miércoles, 27 de enero de 2010

Celda 211: ¿Quién vigila a los vigilantes? o Los reclusos somos gente honrada.

Antes de sacar el bisturí, remangarme y ponerme manos a la obra trataré de dejarlo bien claro: la película me ha gustado. Incluso en algunos momentos me ha gustado mucho. Digo esto porque seguramente en el transcurso de mi reseña no me quede más remedio que despellejarla de mala manera, así que si eso sucede quiero que tengáis siempre presente que lo hago en el buen sentido, con mucho amor y con mucho cariño. Y es que no voy a negar que Celda 211 es una película que divierte, que emociona a ratos, que solivianta el ánimo y que indigna contra quienes ejercen la autoridad y el poder única y exclusivamente como forma de abuso hacia los más desprotegidos. Vale. Pero no es menos cierto también que es una película que puede llevar a engaño. Porque tiene factura y presentación de cine social, de cinema verité, de esa clase de cine que toma por asalto la realidad y la muestra sin tapujos, arreando le duela a quien le duela y caiga quien caiga. Pero en verdad no es ni lo uno ni lo otro: Celda 211 es cine de género y nada más. Eso sí, buen cine de género, que tampoco es poco.

La historia se inicia el día en que Antonio, tras largos años de malos tratos, carga la mano más de la cuenta y mata al fin a Pilar, con lo que inevitablemente da con sus huesos en el penal de Zamora. Allí su situación es dura y llena de calamidades. Y más aun cuando le diagnostican un cáncer de garganta que le deja la voz más rota que la de Louis Armstrong, alias Satchmo, tras una noche de borrachera. Pero Antonio, alias Malamadre, es fuerte y pese a la mucha pena que le embarga consigue encauzar por el buen camino su nueva vida entre rejas: se rapa el poco pelo que le queda, se deja crecer una barba un tanto desaliñada que le da aspecto de pordiosero, hace pesas de 9 a 15 todos los días, se tatúa alguna que otra telaraña en el bicep braquial derecho, estudia el cheli del Pozo del tío Raimundo por las tardes y ya de paso y como quien no quiere la cosa se hace el amo del cotarro (o el Amo del Calabozo, para los nostálgicos de Dragones y Mazmorras). Pero además Antonio, como ya sabemos de la primera parte, se gasta una mala hostia que ríete tú del Charles Manson ese, por lo que no se le ocurre otra forma de entretener su tiempo que liderando un motín justamente el día en que toma la alternativa como funcionario de prisiones Alberto Ammann, alias Calzones, alías Lope de Vega. Circunstancia esta que es aprovechada por sus nuevos compañeros de trabajo -los de Lope, no los de Antonio- para gastarle la preceptiva novatada y dejarlo al albur de los caprichos de Antonio y sus secuaces cabreados. Pero Lope, como ya demostrara en sus comedias, tiene un gran sentido del humor y les sigue la gracia transformándose en un recluso más. Qué digo en uno más; en el favorito de Malamadre –pobre Tachuela, alias Tachuela- al que por más que lo quiera disimular se le nota muchísimo que es el Antonio de Te doy mis ojos cuando sólo es capaz de imaginar a Lope como autor de un crimen si es a condición de ejecutarlo arrebatado por los celos, verdugo y victima al tiempo del clásico crimen pasional. Vamos, que cree el maltratador que todos son de su misma condición.


A todo esto, los reclusos de ETA leen y afilan lápices, lo cual mosquea mucho a la organización terrorista y al gobierno vasco; las autoridades competentes mandan a los GEOS y a un señor bajito con gafas que nunca levanta la voz ni dice una verdad mientras que los funcionarios se la pasan apalizando, sin hacer distinciones, a confidentes, peluqueros y mujeres embarazadas, con la mala fortuna de que esta última resulta ser la mujer de Lope, la cual, en señal de protesta por la situación de su marido, decide morirse. Y claro, llegados a este punto la cosa se pone seria, Lope abandona la comedia y se pasa al drama; para que nadie piense que va de farol le rebana el pescuezo a Resines, en parte también como represalia por su pésimo papel en Los Serranos y consigue convencer a Antonio Malamadre para que todos se dejen matar como buenos amigos. Menos un indio, que dispara puñales por la espalda con una repetidora de bolsillo que el mismo se ha fabricado y que resulta no ser tal indio sino el cuñado de Penélope Cruz. Y una vez todos muertos, la película se acaba.

En fin, un buen guión, con buenos personajes, que sin embargo peca unas veces de tópico y otras de maniqueo, dejando cierto regusto a ya visto, tal vez a imitación del cine comercial americano o a La estanquera de Vallecas, según se mire, pero sobre todo que obliga al espectador a plantearse cuestiones tan urgentes y tan necesarias como qué le habrán hecho a estos señores -novelista, guionista y director- los funcionarios de prisiones para que los traten y los retraten con tanta mala sangre.

Por algo será que llevo todo este tiempo evitando escribir (y eso que me he dejado en el tintero la alusión al panóptico de Bentham que tanto apasionaba a Foucault).


¿Y el resto qué...?

miércoles, 20 de enero de 2010

¡Qué grande es el cine musical!

Dedicado a todos aquellos -o aquellas- a los que no les gusta el cine musical. A ver si tienen narices de mantener sus gustos despues de ver, oir y gozar estos números.


































¿Y el resto qué...?

martes, 19 de enero de 2010

Watlzing Matilda

Hay que ver el juego que dan y el recorrido tan imprevisible que hacen determinadas canciones. Claro, en este caso no estamos hablando de una cualquiera: Waltzing Matilda es una canción popular tirando a mítica que incluso ha alcanzado la consideración de himno no oficial de Australia. Pero aun así no deja de sorprenderme los muchos usos y las muchas encarnaciones y reencarnaciones que ha adoptado a lo largo del tiempo. Repasemos algunas de las más accesibles:

Por supuesto si salgo ahora con Waltzing Matilda es porque Orange nos viene arreado fuerte con ella desde el verano.



Pero sobre todo porque esta canción servía de cabecera, con la letra cambiada, a una de mis series favoritas en la infancia.




Vista así -o mejor oída- con tanto niño, puede llegar a parecer un tema puramente infantil. Pero no, también la han cantado los adultos:



Incluso hay quien ha preferido prescindir del tono desenfadado y apostar más por los matices emotivos:



O ya puesto, hasta hay quien directamente ni la ha cantado siquiera:



En fin, versiones para todos los gustos de un clásico imperecedero.


Once a jolly swagman camped beside a billabong,
Under the shade of a coolibah tree,
And he sang as he watched and waited 'til his billy boiled
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me?"

Waltzing Matilda, Waltzing Matilda
You'll come a-Waltzing Matilda, with me
And he sang as he watched and waited 'til his billy boiled
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me?"

Down came a jumbuck to drink from the billabong,
Up jumped the swagman and grabbed him with glee,
And he sang as he stowed that jumbuck in his tucker bag,
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me".

Waltzing Matilda, Waltzing Matilda
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me"
And he sang as he stowed that jumbuck in his tucker bag,
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me".

Up rode the squatter, mounted on his thoroughbred,
Down came the troopers, one, two, three,
"Where's that jolly jumbuck you've got in your tucker bag?"
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me".

Waltzing Matilda, Waltzing Matilda
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me"
"Where's that jolly jumbuck you've got in your tucker bag?",
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me".

Up jumped the swagman, leapt into the billabong,
"You'll never catch me alive," said he,
And his ghost may be heard as you pass by the billabong,
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me".

Waltzing Matilda, Waltzing Matilda
You'll come a-Waltzing Matilda, with me
And his ghost may be heard as you pass by the billabong,
"You'll come a-Waltzing Matilda, with me?"


"Una vez un alegre vagabundo acampó junto a un meandro,
Bajo la sombra de un eucalipto,
Y cantaba mientras miraba y esperaba que su tetera hirviera.
"¿Quién vendrá a vagabundear conmigo?"

A vagabundear, a vagabundear
¿Quién vendrá a vagabundear conmigo?
Y cantaba mientras miraba y esperaba que su tetera hirviera
"¿Quién vendrá a vagabundear conmigo?"

Y así llegó una oveja a beber del meandro,
Saltó hasta ella y la agarró con alegría,
Y cantaba mientras escondía la oveja en su alforja,
"Tú vendrás a vagabundear conmigo".

A vagabundear, a vagabundear
"Tú vendrás a vagabundear conmigo"
Y cantaba mientras escondía la oveja en su alforja,
"Tú vendrás a vagabundear conmigo".

Cabalgó el colono, montado en su pura sangre,
Y así llegaron los soldados, uno, dos, tres,
"¿Dónde está la alegre oveja que usted tiene en su alforja?"
"Tú vendrás a vagabundear conmigo".

A vagabundear, a vagabundear
"Tú vendrás a vagabundear conmigo".
"¿Dónde está la alegre oveja que usted tiene en su alforja?"
"Tú vendrás a vagabundear conmigo".

Brincó el vagabundo, saltando hacia el río,
"Nunca me capturaréis vivo", gritó él,
Y su fantasma puede ser oído al pasar por el meandro,
"¿Quién vendrá a vagabundear conmigo?"

A vagabundear, a vagabundear
"¿Quién vendrá a vagabundear conmigo?"
Y su fantasma puede ser oído al pasar por el río,
"¿Quién vendrá a vagabundear conmigo?"
¿Y el resto qué...?

domingo, 17 de enero de 2010

¿Por qué debería volver a escribir?

"... ¿Por qué escribo? Porque tengo que explicarme el mundo. Porque tengo que dejar constancia de lo que he visto y lo que he sentido, de lo que he escuchado y lo que he leído, de lo que he amado y he sufrido. Porque es lo que me rescata del tedio cuando me encierro, a solas, ante esta pantalla sucia, frente a estas teclas borradas. Escribo porque me cuento historias a mí mismo y me transmito sueños.

Escribo porque es lo único que sé hacer como sólo yo lo hago.
"

Amén.

¿Y el resto qué...?

lunes, 11 de enero de 2010

If, if, between, between

Hoy les he contado el chiste en clase de inglés a mis alumnos y he conseguido que se rían. De mí; del chiste ni por asomo...

¿Y el resto qué...?

domingo, 3 de enero de 2010

Guerra Mundial Z, de Max Brooks


Parece mentira que un libro con esta temática pueda ser tan, pero tan jodidamente bueno. Si no fuera porque estoy en mi periodo de silencio prolongado hasta le escribiría una reseña.
¿Y el resto qué...?

¡¡¡Joder, cómo ha cambiado el cuento!!!

Creo que se podría escribir una larga y muy profunda parrafada desmenuzando todas las implicaciones sociológicas del fenómeno, pero como no tengo ni ganas ni fuerzas, lo mejor que se me ocurre para que os hagaís una idea precisa de lo que me evoca la canción es, si me permitís la grosería y la vulgaridad, contaros el viejo chiste de Caperucita roja y el lobo. Dice algo así:

El lobo: Caperucita, Caperucita, ¿adónde vas con tu cestita?
Caperucita: A lavarme el coño en el río, ¿algún problema?
El lobo (a cuadros): ¡¡¡Joder, cómo ha cambiado el cuento!!!

Eso sí, admitamos que en este caso al menos el cambio es para bien.


¿Y el resto qué...?