jueves, 3 de abril de 2008

Señal y ruido, de Neil Gaiman y Dave McKean: Todo o nada

"Todo tiene sentido, o nada lo tiene. Para decirlo de otra manera, uno puede decir que el arte no tiene ruido"
Roland Barthes, Introducción al análisis estructural de los relatos.

"La vida es una sombra que camina, un pobre actor
que en escena se arrebata y contonea
y nunca más se le oye. Es un cuento
que cuenta un idiota, lleno de ruido y de furia,
que no significa nada"
William Shakespeare, Macbeth, V.v

Reconozco que antaño me hubiera apasionado una obra como esta, una obra que se atreve a afrontar de cara las grandes preguntas de la vida, como cuál es el sentido de la existencia o qué hay después de la muerte y cosas así. Tenía entonces yo la vaga esperanza de encontrar alguna clave al respecto. Sin embargo no puedo decir que en la actualidad siga siendo así; por lo general ahora este tipo de obras me suelen resultar bastante molestas y me provocan la sensación de que no son otra cosa que carcasas vacías que en el fondo no dicen absolutamente nada. Ejemplos de esto aplicados al mundo del cómic podrían ser el Amnios Natal de Alan Moore o algunas del señor Morrison, como El misterio religioso o incluso el Arkham Asylum. Y tal vez también Señal y ruido, porque me temo que es una posibilidad que no podemos descartar alegremente. Sin embargo hay algo en ésta que posiblemente la haga diferente de las anteriores y que acaso sea el gran acierto de Gaiman aquí: él mismo es consciente y se encarga de hacer participe al lector de dicha posibilidad, porque como sugiere la propia obra, todo puede ser señal o todo puede ser ruido.

Aprovechando que su protagonista es un director de cine al que acaban de diagnosticar un tumor maligno y por tanto su inminente muerte, Gaiman nos propone explorar la cuestión de hasta que punto es posible encontrarle un sentido al conjunto de situaciones y acontecimientos que conforman nuestra existencia; hasta que punto el arte puede reelaborar estos mismo hechos para dotarlos de un hilo conductor que se constituya en su significado. Porque efectivamente bien pudiera ser que nada, ni siquiera las grandes catástrofes y apocalipsis diarios tengan realmente valor alguno; o bien por el contrario tal vez si se sabe mirar con suficiente agudeza pueda uno encontrar el sentido último del Universo todo en los detalles más nimios. Por supuesto Gaiman no nos va ofrecer una respuesta inequívoca, dejándola a gusto del consumidor. Sin embargo a este respecto no podemos pasar por alto el hecho de que sea precisamente en la búsqueda de estas respuestas, materializada en el proceso de elaboración del guión de la que a la postre será su película postuma y acaso su obra maestra, donde el personaje encuentra un sentido a los últimos compases de su vida. Porque tal vez la opinión de Gaiman coincida con la de Barthes y sea el arte el que lo llena todo de significado. Lamentablemente mi opinión coincide más con la de Shakespeare y sigo pensando que siendo un cómic interesante, en el fondo nada significa. Aunque que conste, eso sí, que no estoy insinuando que Gaiman sea un idiota.

Por su parte, las pinturas de McKean están a la altura del relato y de lo que ya le conocemos de trabajos anteriores como Arkham Asylum o las portadas de The Sandman: siempre muy sugerentes, pero también algo confusas. De todas formas la obra, en su conjunto, bien merece ser leida y contemplada.

Puntuación: 7

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