lunes, 14 de diciembre de 2009

Preguntas ocasionales

Supongo que como últimamente no escribo demasiado por aquí todos os estareis preguntando en que empleo mi tiempo. Pues bien, en atención a vuestras preocupaciones os diré que llevo un tiempo enfrascado en la revisitación, por su puesto en versión original con subtitulos, de mis películas favoritas. Ante mis pupilas han desfilado ya films de la talla de El buscavidas, Anatomía de un asesinato, Irma la dulce, 2001, Odisea espacial, El hombre elefante, El hombre que pudo reinar, El tercer hombre, El hombre tranquilo, El hombre del brazo de oro, Luna nueva... El caso es que la semana pasada me he juntado por azar con la trilogía del Padrino, con Tarde de perros y con Sérpico. O sea, sobredosis de Pacino. Y claro, la pregunta era inevitable:

¿Por qué grita tanto Pacino?

A) Por exigencias del guión

B) Porque le irrita la interpretación de sus compañeros de reparto

C) Porque no tiene otro registro interpretativo

D) Para que le oigan bien los espectadores de la fila del fondo

Son las hipótesis de trabajo que vengo manejando y que esta semana trataré de contrastar con Pánico en Needle Park, Looking for Richard, El precio del poder y Atrapado por su pasado. Ya os contaré a que conclusiones llego. Si es que llego a alguna; la cuestión es profunda y compleja y posiblemente termine por desbordar mis reducidas capacidades analíticas.


("No te pases ni un pelo, Fredo, no te pases ni un pelo...") ¿Y el resto qué...?

domingo, 13 de diciembre de 2009

Justicia insuficiente

Me repugna esta forma de entender la justicia. No es la que se merece este individuo. Y lo más triste del asunto es que posiblemente jamás llegue a conocer la que verdaderamente le corresponde.

¿Y el resto qué...?

martes, 8 de diciembre de 2009

lunes, 7 de diciembre de 2009

Pensamientos ocasionales: La vida es injusta...


... , y aunque en el fondo todos sabemos que no, necesitamos creer que sí.



-Yo mismo mientras veo el Kings VS Heat-
¿Y el resto qué...?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Más nostalgia televisiva

PROGRAMACIÓN DEL 16 DE NOVIEMBRE DE 1985

11,00 LA BOLA DE CRISTAL
...
15,35 DAVID EL GNOMO
...
18,05 LOS SABIOS
...
19,30 EL EQUIPO A
...

¿Y el resto qué...?

domingo, 8 de noviembre de 2009

Sesión de tarde

Ya que sigo sin ningunas ganas de escribir –posiblemente jamás vuelva a escribir ni una sola línea más- al menos inundaré el blog de videos de dudoso interés. Por ejemplo este mix con aquellas míticas cabeceras de las sesiones de TVE con las que algunos aprendimos a amar el cine.

¿Y el resto qué...?

sábado, 7 de noviembre de 2009

Pensamientos ocasionales: tres reglas básicas

1.- Nunca ames a quien está de paso.

2.- Recuerda siempre que todos estamos de paso.

3.- Saca tus propias conclusiones.


(Yo mismo mientras me rasco la coronilla) ¿Y el resto qué...?

miércoles, 30 de septiembre de 2009

La trama


"Hay 32 maneras de escribir una historia y yo las he usado todas, pero solo hay una trama: las cosas no son lo que parecen"



Jim Thompson (Escritor norteamericano)
¿Y el resto qué...?

sábado, 26 de septiembre de 2009

Minireseña comiquera: Los maestros cerveceros, de Van Hamme y Vallès


Hace no demasiado me leí los cinco primeros álbumes de XIII, y vaya, sí que es importante no dejarse arrastrar por las primeras impresiones; de haberlo hecho entonces jamás habría podido superar la pobre impresión que me dejaron. No, desde aquello no he vuelto a leer ni un solo volumen más de la serie, pero con todo tampoco le he cerrado las puertas al bueno de Van Hamme y hasta lo he intentado de nuevo con Los maestros cerveceros. Y bien que me alegro de haberlo hecho. Alejado ya de las claves del thriller de espionaje internacional, Van Hamme se saca de la manga todo un culebrón empresarial digno de la más retorcida telenovela venezolana, pero con Bélgica, la cerveza y la historia del siglo XX como telón de fondo. Y con mucho mucho talento para la creación de personajes y situaciones dramáticas. Porque leído así, como melodrama empresarial de época, Los maestros cerveceros funciona a las mil maravillas. Ahora bien, si alguien esperaba encontrar una fiel crónica del desarrollo de la industria cervecera en Bélgica, o un extenso mosaico de lo que fue el ya periclitado siglo XX, mejor que busque en otro lugar. Y no porque la obra no contenga un algo de todo esto, que por tener lo tiene, pero tampoco es lo fundamental en ella. Lo importante en Los maestros cerveceros, lo que la hace una serie apasionante y muy recomendable no es otra cosa que sus buenas dosis de ambiciones, conspiraciones, enfrentamientos familiares, amores traicionados y crueldades varias… Vamos, los ingredientes necesarios para montar un muy buen melodrama. Justamente lo que es Los maestros cerveceros.

Puntuación: 9
¿Y el resto qué...?

Amante que escapa, de Vicente Molina Foix

Ahora que toca a rebato contra Molina Foix, ahora que toca el linchamiento público por un artículo más digno de olvido que de enojo, yo prefiero pasar de polémicas y recordar que hay otras cosas que este señor hace infinitamente mejor que escribir sobre cómics. A ver si se centra en ello y se olvida de lo otro:

Amante que escapa

He oído los cascos de un caballo
temblar en la colina.
No he hecho nada.


He comido raíces y el fruto de las bayas
que crecen sin provecho
entre las calaveras.
No me ha ocurrido nada.


He tocado la estela de tu cuerpo.
He visto nuestras cartas húmedas y arrugadas.
He pasado la lengua por los labios que sólo a mí me cierras.
No he sentido nada.


(Vicente Molina Foix, "Del goce y de la dicha")
¿Y el resto qué...?

viernes, 11 de septiembre de 2009

11 de septiembre...

Me gusta el 11 de septiembre. Para mí es, sin ser catalán, un día de celebraciones. Claro, habrá quien piense que soy un poco macabro, pero para los que así lo crean simplemente les recordaré que en esta fecha sucedieron muchos más acontecimientos que los atentados tristemente celebres de Nueva York y Washington de 2001. O si no, echemos una ojeada a lo que dice Wikipedia:


1823: Fallece David Ricardo, economista inglés.

1888: Fallece Domingo Faustino Sarmiento, presidente de Argentina y autor de Facundo o Civilización y barbarie

1903: Nace Theodor Adorno, filósofo y musicólogo alemán.

1906: Mahatma Gandhi inicia su Movimiento de No Violencia.

1910: Nace Manuel Mujica Láinez, escritor, crítico de arte, biógrafo y periodista argentino.

1940: Nace Brian De Palma, cineasta estadounidense.

1945: Nace Franz Beckenbauer, futbolista alemán.

1961: Fundación de World Wide Fund for Nature (WWF) (Fondo Mundial para la Naturaleza).

1962: Inglaterra: The Beatles terminan de grabar su primer single Love Me Do.

1962: Nace Julio Salinas, futbolista español.

1973: Golpe de Estado en Chile que derrocó al gobierno de Salvador Allende Gossens tras un período de alta polarización política y convulsión social.

1981: el Museo de Arte Moderno de Nueva York entrega a España el Guernica, el más célebre de los cuadros de Picasso, pintado en 1937.

1987: El cuadro de Van Gogh, Los girasoles es subastado a un precio récord en la época, 320 millones de francos.

2005: el Estado de Israel declara oficialmente su intención de dejar el disputado territorio de la Franja de Gaza después de 38 años de ocupación.

En fin, vayan mis más entusiastas felicitaciones para todos aquellos que, como yo, tienen la sensación de haberse quedado sin cumpleaños por culpa de tan mediático suceso.


¿Y el resto qué...?

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Minireseña comiquera: Miracleman de Neil Gaiman (y Mark Buckingham)


Si no fuera porque sé que es anterior a él en unos cuantos años diría que el inglés se inspiró en el Astro City de Busiek para continuar la obra de Moore. Y es que si hubiera que definir en una frase, en una tan sóla, qué es el Miracleman de Gaiman –cosa que por supuesto no hay ninguna necesidad de hacer, pero en fin, perezoso hasta la nausea como soy para escribir me apetece intentarlo- podríamos decir que estamos ante el Astro City del universo creado por Moore. Gaiman se dedica a explorar, al menos en el libro cuarto -el único que pudo completar- las consecuencias que acarrearon para las vidas de los ciudadanos de a pie los terribles acontecimientos narrados en los tres libros anteriores; las cicatrices de esa especie de muerte simbólica, pero también real, del mundo tal y como lo conocían y el ulterior alumbramiento de una nueva era, la era de los milagros. Un mundo de valores diferentes en el que los dioses caminan entre los hombres -y las mujeres- y al que no todos podrán o querrán adaptarse. Estamos ante un puñado de historias cortas, a veces inquietantes, a veces poéticas, a veces irónicas que sacan a relucir lo mejor de la imaginación desbordante de Gaiman, una imaginación y unas historias muy cercanas, al menos en tono, a aquellas con las que nos deleitó en The Sandman. A destacar, por forma y contenido, el capítulo 19, Apuntes del subsuelo.

Puntuación: 8
¿Y el resto qué...?

martes, 8 de septiembre de 2009

Minireseña comiquera: Vida en otro planeta, de Will Eisner



Ya dije en otra ocasión que si hago cuentas no puedo negar que me gustan las novelas gráficas de Eisner. Por algo será que me he tragado casi todas las suyas. Sin embargo hay algo que sigue sin ir bien; algo falla en su ritmo, en la caracterización de los personajes, en la forma de tratar las situaciones… No sabría señalar exactamente dónde se encuentra el defecto, seguramente porque no es cuestión de un único problema, pero lo que si tengo claro es que no me agrada que un tebeo como Vida en otro planeta, que trata temas nada simples como lo inagotable del egoísmo humano o la necesidad de cooperar entre todos para resolver problemas que nos son comunes, deje un tan marcado regusto a manierismo, a infantilismo, a teatralidad, a artificiosidad… A falso, en resumidas cuentas. Por más que pueda comprender las intenciones de Eisner y por más que me parezcan correctas, soy incapaz de creerme en ningún momento lo que me cuenta. No me creo la verdad de su trama de espías internacionales o sus veleidades cienciaficcioneras o su fondo de corrupciones políticas y empresariales; no me creo las ambiciones de sus personajes, ni sus amores, ni sus lealtades ni sus traiciones. Pero es que además tampoco soy capaz de sentirme cómodo con la particular forma de narrar de Eisner, con esa especie de apresuramiento que casi no deja ver al lector lo que se le relata. En fin, no voy a negar la maestría narrativa del neoyorquino, ahí está su Spìrit para acallar cualquier duda al respecto, pero sí diré que creo que en sus novelas gráficas desarrolló una concepción narrativa, la misma que explicó en sus dos ensayos, que a mí se me antoja cuanto menos errónea. Algo de lo que se resiente bastante Vida en otro planeta.



Puntuación: 6
¿Y el resto qué...?

lunes, 7 de septiembre de 2009

¡¡¡Dobles, dobles de Divac!!!

... Y por supuesto en la prorroga ganó la URSS.

Jo, qué época irrepetible del baloncesto europeo: Sabonis, Kurtinaitis, Vólkov, Khomicius, Petrovic, Divac..., la explosión de talento que dió origen a la invasión de jugadores FIBA en la NBA y que con el tiempo acabará por culminar con la equiparación de nivel entre el baloncesto del resto del mundo y el de EE.UU.

¿Y el resto qué...?

Minireseña comiquera: Astro City, de Kurt Busiek y Brent Anderson

Como aun tengo mucho que reseñar y cada vez me queda menos tiempo de vacaciones para ello voy a tener que echar mano, por enésima vez, de mis muy socorridas minireseñas comiqueras. Al menos así podré compatibilizar lecturas y escritura sin hundirme demasiado en la temible depresión pre-post-vacacional. Para empezar, hoy Astro City, de Busiek y Anderson:


La gran ventaja de quitarle el papel protagonista al clásico superhéroe y dárselo en su lugar a toda una ciudad superheorica –tal es el caso, claro, de Astro City, si no para qué iba yo a decir nada- es la de permitir hacer de cada número una especie de guía turística, una especie de excursión aventurera en la que se nos inivita, lectores intrepidos pertrechados de valentía y curiosidad, a mezclarnos entre sus gentes y a perdernos por sus calles, sus plazas, sus avenidas e incluso, ya puestos -por qué no- por sus bares en busca de peripecias. Pero unas peripecias que lo mismo pueden consistir en salvar al mundo de una terrible amenaza intergaláctica –sin relación ninguna, que se sepa, con el Madrid de Florentino- que en los esfuerzos de un padre y sus hijas por adaptarse a una nueva vida en una nueva ciudad; lo mismo en las preocupaciones familiares de un superhéroe que va a ser padre por primera vez que en los sueños y ambiciones de un viejo supervillano: todo -y todos- tiene cabida en las páginas de Astro City. Porque aunque cada historia esté siempre relacionada de alguna manera con el mundo superheróico, Busiek acierta a privilegiar el lado más humano, más emotivo y más poético de las mismas. Tan humano, tan emotivo y tan poético que a veces su prosa se vuelve más discursiva, retórica y ñoña de la cuenta. Pero sólo a veces; en general Astro City mantiene un nivel altísimo que sin duda la convierte en una de las series más originales e interesantes del panorama superheroico... ¿actual?. Bueno, más o menos, que tiene ya sus añitos, pero tampoco tantos.

En fin, esto es todo cuanto tengo que decir de Astro City. Ah, se siente, las minireseñas son así...

Puntuación: 8
¿Y el resto qué...?

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Días de cine: Homenaje a Antonioni



¿Y el resto qué...?

Japan War 1945


Después de tragarme la maravillosa y detallista crónica de la II Guerra Mundial que es la serie de la BBC “El mundo en guerra” y alguna que otra estupenda película bélica, tipo Uno rojo, división de choque, de Samuel Fuller o Cartas desde Iwo-Jima, de Clint Eastwood, después de tragarme incluso alguna postbélica, como los clásicos Alemania año cero o Vencedores y vencidos, me apetecía, y mucho, extender mi improvisada campaña de verano a las páginas de un tebeo. Y bueno, como tampoco hay demasiado donde elegir –hace tiempo que acabé con las War Story de Ennis- pues que remedio, me decidí a probar con este Japan War 1945 del que hasta hace una semana no conocía ni el título y que me resultaba toda una incógnita. Más que nada porque a pesar de tener una pinta estupenda, desconfío bastante de la visión de los japos sobre el conflicto. No me atrae demasiado ese enfoque tremendista de obras como Hiroshima o La tumba de las luciérnagas -aunque esta última me parece una obra maestra- que te tira a la cara todas las desgracias y barbaridades que puedas imaginar.


Pero no, mi miedo era infundado; Japan War 1945 es diferente: hay muertos, faltaría más, estamos en un cómic de guerra, pero son pocos y bajitos. Nadie por quién merezca la pena llorar. No, el problema de Japan War 1945 es precisamente el contrario del que yo me estaba temiendo: si aquellas se pasaban de entusiastas en sus alegatos antibélicistas, demostrando excesivo celo en la recreación del dolor y el sufrimiento que lleva aparejado un conflicto de este tipo, cosa que yo no niego que tenga su justificación, pero no me parece nada agradable de leer, esta por su parte se queda cortísima en cualquier forma de entusiasmo, bien a favor o bien en contra de algo, lo que sea. Es cierto que a Lazy Hagiwara no se le puede negar el mucho esfuerzo y la mucha documentación que ha puesto en la elaboración de las dos historias que componen el volumen, pero no es menos cierto que habría que reprocharle que no aporte ni una pizca de corazón. Siendo benevolos podríamos alegar que estamos ante una obra de encargo y que tal vez las inquietudes del autor vayan por otros derroteros muy alejados de estos escenarios, quién sabe, no tengo el gusto de conocerlo, pero de ahí a que se le otorgue todo el protagonismo del tebeo a las características técnica de los aviones y tanques de combate, me parece que hay un trecho que es mejor no recorrer. Por supuesto también hay personajes y se cuentan historias, y tienen su drama y además todo narrado de una forma muy correcta y con un dibujo extraordinariamente detallista y atractivo, pero aun así la sensación global que deja la obra es la de una absoluta indiferencia hacia lo que cuenta, como si incluso para el propio autor careciera de interés el material que utiliza.


Y es una pena que sea así, porque a nada que Japan War 1945 fuera capaz de transmitir algo más de entusiasmo, de darle un poquito de emoción al lector, hubiera podido ser un tebeo bastante notable. De hecho, aun pareciéndose más a un catálogo de armamento bélico que a una obra de ficción, sigue siendo una lectura razonablemente entretenida.

Puntuación: 6
¿Y el resto qué...?

martes, 1 de septiembre de 2009

¿Por qué haces esto? de Jason



Eso mismo me preguntó yo, ¿por qué haces cómic tan condenadamente buenos?


Ya sé que no os desvelo nada nuevo, pero vaya, ante la inmensa calidad del noruego uno no puede más que descubrirse y repetir las mismas loas que se han escrito ya mil veces y que con toda seguridad se escribirán otras mil veces más. Una calidad tan inmensa que a este paso va a terminar por convertirle no sólo en una de las voces más sólidas, originales y penetrantes del panorama actual, que eso nadie pone en duda que lo sea ya, sino también de la propia historia del medio. Y es que cualidades no le faltan para ello: Jason tiene la extraña habilidad de aunar virtudes que como el agua y el fuego, la sal y el azúcar, el Rajoy y el Zapatero no parecen en principio demasiado compatibles, y aun así se dan en él con tan justa proporción, con las medidas tan exactas que la mezcla no tiene más remedio que cuajar y funcionar. Pero veámos de qué estoy hablando:

Como suele suceder con los grandes autores, Jason se mueve apenas entre un puñado de temas, no más de cuatro o cinco, que dan forma a la totalidad de su universo de ficción. Temas tales como la soledad, la incomunicación, la vida no vivida, o la neutralidad moral de la existencia se repiten con fidelidad en sus tebeos, pero lo hacen con tal diversidad de propuestas y con tal riqueza de planteamientos que jamás caen en la monotonía o en el hastío de lo mismo. Al contario; aun en su constancia, Jason es un autor tremendamente original e imaginativo que siempre consigue sorprender a sus lectores.

Sí, original e imaginativo, qué duda cabe, y sin embargo sus obras están recorridas de arriba abajo por una gran variedad de citas, paráfrasis, homenajes y referencias a otros autores, a otras obras e incluso a otros medios. Por ejemplo, y sin ir más lejos, el argumento de ¿Por qué haces esto? evoca directamente al Hitchcock de La ventana indiscreta o al de Con la muerte en los talones. Y con todo, siguen siendo las suyas obras extraordinariamente personales, dueñas de una voz propia que las hace inconfundibles.

Pero no acaban aquí las muestras de esa especie de unidad de los contrarios que es Jason: aun cuando tome elementos de otros medios , su estilo narrativo es puramente comiquero; aun cuando haga uso con frecuencia del absurdo y del más delirante surrealismo, en el fondo sigue siendo un autor realista, cercano incluso al costumbrismo; aun cuando su dibujo sea de apariencia infantil y sus personajes animales antropomórficos, sus historias son excepcionalmente maduras y sus personajes profundamente humanos; aun cuando su tono pueda parecer un poco frio y distante, sus resultados son siempre de gran emotividad; aun cuando… aun cuando podría continuar con la lista, mejor dejémoslo aquí.

Bueno, y a todo esto, que pasa con ¿Por qué haces esto? Pues hijo, qué va a pasar, que ofrece estos mismos ingredientes que hacen tan grande a Jason, pero además en una de sus manifestaciones más logradas. Vamos, que estamos ante una obra maestra absoluta. Y no admito discusión.

Puntuación: 10



¿Y el resto qué...?

lunes, 31 de agosto de 2009

Hard Boiled, de Frank Miller y Geof Darrow: donde se halla el arte.

Cualquiera que me haya leído un par de veces se habrá percatado ya de que una de mis mayores aficiones en esto de escribir reseñas es la de adoctrinar dogmáticamente sobre mis puntos de vistas y valoraciones; cualquiera que me haya seguido con cierta asiduidad sabrá además que disfruto especialmente poniendo en la picota al bueno de Frank Miller. Sin embargo tengo que admitir que si algo he aprendido últimamente es que, cuando se habla de este señor, tales aficiones devienen como mínimo en deporte de riesgo. Porque te gusten más o te gusten menos sus tebeos –y ahora también sus películas- hay que reconocer que las obras de Miller tienen la mala costumbre de mejorar con el tiempo, como si a la larga el de Maryland siempre tuviera que acabar saliéndose con las suyas. O por lo menos esa es la inesperada impresión con la que me he quedado yo desde que releí el DK2, una obra que de primeras me pareció un bodrio insoportable y que sin embargo leída de segundas ha terminado por parecerme una muy estimable fantasía épica.

Pues bien, a pesar de todos los riesgos que conlleva, a pesar de que tal vez en un futuro no demasiado lejano tenga que tragarme con bilis mis propias palabras, voy a darme el gusto de ser dogmático una vez más; voy a pasar de nuevo por la picota un tebeo de Miller y a decir a las claras lo que pienso de él: Hard Boiled, de Frank Miller –y Geof Darrow- es una auténtica mierda. Pues sí, qué queréis que os diga, en mi opinión estamos ante el más perfecto y más acabado ejercicio masturbatorio que haya surgido nunca de su imaginación; el paradigma de todos los vicios, manías y estupideces que no le soporto a ese Miller simplista que parece quedarse embobado con la contemplación de la muy dudosa estética de la violencia desmedida; un divertimento privado con el que a buen seguro sus autores habrán disfrutado muchísimo pero que sin embargo jamás supera, ni falta que le hace, su propio ensimismamiento. Lo cual es estupendo si eres Miller o si eres Darrow, pero es horrible si, como yo, no eres más que un humilde lector.


En fin, lo dire otra vez por si no ha quedado suficientemente claro, para mí Hard Boiled es un tebeo autista que vive excesivamente dentro de sí mismo, que es completamente incapaz de comunicar absolutamente nada a los demás y que como tal, aporta y vale muy poquito. Y sin embargo, no faltan quienes quieren ver en él una genial muestra de arte postmoderno o lo que sea. Léase por ejemplo, sino, el por lo demás estupendo análisis de Jordi Costa que acompaña al tercer número. Un análisis que me trae a la memoria las sabias palabras de un viejo amigo mío: en cuestiones de arte contemporáneo, con frecuencia hay más arte en la explicación de la obra que en la obra misma. Amén, amigo.

Puntuación: 4


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domingo, 30 de agosto de 2009

El lama blanco, de Alejandro Jodorowsky y Georges Bess

Joder con el señor Alejandro,  resulta que cuando se lo propone no sólo sabe de excesos sino que es capaz de moderación y comedimiento. Eso sí, de una moderación muy “moderada” y de un comedimiento que luce en gran medida por contraste. Si comparada con La casta de los Metabarones la serie de El lama blanco puede llegar a parecer una obra intimista, casi en la línea de las firmadas por el Taniguchi de El almanaque de mi padre o el Cosey de Saigón-Hanoi , lo cierto es que también contiene su buena ración de aventuras, violencia y crueldad.
Pero a diferencia de aquella, aquí la aventura tiene un marcado carácter interior y la violencia y la crueldad , nunca gratuitas, van más allá de la mera satisfacción de los apetitos de unos lectores que todavía no han sacado suficiente lustre a sus gustos. Porque aún cuando La casta de los Metabarones, como ya dije en mi reseña anterior, no puede ser reducida a la condición de obra juvenil, tampoco es menos claro que Jodorowsky escribe aquí para un público distinto, para un tipo de lector con unas expectativas y unas inquietudes diferentes. Un cambio con el que, a mi entender, gana, y mucho. Con la moderación Jodorowsky barre con esas incoherencias y esos momentos ridículos que en gran medida le afeaban La casta de los Metabarones y a cambio refuerza las virtudes del sabio contador de historias, las del narrador que domina admirablemente los tiempos y las formas de la tensión dramática y de la creación de escenas de un profundo calado humano. Quede como muestra de lo dicho el terrible viaje al corazón de la degradación y la corrupción provocadas por el ansia de poder del tercer álbum, para mí el más redondo de toda la serie.



Pero además con el cambio de tercio el escritor chileno se aventura en un territorio, el de la temática espiritual, que sin duda le es más grata y que se deja notar en el resultado final. En efecto, El lama blanco es ante todo una obra iniciática, una obra que nos insta a expandir la conciencia y a elevarnos hasta las más altas regiones del alma desde las que aspirar a una vida más auténtica, a una vida liberada de las tensiones, tentaciones y servidumbres del mundo sensible. En este sentido nos encontramos ante una obra que remite inconfundiblemente – a mí todo me remite a otra cosa, qué le vamos a hacer- al mejor Hermann Hesse, al Hesse de Siddharta o El juego de los abalorios. Lo cual constituye el más alto elogio que conozco.

Mención especial merece también el trabajo de Georges Bess. Sin duda Jodorowsky sabe rodearse de buenos dibujantes, y si el estilo de Juan Giménez resultaba de los más adecuado para el guión del chileno, no menos adecuados son los lápices de Bess para esta historia. Resulta extraordinario comprobar la fuerza evocadora que tienen los rostros y los gestos que dibuja este hombre; su enorme capacidad para transmitir y hacer partícipe al lector del más rico y complejo repertorio de sentimientos y emociones humanos que uno pueda imaginar. Una autentica maravilla.

Puntuación: 9

¿Y el resto qué...?

viernes, 28 de agosto de 2009

Circulo virtuoso


Dicen los sabios, los que haya, no seáis indiscretos, que donde acaba el sufrimiento humano comienza el aburrimiento. Afirmación preclara de la que no sería abusivo concluir que quien sufre jamás puede aburrirse.


Hasta donde le alcanzaba la memoria la vida de Jorge Duarte había tenido siempre la forma de una crisis existencial continua. Ya desde bien pequeño andaba Jorge siempre sufriendo, y como siempre andaba sufriendo jamás llegó a conocer el hastío. Y como jamás supo qué era eso que los otros llaman aburrimiento, pronto se volvió autosuficiente y dejó de frecuentar la compañía de los demás. Simplemente no los necesitaba. Y como no los necesitaba, desde su más tierna infancia vivió en completa soledad; en una soledad de colores claros y mañanas apacibles que se le clavaban en el corazón como alfileres de hielo y le mantenían siempre sufriendo. Y como siempre andaba sufríendo, Jorge pasaba todo su tiempo enredado entre el algodón y la pena de una crisis continua que al cabo de los años terminó por confundir con su propia existencia.
¿Y el resto qué...?

jueves, 27 de agosto de 2009

La casta de los Metabarones, de Alejandro Jodorowsky y Juan Giménez

Hasta ahora de Alejandro Jorodowsky conocía sobre todo -y supongo que como cualquiera de vosotros-su vertiente de fetiche de la pequeña pantalla; la del artista polifacético que como escritor es capaz de animar por sí sólo la feria del libro de Chile mientras dialoga sin despeinarse con el imprescindible Cristian Warnken en La belleza de pensar, o que como psicomago y terapeuta del tarot, en la línea espiritualista y transgresora de los Dragó, Arrabal y compañía, puede llegar a hacer las veces de curandero en Negro sobre blanco o pasársela contándole chistes al mismísimo Jesús Quintero. Incluso ya puestos, dar rienda suelta a su vocación frustrada y algo frustrante de director de cine y rodar alguna que otra película de difícil digestión. Ah, pero del Jodorowsky guionista de cómic, de ese que por afición debería haber sido el primero del que me llegaran noticias, de ese no sabía nada. O no quería saber nada, porque confieso que hasta ahora cuando mi pobre imaginación extrapolaba lo que de él conocía a los territorios del noveno arte los resultados no eran precisamente halagüeños. Pensaba yo que si de por sí el artista chileno tiene tendencia a la payasada, a la desmesura y a cierta forma de infantilismo, qué no podría hacer en un medio que desde fuera y desde el tópico es visto justamente como terreno abonado para estos desafueros. Y francamente, no me parece que estuviera demasiado confundido, aun cuando reconozco que me equivocaba de medio a medio.



En efecto, en La casta de los Metabarones Jodorowsky da rienda suelta a todos esos excesos que se suponen patrimonio indiscutible del inmaduro mundo de los tebeos: universos imposibles repletos de seres extraordinarios, mujeres turgentes de medidas corbenianas, guerreros invencibles, tecnología hipermegasuperavanzada y mucha mucha violencia se dan citan en esta saga-rio con pretensiones de clásico que sin duda ha hecho y aun hará las delicias de los lectores adolescentes. Con pretensiones de clásico, digo bien, pero ojo, con pretensiones no del todo fallidas, porque además de contentar a sus lectores más jóvenes, Jodorowsky acierta a impregnar a la saga familiar de los Metabarones de esa especie de poesía teñida de crueldad y belleza que remite inevitablemente a la tragedia griega, a las sagas escandinavas, al drama shakesperiano, al novelón decimonónico o a las terribles sagas familiares de Faulkner, García Márquez o, por afinidad territorial, Isabel Allende.







Pues sí, hay sangre a raudales y violencia estéril y gratuita y atrocidades sin cuento y perversiones sin número, pero como digo no es precisamente de la literatura fantástica-juvenil-al-uso de donde bebe Jodorowsky, sino más bien de la inagotable fuente de los grandes clásicos, de esas historias más grandes que la vida que se alargan en el tiempo para dar a conocer los padecimientos y aguntias de varias generaciones y que se extienen por el espacio para llevarnos cogiditos de la mano al encuentro de la aventura y el prodigio allá donde se hallen. Y aunque es cierto que en los ocho álbumes que desarrollan el árbol genealógico de los Castakas hay lugar para los momentos ridículos, las contradicciones flagrantes, los comportamientos absurdos insuficientemente explicados o francamente injustificables, la verdad es que tomadas en conjunto estas fallas no tienen el mayor peso. Jodorowsky sabe desplegar aquí la estrategia narrativa del general que sin reparar en medios prepara a sus ejércitos para el largo sitio de la fortaleza a rendir; o la del boxeador que sabe que sus posibilidades de éxito pasan inevitablemente por desgastar a su contendiente en fieros asaltos que le permitan llevarse la victoria a los puntos; o la del narrador habilidoso que se gana la atención y la simpatía de los lectores a través de la paciencia, la acumulación y el exceso. Porque ese es el gran triunfo de Jodoroswky, el de apostar por el exceso sin pudor, sin miedo a ir demasiado lejos, sin hacer caso a las señales de advertencias que anuncian ese punto en el que el retorno ya no es posible, y hacerlo además con serenidad, con el temple y la confianza de quien sabe que, más allá de las apariencias, obra con justicia. Claro que si además quien obra a los lápices –tintas y colores- es Juan Giménez y sus maravillosas ilustraciones, todo resulta más sencillo y los riesgos son menos .



Vamos, que me ha gustado la serie.

Puntuación: 8

¿Y el resto qué...?

miércoles, 26 de agosto de 2009

Pensamientos ocasionales: Economía de mercado

"Estamos tan habituados al intercambio monetario que ya casi se nos hace imposible distinguir entre precio y valor: todo vale lo que marca su precio y mientras más cuestan las cosas más creemos que valen. Lo mismo se puede decir de las personas: nadie aprecia a quien no se pone precio."

Yo mismo mientras desayuno madalenas con zumo de melocontón

¿Y el resto qué...?

miércoles, 12 de agosto de 2009

Espérame

Espérame que volveré.

Sólo que la espera será dura.

Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer.

Espera cuando los vientos barran la nieve.

Espera en el calor sofocante,

cuando los demás hayan dejado de esperar,olvidando su ayer.

Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos.

Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar.

Espera incluso cuando mi madre e hijo crean que ya no existo,

y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi memoria.

Espera.

No te apresures a brindar por mi memoria tú también.

Espera, porque volveré desafiando todas las muertes,

y deja que los que no esperan digan que tuve suerte.

Nunca entenderán que en medio de la muerte,

tú con tu espera me salvaste.

Solo tú y yo sabemos cómo sobreviví.

Es porque esperaste y los otros no.



Espérame, de Konstantin Simonov (visto en la estupenda El mundo en guerra)


¿Y el resto qué...?

Algunas reflexiones generales, imprecisas y muy equivocadas sobre la obra superheroica de Alan Moore

"La desconstrucción (...) consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (...)"

Wikipedia




Cuando se habla de la obra superheroica de Moore, y aquí, en este humilde rincón, no es que se haga con demasiada frecuencia, pero si hay que hacerlo, se hace, resulta muy socorrido acudir a la ya clásica división de su carrera en dos etapas bien diferenciadas: la de la deconstrucción del género, o lo que es lo mismo, la de Miracleman, La Cosa del pantano, V de Vendetta , Watchmen o La broma asesina, y la de la reconstrucción de ese mismo universo de mallas y colorines, o por alusiones, la de 1963, Supreme, El día del juicio o toda la línea ABC. Además no es menos corriente hacer acompañar esta división con la matización de que mientras la primera se corresponde con el grueso de sus grandes obras maestras, la segunda lo hace con la de las obras firmadas por el piloto automático de Moore y no por el propio Moore. Sin embargo cada vez tengo más claro que una revisión atenta y cuidadosa -que por supuesto yo no he hecho- de toda su obra debería poner patas arriba y dejar moribundas ambas afirmaciones: la primera porque me da a mí que la verdadera fase de deconstrucción del género no empieza donde dicen todos los manuales al uso que empieza, sino precisamente donde se supone que acaba; y la segunda, porque la diferencia profunda entre ambas etapas no se encuentra en la pérdida de interés por parte de Moore y la consiguiente y consecuente disminución de calidad, sino en el desarrollo de unos planteamientos, un enfoque y unos objetivos radicalmente distintos.


Voy a tratar de explicarme. A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito al respecto, incluso de lo que yo mismo he dicho y escrito aquí; a pesar de que sean obras que indudablemente invitan, por complejidad y profundidad, al análisis y la reflexión y de que seguramente ni Moore estaría de acuerdo con lo que voy a exponer, creo, y estoy firmemente convencido de ello, que Miracleman, V de Vendetta, La Cosa del pantano, Watchmen o La broma asesina no tienen por propósito fundamental, como se suele aceptar, la deconstrucción del género como tal; no son ensayos sobre los mecanismos, resortes, formas, temas y personajes del universo superheroico, no buscan el despiece de -y la ruptura con- lo que se había hecho hasta entonces, sino que por el contrario ofrecen su propia aportación al mismo, la de una visión muy personal que sin embargo es elaborada siempre desde el conocimiento, el respeto y la aceptación de sus tradiciones y convenciones, a las que integra y da continuidad e incluso ayuda a evolucionar. Eso sí, hasta unos límites tales que las deja casi irreconocibles. Porque la intención que guía el esfuerzo de Moore en ésta primera etapa, y he aquí la primera parte de mi tesis, no es otro que narrar y explorar; buscar las fronteras y las consecuencias últimas de lo que puede ser contado usando como vehículo de expresión el género de los superheroes. Pero ojo, sin salirse de él.




Sin embargo, una vez alcanzado ese límite, o al menos su propio límite, Moore se decide a emprender, ahora sí -y esta es la segunda parte de mi tesis- la labor de deconstrucción. Como ya he dicho, hasta entonces se había ceñido a la tarea de contar las mejores historias de las que era capaz con el material que le habían puesto entre las manos, pero a partir de 1963 -el cómic, no el año- la orientación de su trabajo va a sufrir un giro radical, de tal modo que comparada con su etapa anterior acaso pueda llegar a parecer un paso atrás en su progresión, como si efectivamente hubiera puesto el piloto automático y se contentara con crear historias convencionales de superhéroes al uso a las que sólo su inmenso talento salvan de caer en la más absoluta vulgaridad. Mas insisto, creo que considerarlo así sería un tremendo error. Porque tras la aparente simplicidad de los seis números que componen 1963, Moore nos ofrece por primera vez un inventario detallado de las claves sobre las que se asienta todo el universo Marvel: el terror comunista, el patriotismo exacerbado, la amenaza nuclear, la mitología clásica, los sueños adolescentes y la fantasía cientificista se aúnan en esta serie inconclusa para dejar al descubierto el molde en el que se forjaron iconos de la talla de Spiderman, el Capitán América, los Vengadores, los Cuatro Fantásticos, Hulk o Silver Surfer. Una labor de análisis que encontrará continuación en las páginas de Supreme, dónde le tocará pasar revisión al mito por excelencia, el de Superman. Pero Moore va a ir un paso más allá y Supreme no sólo constituirá la deconstrucción del mundo de ficción del hombre de acero sino que en ella comienza a intuir y a ensayar una formulación, la de las maneras en que ficción superheroica y realidad, realidad y ficción superheroica se entrelazan, que después retomará y ampliará en El día del juicio, donde la reflexión es elevada hasta el marco de las relaciones entre realidad y ficción sin más. O más tarde, siendo muy benevolos conmigo y mis teorías, entre superhéroes y otras formas de ficción en La liga de los caballeros extraordinarios.





Un proceso de reflexión y análisis que nos lleva de cabeza hasta los episodios de su obra más descaradamente discursiva y menos narrativa, el ensayo, el análisis y la deconstrucción - no la reconstrucción- hechos tebeo: Promethea. Sin duda es Promethea el final de un camino, el iniciado con 1963, del que tirando tirando Moore ha acabado por elaborar nada menos que una teoría general de la realidad, tal vez el compendio de su filosofía personal, a la que da cuerpo en forma de cómic de superhéroes. Una obra que, además de constituir la culminación de su verdadera etapa de reflexión, no desmerece en grandeza, calidad y esmero a ninguna de las de la primera etapa.

Pues nada, que así veo yo el tema.




¿Y el resto qué...?

Semos especiales o lo extraño es que no pase más amenudo

Desde luego, esto solo puede pasar en mi pueblo...

¿Y el resto qué...?

lunes, 10 de agosto de 2009

Pensamientos ocasionales: la guerra de los sexos

"Lo queramos admitir o no, en las relaciones humanas en general, pero muy especialmente en las de pareja, existe siempre un fuerte componente sadomasoquista. Cuando un hombre y una mujer se juntan, sólo pueden suceder dos cosas: o el hombre anula por completo a la mujer y esta se enamora de él; o la mujer anula por completo al hombre y este se enamora de ella. Cualquier otra posibilidad es pura fantasía adolescente"

Yo mismo tras leer algunas reseñas y comentarios al libro de Luis Racionero "Sobrevivir a un gran amor, seis veces"
¿Y el resto qué...?

domingo, 9 de agosto de 2009

American Flagg!, de Howard Chaykin


De los 50 números que componen la serie apenas he podido leer tres; los que circulan en edición digital por la red. Quiero decir que a pesar de las pretensiones del título de la entrada sé tanto de American Flagg! como, por decir algo, de las obras completas del gran compositor Johan Sebastian Mastropiero: nada de nada. O sea que a aquel que lea mi reseña pensando en ampliar sus conocimientos sobre la obra de Chaykin lo mismo le sirve, para el caso, leer por ejemplo la reseña de El viaje de Boudoin, con tal de cambiar donde pone El viaje por American Flagg! y donde Boudoin por Chaykin, porque igual de informado al respecto se va a quedar de una manera que de otra. Estais avisado. Bien, hechas las oportunas aclaraciones quedo liberado para pontificar dogmáticamente sobre ella.

Cuando uno busca información sobre el American Flagg! de Chaykin una de las comidillas más habituales y repetidas, si no la única a la vista de la escasísima información que circula en castellano, nos aclara al respecto que la serie constituyó un hito en la evolución del cómic comercial norteamericano de los ochenta y que influyó decisivamente en aquellos autores que en la segunda mitad de la década lo revolucionaron definitivamente, llevándolo a un efimero momento de madurez, léase, cómo no, Alan Moore y Frank Miller. Bueno, puede ser. Aunque a decir verdad yo no le encuentro demasiadas semejanzas con la obra del maestro inglés, ni de esa época ni de después. No así en el caso de Miller, al que se le nota mucho la influencia sobre todo en Dark Knight y en DK2 o incluso en la serie de Sin City.

Pero dejemos de tanto divagar y vayamos con el argumento: Chaykin sitúa la acción de American Flagg! en un futuro cercano –ahora ya casi presente- en donde la autoridad política y económica de los Estados Unidos ha decidió abandonar la Tierra y establecerse en la Luna y en Marte. Esto provoca una serie de reacciones en cadena a nivel global que dejan al mundo convertido en un verdadero mercadillo de saldos. En este mundo vacío de autoridad toma las riendas de los Estados Unidos una especie de corporación televisiva, Plex, que los convertirá no ya en un estado militar o policial, como suele ser común a estos casos, sino directamente en un inmenso plató de televisión. Y ya se sabe que todo lo que aparece en televisión es siempre mentira. Hasta que a este reallity show llamado Norteamérica arribe de los mundos exteriores el ex-actor reciclado a policía Rouben Flagg. Por supuesto Flagg, como buen héroe clásico, no estará dispuesto a transigir con la decadencia y el falseamiento de la vida convertida en espectáculo público.

Pues vale. Supongo que ahora debería hablaros de la visionaria crítica de Chaykin a la enorme influencia que los mass media estaban empezando a adquirir por entonces sobre las vidas y las conciencias de los ciudadanos; de la manera decisiva en que determinan lo que entendemos y percibimos por realidad y tal y cual y pascual. Pero paso. Creo que American Flagg! es, en esencia y por encima de cualquier otra consideración, una obra de género cuya principal virtud estriba en su capacidad de entretener. No quiero decir con ello que me parezca exclusivamente un producto de consumo que se agota a la primera lectura –aunque casi-; por el contrario me resultan también muy atractivos y meritorios el inconformismo gráfico de Chaykin -cuyas formas recuerdan, en esto también, a las del Miller de Dk- y su esfuerzo por poner en escena unos personajes más maduros y unas situaciones más complejas de lo habitual en el mainstream de aquel tiempo. Y sin embargo, en mi opinión nada autorizada, American Flagg!, a diferencia de las obras de Moore o Miller a las que se supone influyó, no es capaz en ningún momento de elevarse por encima de su condición de obra de género y reivindicarse por tanto como obra maestra absoluta. A pesar de la voluntad de abandonar los caminos trillados, el argumento de American Flagg! sigue pareciéndose demasiado a lo que se supone debe ser un tebeo adolescente: mundos futuristas, tecnología cienciaficcioniera y acción y violencia sin cuartel para que no se aburran los chavales. A la obra de Chaykin le falta un algo, tal vez otra vuelta de tuerca emocional, o un momento de pausa para la intimidad, o un poso reflexivo mayor, o un aliento épico o poético de más calado, no lo sé, algo para que se pueda decir de ella que es mucho más que una buena obra de género. Pero lo cierto es que en definitiva se queda "sólo" en eso. Eso sí, no del de ciencia ficción, que a ese sí lo trasciende, sino del negro.

Resumiendo, en cinco palabras –a ver quién supera mi capacidad de síntesis-: que bien, pero no tanto.

Puntuación: 7

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martes, 4 de agosto de 2009

El viaje, de Edmon Baudoin


A veces creo que debería cambiarle el subtitulo a mi blog; quitar el muy general e impreciso “Otra forma de estar en el mundo” y poner en su lugar el más apropiado y descriptivo “El blog de cómics que nunca habla de cómics”. Y es que no es nada fácil hablar de cómics cuando no se leen demasiados. Y yo últimamente casi no leo ninguno: entre el curro, el cine y la literatura me tienen prácticamente sorbido el seso y todo mi tiempo. Eso sí, al menos tengo la ventaja de que cada uno que leo lo disfruto de forma especial, como si la falta de costumbre les añadiera un plus de disfrutabilidad (que palabra más bonita). Eso mismo es lo que me ha pasado con El viaje, de Edmond Baudoin, del que temáticamente no puedo decir que me parezca demasiado acertado, o incluso podría añadir que me desagrada francamente, y sin embargo el deseo de leer nuevamente tebeos me ha permitido dejarme envolver con facilidad por su singular atmosfera entre onírica, lírica y algo alucinada.


En El viaje Baudoin nos propone seguir las experiencias vitales de un ejecutivo parisino, casado y con un hijo, que sintiéndose apresado por la rutina y la monotonía de su vida cotidiana decide romper con todo y emprender un viaje de liberación. Por supuesto el viaje se torna pronto en un camino de hallazgos y descubrimientos, en un rosario de encuentros con personajes pintorescos, bellas historias y sucesos transcendentales que le permitirán alcanzar la tan deseada reconciliación consigo mismo y con su mundo. En definitiva, que la huida física se transforma inevitablemente en un viaje interior hacia lo más profundo, y por tanto lo más verdadero, de uno mismo.

Vamos, lo de siempre.
O lo de siempre en este tipo de obras con pretensiones existenciales que parecen poner en solfa las formas más convencionales del vivir y plantearse al tiempo modos alternativos a las mismas. Unas historias que hace unos años, cuando aun creía en la fantasía de la huída, en la posibilidad de escapar de uno mismo, me resultaban apasionantes pero que hoy día, perdida la fe, se me hacen un tanto aburridas y molestas. Y es que si se analizan bajo la fría y despiadada luz de la razón uno se da cuenta enseguida que todos esos modos alternativos de vida suelen condensarse siempre en una serie de tópicos y vaguedades que en verdad no dicen ni aportan nada. Por ejemplo, en el caso de Baudoin parece que las necesidades de liberación de su personaje se reducen al muy espiritual deseo de hacer el amor con cualquier desconocida (es lo primerito que hace en cuanto decide “liberarse”: preguntarle a la primera extraña que encuentra si quiere hacer el amor con él) y si acaso a vagabundear por ahí sin oficio ni beneficio. Pero es que además, por lo que se ve, para conseguir lo primero es condición sine qua non dedicarse con pasión a lo segundo: parece ser un hecho matemático, estadístico y también científicamente probado en laboratorios de todo el mundo que cuando se empieza a vagabundear todos quieren hacerse amigos tuyos, todas desean acostarse con uno al primer vistazo y además no tienen reparos, ni unos ni otras, ni hombres ni mujeres, en participarte de sus más íntimos anhelos como si te conocieran de toda la vida. Y si todo lo anterior es cierto, con más razón lo será que además te ofrezcan desinteresadamente alojamiento y comida gratis sin tener siquiera que pedirlo o dar las gracias. Algo que, mira tú por donde, a mí se me ha metido en la cabeza que no pasa con demasiada frecuencia en la vida real.

Y sin embargo...
Y sin embargo, si nos hacemos los tontos y fingimos creérnoslo, si consentimos en entrar en el juego que nos propone Baudoin y despreocupados le seguimos la corriente, entonces el cómic se llena de poesía y de magia. Porque El viaje no es una obra pensada para disuadir y convencer al lector de la verdad de su mirada, no está concevida ni sirve como objeto de análisis de una realidad concreta; mas al contrario aspira a hacerle partícipe de la misma por la vía de la seducción, del encanto que soborna al subconciente y esquiva los filtros de la razón para ayudarle, por qué no, a soñar con lo que se encuentra más allá de lo creíble y lo sensato. Leída de esta manera, El viaje deviene en una experiencia estética muy gozosa que justifica sobradamente el tiempo empleado. Y por supuesto ésta, y sólo ésta, será la forma de lectura que tendré en consideración a la hora de valorarla.


Puntuación: 8
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lunes, 3 de agosto de 2009

Mi jornada laboral

Hoy he llegado veinte minutos tarde al trabajo y me he ganado otra buena bronca de Teresa. Lo peor es que esta vez no había ninguna razón para ello. Otras veces sí, pero hoy no. Hoy he salido de casa con el tiempo suficiente como para haber llegado antes de que abrieran las puertas de la correduría. No con tanta holgura como para detenerme a desayunar en el California, pero sí con la suficiente como para poder solventar cualquier pequeño percance que pudiera surgirme por el camino.

Eso mismo es lo que ha sucedido.


A mitad de camino se ha puesto a parpadear con insistencia la luz ámbar del depósito de gasolina. Aunque he intentado apurar mi suerte, al final no me ha quedado más remedio que parar en la estación de servicio que hay frente al aeropuerto. Nunca me acuerdo de mirar el nivel de la gasolina hasta que estoy en reserva. Ni el del agua. Ni el del aceite. En verdad nunca miro nada del coche. La gasolinera estaba semidesierta; sólo un camión cisterna aguardaba su turno. He pensado que después de todo no iba a tener tanta mala suerte. El conductor se ha apeado y ha pedido lleno, por favor. El mozo de la estación ha necesitado casi diez minutos para llenarle el depósito. Después, cuando el camión se ha marchado, ha desaparecido también él. He esperado impaciente pensado que las necesidades fisiológicas son las necesidades fisiológica, pero que de todas formas me estaba haciendo la puñeta a base de bien. El mozo aun ha tardado más de un cuarto de hora en aparecer. Cuando al fin he salido de la gasolinera ya sabía que de nuevo iba a llegar tarde al trabajo. Al menos esperaba encontrarme poco tráfico en la carretera, pero decididamente hace tiempo que la suerte me ha abandonado. Me he topado con una procesión de tractores y remolques que me ha tenido los últimos kilómetros en tercera y sin pasar de cuarenta. Y no estamos en época de tractores.

Al final bronca y disgusto.


Antes nunca me disgustaban las broncas, pero desde que me esfuerzo por evitarlas cada una de ellas me echa a perder el día. Me doy cuenta de que por más que lo intente todo me sale del revés y eso me deja un regusto amargo a bilis y a frustración en el paladar. Para quitarme el mal sabor de boca he subido a ver a María. He preferido hacerlo por las escaleras. Últimamente estoy engordando mucho y he decidido hacer más ejercicio, andar más, ir a la piscina, nadar y todo eso. Por supuesto ni se me ha pasado por la mente la idea de comer menos. El bullicio es insoportable en la planta de reclamaciones. Cada vez hay más personal. Me he sentado frente a María y he estado unos minutos mirando el cristal roto de la ventana. El agujero es del tamaño de una grapadora grande. Sé que es del tamaño de una grapadora grande porque fui yo mismo quien lo rompió. Habíamos estado discutiendo por alguna razón que ninguno de los dos recordamos ya y entonces le tiré la grapadora grande a la cara. Pude tirarle la pequeña, pero preferí probar con la grande. Por suerte María logró agacharse a tiempo. Ahora en invierno, mientras hablamos podemos ver el vaho formándose a nuestro alrededor con cada palabra. En verano tenemos la sensación de que se está más fresco a la intemperie que allí. Mientras María ordena unos formularios pienso que deberíamos tener aire acondicionado. De hecho estuvimos a punto de tenerlo, incluso habíamos preparado ya el hueco que iba a ocupar en la pared de su despacho, pero al final la administración denegó la subvención para equipos de inversiones nuevas y nos quedamos con las ganas. Cuando en invierno se nos escapa el calor por el roto de la ventana, o se nos cuela en verano la calina, miramos los dos el hueco vacío de la pared y nos lamentamos de nuestra poca fortuna.

De eso hace ya casi cinco años.

En varias ocasiones le hemos suplicado a Teresa que haga cambiar el cristal roto de la ventana, pero ella prefiere hacerse la sueca. Sabiendo cómo sucedieron las cosas, nosotros tampoco nos atrevemos a insistirle con demasiada vehemencia. Durante casi una hora hemos rajado de Teresa. Aunque María nunca se lleva broncas, tampoco ella la soporta. Después, sin venir a cuento, me ha preguntado por qué nunca escribo sobre la oficina en mi blog. No he sabido qué contestarle. La verdad es que no lo sé. No tengo ni idea. Supongo que nada de lo que sucede aquí me parece interesante. María me ha hecho prometerle que escribiría una entrada sobre el día de hoy. Se lo he prometido con poca convicción y he bajado a mi despacho. Me he puesto a rellenar pólizas y he atendido al teléfono hasta la hora de salir. Lo más curioso de rellenar pólizas son los nombres de los asegurados. Tienen nombres de novela decimonónica, de personajes de Pérez Galdós: Tomás Urdiales y Urdiales, Jorge Santa Cruz Duarte, María Nube del Hoyo… Debería leer más a Galdós. Y a Shakespeare. Y ver alguna que otra película de vez en cuando. Debería pasar más tiempo en casa. Últimamente paso demasiado tiempo en los bares.

No he hablado con nadie más en el resto de la jornada.

No me ha pasado nada de vuelta del trabajo.Ya en casa he empezado a redactar estas notas; no tengo nada que contar y alargo superficialmente cada detalle, cada pensamiento que se me pasa por la cabeza. Incluso algunos los invento. Mientras las concluyo, me prometo a mí mismo que jamás volveré a escribir sobre mi vida laboral. Y si María insiste de nuevo, juro que le tiraré otra vez la grapadora grande a la cara. Y esta vez no pienso fallar.

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sábado, 25 de julio de 2009

El milagro de Miracleman




Se me saltan las lágrimas de felicidad.
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Christiane F. (Yo Cristina)



Seamos sinceros, la mayoría de las películas que tratan del mundo de las drogas dan más ganas de hacerse drogadicto que de lo contrario. Resultan tan románticos esos héroes malditos al estilo de los de Drugstore Cowboy, recorriendo EE.UU. de costa a costa y de farmacia en farmacia, o parecen pasárselo tan bien y ser tan buenos coleguillas aquellos otros de Trainspotting, siempre con una sonrisa en la cara y un chute en las venas o es tan conmovedor ese amor entre jeringuillas e infidelidades de Al Pacino y Kitty Winn en Pánico en Needle Park que a cualquiera le entran ganas de salir en busca del camello más cercano y empezar a darle un sentido profundo a su vida. Salvo en el caso, claro, de que se haya visto Christiane F. (Yo Cristina): entonces seguramente se huirá de camellos y dromedarios como alma que lleva el diablo. Y es que cuando hablamos de Christiane F. nos estamos refiriendo al fílm más naturalista y más estremecedor que se haya rodado jamás con el tema de las adicciones como motivo principal. O al menos que yo haya visto nunca, y os aseguro que he visto unos cuantos.

Con guión de Herman Weigel basado en la novela-reportaje de los periodistas Kai Hermann y Horst Hieck, que relata en primera persona las vivencias reales de la muy precoz Christiane F., la dirección de Uli Edel logra cautivar al espectador esencialmente por el tono hiperrealista y creíble que imprime a su narración. Y eso que lo que cuenta no es precisamente fácil de asimilar: nada menos que los azares y los rigores de la vida de una niña que a los trece años era ya consumidora habitual de casi cualquier tipo de sustancias y que a los catorce cayó en la dependencia a la heroína y después en la prostitución. Pero ojo, que nadie se lleve a engaño: a pesar de huir de efectismos, la película no ahorra al espectador ni un ápice del horror y las truculencias típicas del ambiente marginal. Así por la pantalla hacen cola la degradación moral de los niños prostituyendose en la estación del zoo, los terribles padecimientos del síndrome de abstinencia, la desesperación por encontrar el próximo chute o la inevitable muerte por sobredosis. Y sin embargo la evolución de esta degradación, de este descenso a los infiernos que se inicia cuando Christiane acude por primera vez a Sound -y por cierto se pide, muy recatada ella, un zumo de cerezas- y desemboca en el ejercicio de la prostitución se muestra de una forma tan hábil, tan medida y tan coherente que llega a parecer el itinerario vital más natural del mundo. Algo en lo que también tienen gran responsabilidad las actuaciones de los niños, pero en especial la jovencísima Natja Brunckhorst, que logra parecer una autentica yonki de toda la vida. Y es que otra gran virtud de Christiane F. es el acertado retrato que hace de la juventud de los setenta, de esa juventud que sufrió en carne viva el azote de la H, como la llamán ellos en el film, que hizo furor durante la época y que seguiría haciendolo nada menos que hasta inicios de los noventa, cuando definitivamente se vió sustituida por la cocaína.

En fin, una película verdaderamente impactante que bien merecería una edición en castellano. Mientras tanto, busquen película y subtítulos por separado; no se arrepentirán.



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viernes, 24 de julio de 2009

Profesional del póker

Bueno, lo que se dice profesional, profesional... Aun no me gano la vida a base de faroles, escaleras y fulls, pero ya puedo decir que he ganado dinero jugando al póker. Hasta hace tres días jugaba en PokerStar por fichas. Pero los chicos de PokerStar, muy cucos ellos, me han regalado dos dolares (2$) para que me enganche a jugar con dinero real. Por supuesto no pienso jugar más que esos dos dolares (1,41 €) y en cuanto los pierda volveré a las fichas. El caso es que de momento, jugando microlímites de 0,02 y 0,04 $ tengo ya acumulados 6,62 $. No está nada mal, en tres días y jugando muy poco he conseguido triplicar mi cash. Si sigo a este ritmo, tal vez para 2010 pueda subir a 0,05 y 0,10. Vamos, ya mismo le estoy haciendo la competencia a Raul Mestre y compañía...

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lunes, 20 de julio de 2009

Para el niño y la niña...

¡¡¡Niños de América, niños de todo el mundo, haced caso a vuestros héroes de la televisión: los Picapiedra fuman Winston!!!



¡¡¡Y no se preocupe, señora, por los pulmones de sus hijos: para la irritación y la tos, Jarabe Bayer de Heroína !!!



(Vistos en Fogonazos y Fogonazos)
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domingo, 19 de julio de 2009

Watchmen: La versión extendida

Circula por Internet una versión extendida, original y con subtítulos, de Watchmen de la que no tengo ni idea si trata de la versión extendida definitiva que se pondrá a la venta pronto, o si sólo es una versión provisional; de lo que no me cabe duda es que en cualquier caso estamos ante una experiencia muy atractiva: en total 17 minutos nuevos esparcidos a lo largo y ancho de su metraje. Ya dije en mi reseña de la versión estrenada que uno de los grandes problemas de la adaptación era su ritmo cinematográfico fallido: a pesar de su generosa duración, la exposición de la trama me parece excesivamente atropellada, saltando con demasiada prisa de una escena a otra sin que el relato se detenga y privilegie ningún aspecto concreto. Pues bien, no se puede negar que la inclusión de más metraje ha jugado notablemente en favor de la cadencia y el compás del film. Incluso con añadidos mínimos, uno tiene la sensación de que ahora las imágenes casan mejor, que se articulan de forma más natural y que todo resulta menos forzado. Un ejemplo sencillo pero muy ilustrativo de la eficacia de los añadidos: en la escena en la que Dan regresa de su primera visita a Hollis para encontrarse con Rorschach comiendo judias, se han añadido un par de planos breves que lo acompañan en su camino de vuelta. Mientras oímos de fondo la melancólica música, un plano picado descendente recorre un cartel publicitario del perfume de Veidt. El mero hecho de que la escena dure un poco más, de que podamos escuchar más tiempo la música y la propia sugerencia del anuncio facilitan la identificación con los sentimientos del personaje. Como ya he dicho, no es más que una muestra extremadamente sencilla, pero insisto, creo que muy eficaz de cómo benefician los insertos al ritmo de la película. Eso sin hablar de la bella secuencia de la muerte de Hollis Mason, sin duda lo más destacado y lo más hermoso de la nueva versión. Y sin embargo, pese a todo, los minutos adicionales no consiguen arreglar por completo la aburrida parte final del film, esa que va desde que Laurie y Dan se vuelven a enfundar de cuero, hasta que Adrian recibe gustoso, en expiación de sus pecados, la paliza que le propina el propio Dan, que sigue pareciéndome cine infantiloide de superhéroes convencionales. Yo aquí tenía depositadas mis esperanzas en la inclusión de algunas escenas mostrando la forma en que la tensión de un inminente conflicto nuclear afecta a los personajes normales de la calle; el chaval y el quiosquero, el dr. Malcom y su esposa, las lesbianas.... Habría supuesto un contrapunto interesante para tanta patada y tanto puñetazo. Después de todo, esto mismo es lo que hace Moore en el tebeo para que no se le vaya de las manos la parte más superheroica, y por tanto la parte menos creíble de la historia.

Resumiendo, que sí, que la versión extendida, o esta versión extendida, mejora la versión estrenada, aunque uno aun se la puede imaginar mucho mejor. Ahora que si soy sincero, lo que de verdad me ha sorprendido gratamente no ha sido la nueva extensión, sino la versión original. Añadidos aparte, gana muchísimo Watchmen -como casi todas las películas- con sus interpretaciones verdaderas.
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