hitchcock de Psicosis (otra muestra antológica de cómo manipular–honradamente- al espectador), lo cual son ya palabra mayores.
Y a todo esto hay que añadir además, como ya he dicho antes, unos diálogos que aunque posiblemente sean algo menos ingeniosos que en otras ocasiones, saben transmitir esa sensación de verismo y credibilidad que sin duda llenan de matices a sus personajes. Porque en las películas de Tarantino las situaciones y argumentos pueden ser todo lo kitch que se quiera -herederas, sin duda, de los códigos narrativos propios de los géneros a los que quiere homenajear- , pero sus personajes son siempre, y antes que nada, seres humanos que hablan y se interesan por las mismas cosas, importantes o banales, que cualquiera de nosotros. Algo a lo que contribuye, claro esta, la soberbia interpretación de todo el elenco femenino –muy monas ellas- y la de un memorable Kurt Russell verdaderamente inquietante.
Por último, un consejo: haced el esfuerzo y prestad atención a los curiosos autohomenajes de los que esta plagado el film, que incluso recupera al Marshall texano y a su hijo nº 1 de la segunda parte de Kill Bill. Ahí teneis otro buen entretenimiento, el de descubrir las alusiones a sus anteriores películas, para disfrutar aún más del espectáculo.
Pues nada, Tarantino en estado puro, o sea, una delicia para sus fans –entre los que me cuento- y un peñazo –supongo- para sus detractores.
Os dejo con el trailer y alguna secuencia memorable.
sábado, 8 de septiembre de 2007
Homenaje a Luciano Pavarotti... y James Brown
¿Y el resto qué...?
miércoles, 5 de septiembre de 2007
De la "Historia del cómic": Krazy Kat
(Cap. 2 de la Historia del cómic)
¿Y el resto qué...?martes, 4 de septiembre de 2007
Superhéroes
Alex Ross
Neal Adams
Bill Sienkiewicz
Y de extra: Jerry Siegel
¿Y el resto qué...?lunes, 3 de septiembre de 2007
Will Eisner
La génesis de Contrato con Dios
...el agua de Principe Valiente
Un escritor que escribe con dibujos
¿Y el resto qué...?
sábado, 1 de septiembre de 2007
Crumb según Terry Zwigoff
"No has aprendido a trampear todavía..."
¿Y el resto qué...?
domingo, 26 de agosto de 2007
Cine,cine, cine...
Chaplin, Keaton, Lloyd… el turno de Groucho
… Y sus hermanos
Y si entre cómicos anda el juego…
Eso sí, un cómico con problemas existenciales
Monólogos y diálogos geniales
Más Kazan, más Brando… más La ley del silencio
Cita con el musical
Y cómo no, para terminar, el clásico de clásicos
viernes, 24 de agosto de 2007
Arkham Asylum, de Grant Morrison: Batman es sólo un hombre
Los locos de Arkham se han levantado en armas y ahora controlan, con el Joker a la cabeza, la legendaria institución psiquiátrica amenazando con despellejar a todos los trabadores del lugar si no se cumplen sus demenciales reivindicaciones, es decir, si no les sirven en bandeja de plata a Batman. Y Batman, que para eso le pagan, presto se apresta al juego. Pero que conste que no lo hace por altruismo o porque quiera salvar la vida de los pobres inocentes allí retenidos; no, no, por eso él ni se molestaría, él va porque teme que “cuando entre en Arkham y se cierren las puertas tras de mí, sea como llegar a casa”. Vamos, que lo único que le importa es comprobar si está o no loco. Lo cual, en vista de cómo viste y de la profundísima razón que ha encontrado para encerrarse con los más exquisitos psicópatas de Gotham, tampoco es que debiera provocarle muchas dudas. En fín, pues eso, que allí se aventura, feliz, Batman a la casa de los locos.
Mientras tanto, la narración, en una impresionante alarde técnico de Morrison, se desdobla y nos cuenta el origen del asilo y la suerte de su fundador, Amadeus Arkham, un personajillo acuciado por el estado de demencia en el que murió su madre y la sospecha y el miedo de haber heredado su mismo mal. Así que para distraer la mente al bueno de Amadeus no se le ocurre otra cosa que inaugurar un sanatorio mental. Y no crean que no le funciona el truco, pues tan distraído anda en estas labores que ni presta atención cuando le comunican que un peligroso psicópata, al que trató en el pasado, ha escapado en la vecina Metrópolis. La consecuencia de tan execrable dejación del deber es, inevitablemente, la violación y muerte de su mujer e hija (a qué me suena esto, tío Ben). Pero el hombre, muy profesional, no deja que este percance destruya su proyecto y finalmente consigue abrir las puertas de Arkham Asylum. Después quema al asesino de su familia y se vuelve tan majara que le acaban por dar su propia habitación en Arkham...
A todo esto, Batman y los internos deciden entretener las horas jugando al escondite, lo que pone al hombre murciélago a límite de sus fuerzas –recordemos que él nunca tuvo infancia y por tanto no está acostumbrado a estos trotes- y de paso sirve a Morrison para descubrirnos que, pásmense, el enmascarado no es más que un hombre. Sí, sí, no es un murciélago gigante superinteligente, es sólo un hombre; como una cabra, pero un hombre. Porque esa es la otra profundísima conclusión a la quería llegar el genio escocés; que el bueno de Wayne esta para internarlo en Arkham y tirar las llaves donde ni Salinas las pueda encontrar. Algo que no termina por suceder, pues al fin y al cabo, a qué darle tanta importancia si en verdad todos estamos como un cencerro. Y tú que lo disfrutes con salud (mental), Grant Morrison.
Una idea, la del tebeo, que de todas formas ni siquiera es excesivamente original, pues lo que se viene a hacer aquí con Batman es algo muy parecido a lo que ya hiciera con mucho más tino y sentido común Moore –el verdadero genio- con el comisario Gordon en La broma asesina.
Pues nada, que lo único que se salva de la quema son las pinturas de Dave McKean, el de las portadas de The sandman. El resto, infumable cual cogollo macho de maría.
Puntuación: 4
jueves, 23 de agosto de 2007
Más ¡Qué grande es el cine!
Dos formas bien distintas de ceguera amorosa
No sé que tiene este hombre, que está en todas
Ya está bien de tantas palabras
Y si nos pasamos al mudo…
(Esta en dos partes)
Y para acabar, otro clásico entre los clásicos
¿Y el resto qué...?
Ice Haven, de Daniel Clowes: La vida en viñetas
Un tebeo perfecto. Y no tengo más que decir.
Puntuación: 10
¿Y el resto qué...?
miércoles, 22 de agosto de 2007
Auschwitz, de Pascal Croci
Creo que fue William Styron quien, por voz de un personaje de su novela La decisión de Sophie, señaló que cualquier obra relacionada con el holocausto judío está destinada al éxito. Y es que resulta difícil no sentirse atraído por uno de los episodios más crueles y sobrecogedores de la historia de la humanidad. Sin embargo yo apostaría doble contra sencillo a que este Auschwitz de Pascal Croci no está precisamente llamado a engrosar la lista de obras memorables que tan delicado tema ha generado.
Croci, a diferencia de Spiegelman –la referencia es inevitable- apuesta por ilustrar su historia con un dibujo detallado y realista que logra imprimir a la narración un fuerte aroma documental. Desgraciadamente, también a diferencia de Spielgelman, estropea cualquier atisbo de veracidad por culpa de un excesivo énfasis en los gestos, lo que hace de Auschwitz un molesto catálogo de rostros desencajados, de miradas fuera de orbita y bocas descoyuntadas; un subrayado de emociones que en nada necesitan unos hechos por sí mismos de gran elocuencia. Pero si esto no bastara, Croci es además incapaz de superar los clásicos tópicos del subgenero, llegando incluso a copiar -homenajear dirá él- materiales de La lista de Schindler, como el niño que profetiza cruelmente el destino de los judíos pasándose el dedo por el cuello. Y no es que esperara encontrar algo distinto –de qué puede si no tratar un álbum titulado como éste- pero tampoco que absolutamente todo me suene a ya visto, a sucesión de lugares comunes que no aportan nada. Ya sabéis a que me refiero: la traumática separación de las familias, el tiro en la nuca a sangre fría al judío que se revela y exige no ser tratado como un animal, el Kapo que se aprovecha de su situación ventajosa o el horror de las duchas de gas. Y para mayor desgracia, la historia de la niña que sobrevive a aquellas, tomada de un testimonio real del documental Shoah, de Claude Lanzmann, resulta tan inverosímil que más que emocionar da risa. Por no hablar, que ya parece excesivo, de algún que otro monólogo sobre la naturaleza del odio que rechina a panfleto bienintencionado.
En fin, contadas así las cosas parece difícil recomendar su lectura, pero ojo, el dibujo documental de Croci tiene la suficiente fuerza como para compensar algunos –sólo algunos- de estos defectos y hacer que el sabor de boca final no sea del todo amargo. Es decir, que aunque definitivamente no os lo voy a recomendar, tampoco os lo desaconsejaré: haced lo que vuestro instinto os sugiera. Total, que os quedáis igual que antes de leer mi reseña; para que vayáis aprendiendo a seleccionar mejor lo que leéis.
Puntuación: 6
¿Y el resto qué...?
martes, 21 de agosto de 2007
¡Qué grande es el cine!
Por cierto, se admiten sugerencias (mientras estén localizables en el YouTube, claro).
Como lágrimas en la lluvia
O Like tears in the rain si prefieren
Más lluvia, pero ahora feliz
Y ya que nos ponemos a cantar y bailar…
Pongamos ahora serios… y violentos… y tiernos
Más Brando, por favor
Ahora un poquito de música clásica para relajar
De la selva al desierto
Y del desierto al mundo antiguo (en dos partes)
Y para acabar por hoy, un clásico entre los clásicos, uno de los más grandes iconos del siglo XX
Pues nada, que prometo retomar la recién nacida sección.
lunes, 20 de agosto de 2007
Pero... ¿de qué diablos va Watchmen?
Y lo siento, pero frente a tan inaceptable afirmación (sobre todo porque es una exageración mía un tanto demagógica) no puedo permanecer callado; Watchmen no sólo no va de nada, sino que si es tan complicado identificar su argumento principal es precisamente debido a su complejidad temática: el cómic no tiene un motivo primordial sino que gira en torno a varios ejes que difícilmente admiten esa jerarquización que permita decir que va de esto o de lo otro: la verdad de Watchmen es que va de muchas cosas.
Así que, ya que no puedo escribir nada original, trataré al menos de hacer una enumeración de todas esas temáticas de las que habla la obra maestra de Moore y que en algún que otro momento han sido ya señaladas como “su verdadero significado”. A ver si así logro que nunca más se diga que eran pocas las nueces para tanto estruendo. Vayamos con ello:
LA IMPOSIBLIDAD DE LA UTOPÍA
Obviamente el motivo fundamental de Watchmen, el verdadero argumento escondido tras tantos fuegos artificiales. El cómic al completo es la crónica de la preparación de esa utopía aparentemente triunfante, al mismo tiempo que una profunda meditación sobre su carácter temporal y su inevitable fracaso a largo plazo. Da igual cuánto nos esforcemos por hacer del mundo un Edén perfecto, al final todos los sacrificios están destinados a ser barridos por la corriente natural de la historia, por esas fuerzas sin alma ni conciencia que rigen este mundo sin creador, este reloj sin relojero. Lo dijo Manhattan, nada termina nunca. Lo lamentó Nixon, tantas cosas dependen del viento…
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que la autentica intención de Moore es dar respuesta a esta espinosa cuestión. Porque, qué más da si la utopía es o no duradera –aunque no lo sea, seguramente proporcionará algunas cuantas décadas de paz y prosperidad- , cuando lo realmente importante es saber si para alcanzar ese paraíso valen todos los atajos o si el propio camino ha de ser ya parte del paraíso; si ha de fundamentarse en los mismos valores que pretende promulgar o si es necesario que se apoye en aquellos males que quiere erradicar. Este dilema recorre de arriba abajo todas las páginas del tebeo y debe ser enfrentado por todos y cada uno de los personajes que conforman el plantel protagonista. La conclusión a la que llegan, obviamente, es que sí, que el fin justifica los medios. Lo dice Ozymandias, un problema intratable no se puede tratar con soluciones convencionales. Vale, después de todo, la mejor forma de desatar el nudo gordiano es cortarlo, pero ¿esto no es hacer apología de la trampa? Sea como fuere, sin duda antes de ponernos a construir utopías, antes de comprobar si resiste o no los embates del viento, es necesario que concluyamos con qué materiales queremos construirla. He aquí el verdadero tema de Watchmen.
No, no, no, todo eso no es más que palabrería, retórica barata destinada a oscurecer más que aclarar la verdadera cuestión de Watchmen, que no es otra que el fin de la historia, la unificación de la humanidad. Es absurdo preguntarse por la caducidad de la utopía o sobre qué cimientos se sostiene si aun no sabemos en que consiste. Por eso Moore va a dedicar sus doce capítulos a dejárnoslo bien claro: la utopía debe poner fin a la historia, debe acabar con todas las diferencias, todos los conflictos, todas las guerras (… un plan para acabar con la guerra). Es decir, la utopía debe unir el mundo bajo una sola raza y una sola nación, la humanidad. Este es el verdadero significado de esas manecillas que se van acercando poco a poco, reduciendo la distancia que las separa: anunciar, con su unión, la unión de la humanidad toda. Porque este ha sido el sentido de la historia siempre, el sentido de todos los esfuerzos y sacrificios realizados por el hombre en sociedad desde que es hombre, incluso los más crueles y brutales, alcanzar la unión de todos. Y de eso va, pese a quien pese, Watchmen.
EL HOMBRE NUEVO
Por dios, cuanta tontería hay que leer. Ozy no sólo no quiere poner fin a la historia, sino que en verdad pretende iniciar una etapa nueva, pero una etapa que se define más que por la eliminación del antiguo orden, por la aparición de un hombre nuevo. El nuevo orden solo debe poner las condiciones necesarias para la creación de ese nuevo ser humano, de un ser humano que es conciente de sí mismo, que cuida su salud y su cuerpo, que es amo de su destino y que conoce el papel que cumple en el mundo, pero sin delegar por ello su responsabilidad en los demás (vease El método Veidt). Porque al fin, ningún sistema ni organización social que aspire a la utopía tiene sentido si no se fundamenta en el mejoramiento de la condición humana. Veidt es consciente de ello, por lo que subordina todos sus esfuerzos a lograrlo. De hecho, el nuevo mundo surgido tras la muerte de media New York no es más que el primer paso, sin duda necesario, hacia la verdadera utopía. Así lo afirma Ozy: “…he salvado a la tierra del infierno, ahora la guiaré hacia la utopía.” Es decir, la utopía aun no ha sido alcanzada. Por tanto, queda claro, sólo este puede ser el argumento central de Watchmen.
¿QUIÉN CREA EL MUNDO?
O hasta qué punto somos responsables de nuestros actos. Porque si la sociedad es ese sistema complejo en el que cada acción, cada decisión, cada casualidad, puede tener consecuencias imprevisibles; si por un clavo se puede perder un reino, o por una correa de un reloj que cede en el momento más inoportuno se puede alterar el orden mundial para siempre, ¿cómo podremos sentirnos responsables de nada cuanto ocurre a nuestro alrededor? ¿Cómo no sentirnos títeres del destino y la fatalidad? Es decir, tal cual se siente el mismísimo Dr. Manhattan, que gracias a su particular percepción del tiempo sabe y es consciente de lo ilusorio del libre albedrío. Al contrario de lo que piensa Ozy, que lo cree esencial en cualquier vida digna. Esta percepción de la responsabilidad es lo que diferencia las actitudes de los dos personajes más influyentes del cómic: aun siendo Manhattan el hombre más poderosos sobre la tierra, su actitud es siempre pasiva y su influencia sobre la misma se reduce al uso que de él hace el gobierno norteamericano. Sin embargo es Veitd, que no posee ningún poder especial pero cree en su libertad y, por tanto, en su responsabilidad, quien consigue moldear a voluntad el mundo. Y precisamente es para esto, para aumentar la independencia y la responsabilidad del hombre, por lo que Ozy monta la que monta. Lo dice frente a los televisores mientras hace su diagnostico del mundo: “… imágenes infantiles… deseo de liberarse de la responsabilidad…”. Y lo repite en la entrevista que concede a Nova: "Creo que hay gente que desea, aunque sea subconscientemente, el fin del mundo. Quieren librarse de la responsabilidad de tener que mantener ese mundo.” Igual que todos aquellos que no quieren ver aquí el verdadero leit motiv de Watchmen.
EL TIEMPO
“Siempre te amaré”, mientras miento, la oigo gritarme en 1963; sollozando en 1966. Mis dedos se abren y la fotografía cae…
Nostalgia, relojeros (watchmen), hombres del minuto, el pasado, el presente y el futuro, la historia… indudablemente el tiempo. Más que el tema fundamental del cómic, su principal protagonista. Porque de esto sí que va Watchmen, de la estructura del tiempo, de los efectos de su paso, de cómo marchita las ilusiones, de cómo vuelve vanos todos los esfuerzos… Sí, sí, el único capaz de desbaratar los planes de Ozy, porque nada acaba nunca… ¿Por qué si no habría de tener el cómic una planificación tan dependiente del flash back? En fin, podemos dejar de buscar, hemos encontrado lo que queríamos.
LA FRAGILIDAD DE LA VIDA
“ Vamos… sécate las lágrimas, porque eres vida, más rara qué un quark y más improbable que los sueños de Heisenberg…”
Esta es la verdadera consecuencia de todo el rollo anterior, y por tanto el meollo del cómic, porque si la utopía no es posible, si el mundo será siempre un lugar horrible, y el nuevo hombre jámas hará acto de presencia, si todo vale con tal de conseguir lo deseado, pero al fin incluso esto da igual porque el mundo es tan complejo que no podemos ser más que marionetas que el tiempo se encargará de destruir, si todo esto es cierto, entonces la vida es un autentico milagro y como vida que somos, nada nos puede importar más. Y se acabó.
EL VACÍO DE LA EXISTENCIA
Os vais acercando, pero aun os faltan redaños para quitarle las últimas capas a la cebolla y enfrentaros a la verdad desnuda, porque “incluso eso es evitar el verdadero horror. El horror es que al final, sólo es un dibujo de una negrura vacía sin sentido. Estamos solos. No hay nada más.” Este es el abismo que devuelve la mirada, el que nos agarra por las solapas y nos obliga a ver que la utopía, la historia, el destino, la responsabilidad, la fragilidad, todo, absolutamente todo, existe sólo en nuestra imaginación. Y esto es lo que realmente pretende y logra Watchmen, recordarnos que no son más que manchas sin significado.
LA HUMANIZACIÓN Y DESMITIFICACIÓN DEL SUPERHÉROE
Si todo lo anterior fuera lo más importante en Watchmen, para qué usar superhéroes, por qué plantearse cuestiones tan sesudas en un cómic de género. Obviamente porque el motivo principal del tebeo, y, reconozcámoslo, el primero que todos sin excepción aceptamos antes de empezar tanta relectura pedante, es el de la humanización y desmitificación del superhéroe. Salta a la vista que Moore quería presentarnos a los superhéroes como nunca antes –excepción hecha, tal vez, del Supergrupo de Jan- los habíamos conocidos: una panda de golfos, maleantes y salidos; cínicos, crueles, desquiciados, megalómanos, cobardes e incluso feos, tripones y malolientes; unos superhéroes que, sin ser villanos, no son ni super ni héroes. Son humanos. Humanos en situaciones extrañas, pero humanos al fin y al cabo. Palabra de Moore.
LA HISTORIA DE GÉNERO
Bien, ya nos hemos lucidos, ya hemos demostrados lo listos que somos y lo mucho que hemos leído, así que bajemos a la tierra y reconozcamos que Watchmen es fundamentalmente una historia clásicas de héroes de toda la vida, de esos que quieren salvar al mundo, con su malo malísimo y sus planes de opereta para conquistarlo todo, con sus investigaciones y peripecias extraordinarias que jamás podrán suceder en la vida real. No me extraña que los pedantes de turno se acaben sintiendo decepcionados con el final del cómic; esos quisieran que no hubiera en Watchmen ninguna pelea, ningún plan que desbaratar, ni héroe alguno, ni, ya puestos, nada de lo que es propio del género. Pues lo siento, pero que os quede bien claro, Watchmen es ante todo un tebeos de superhéroes. Eso sí, un gran tebeo de superhéroes.
LA HISTORIA DEL GÉNERO
Ni tanto, ni tan calvo. Indudablemente Watchmen es un tebeo de superhéroes, pero su intención real es hacer un repaso a la historia y evolución del género, de forma que sirva al tiempo de homenaje y crítica a los mismos. No es casualidad que los primeros aventureros aparezcan en 1938, fecha de publicación de las primeras aventuras de Superman, coartando así, de paso, el desarrollo de este mismo tipo de cómics dentro de la ficción, que serán sustituidos por las historias de piratas. Algo lógico, sobre todo si tenemos en cuenta que hablamos de un tipo de literatura de evasión que, una vez transformada en realidad, carece por completo de justificación. Y es que Watchmen es la historia de los superhéroes hecho mundo, en donde cada nueva oleada de justicieros se corresponde a una edad real del género: los Minutemen representan la edad de oro, con su gusto ingenuo y romántico por la aventura. Los Manhattan, Ozy, el nuevo Buho Nocturno, Sally Júpiter o Rorschach, que inician su actividad a partir de la década de los sesenta vendrían a ser la edad de plata, unos superhéroes un poco más complejos, con motivación más difusas. El retiro de Veidt y el Acta de Keenes, por lo visto –lo he leído aquí- vendrían a simbolizar la crisis de ventas de los 70 y la cancelación de colecciones. Y paradójicamente, los propios personajes de Watchmen simbolizan, en general, la evolución que tomarán estos a finales de los 80 e inicio de los 90: antihéroes oscuros, violentos, marginales y con una creciente carga sexual.
Vamos, que leyendo Watchmen uno se queda al día de todas las tendencias por las que ha pasado y pasará el género. Ese era su cometido, a decir verdad.
LA HISTORIA DE PERSONAJES
Pues ni una cosa ni otra; la verdadera fuerza de Watchmen, la que la convierte en la obra maestra que sin duda es, reside en su genial estudio de personajes: media docena de protagonistas a cual más fascinante e inolvidable, que constituyen cada uno un modelo distinto de los diversos tipos de superhéroes posibles. Pero la maestría de Moore es tal que todos trascienden su condición arquetípica para alcanzar una densidad psicológica digna del más complejo de los seres humano. Pues sí, aciertan aquellos que piensan que el argumento es insuficiente en Watchmen, que los temas están pobremente desarrollados, porque en verdad todas las vicisitudes y giros del tebeo son excusas para que sus personajes manifiesten su arrebatadora personalidad, haciendo que la vida bulla en sus páginas como pocas veces lo ha hecho en un tebeo de superhéroes. La prueba del nueve de este razonamiento: intenten responder a la pregunta de cuál es el personaje más carismático de Watchmen, quién es su protagonista, Rorschach, El comediante, Ozymandías, o el Dr. Manhattan tal vez. Imposible elegir. Imposible negarse a la evidencia.
En fin, argumentos, temas y significados para todos los gustos en una obra que es muchísimo más que un alarde de recursos técnicos. Eso sí, en mi opinión, como ya he apuntado más arriba, tiene el problema de ser una obra muy sugerente, que abarca demasiado, pero que, al igual que esta reseña, profundiza muy poco. Y no porque sea superficial en lo que apunta de cada uno de estos temas, sino porque generalmente se queda en un simple esbozo, sin poder ir, tal vez por falta de espacio, un poco más allá. Pero es que nada, ni siquiera Watchmen, puede ser perfecto.