miércoles, 29 de noviembre de 2006

Jack el destripador de Rick Geary: a la sombra de Moore

Suele pasar en el mundo del arte que a veces aparece un genio que en vez de abrir posibilidades va quemando todos los puentes a su paso. Es lo que viene ocurriendo con el bueno de Moore en el mundo del cómic: después de su Watchmen es ya muy difícil pretender hacer superhéroes en serio sin que la inevitable comparación destroce inmisericorde el intento. Pero este tipo de obras no solo ejercen su influencia sobre lo que habrá de hacerse después de ellas; tampoco se salvan las obras anteriores. Es lo que le ocurre a Jack el destripador de Rick Geary: en otro tiempo, en otro contexto, pudo tener sentido; después del From Hell de Alan Moore, no. Y es que después del From Hell de Moore es posible que nadie en el mundo del cómic se atreva a tocar el tema en mucho tiempo.

A pesar de todo, el trabajo de Rick Geary es interesante y aporta una visión algo diferente a la del guionista de Northampton. En él, más que mostrasnos detalladamente la historia de forma directa, como hiciera Moore, Geary se centra en la ilustración del diario de un contemporáneo a los hechos interesado en los mismos. De esta forma realiza la crónica de la confusión y el desconcierto con las que se vivieron los crímenes, dejando en el aire la autoría y ampliando la nomina de candidatos. Pero aparte de esto, la verdad es que poco más puede aportar Geary que no haya mostrado ya Moore. Incluso en el apartado gráfico se ve superado por la labor de Eddie Campbell. Los dibujos, al igual que los de Campbell, tratan de recrear los clásicos de la época victoriana, pero el resultado es, en mi opinión, demasiado estático y aun más feísta que los obtenidos por el dibujante australiano.

En definitiva, una obra que puede leerse pero que al día de hoy carece de demasiada justificación. Cosas que pasan.

Puntuación:6



¿Y el resto qué...?

martes, 28 de noviembre de 2006

Del cine de antes, del buen cine

Me gustaría dedicarle una reseña a cada una de las películas que he visto últimamente , películas que sin duda merecerían mejor tratamiento, pero lo cierto es que no ando demasiado bien de tiempo –maldito trabajo que ni dignifica ni mierda ni na- y lo más que puedo hacer es una pequeña alusión. Tampoco es que vaya yo a descubrirle nada a nadie: supongo que a quien le guste el cine de verdad sabe más que de sobra que ya no se hacen películas como las de antes. Y es que resulta raro poder encontrar en los tiempos actuales obras que combinen el entretenimiento y la calidad cinematográfica como lo hacían aquellas películas en blanco y negro y un millón de grises que produjeron los grandes estudios norteamericanos en los años 40 y 50. Así que lo mejor es recurrir precisamente a estas películas.

En fin, voy con ellas:

-La ruta del tabaco: La única comedia que le recuerdo a Ford (bueno, exceptuando El hombre tranquilo) y una de las películas, de entre las suyas, que más me ha impresionado. Un retrato de la miseria y la crueldad a la que se ven abocados aquellos que ya no son de utilidad para el sistema que esta casi a la altura de Las uvas de la ira y que a pesar de su barniz humorístico no esconde la dureza de su tema.

-Cautivos del mal: Posiblemente el mayor y mas completo retrato que el cine ha realizado sobre el cine. Una película en la que sobresale un guión que merodea la perfección, que no olvida ninguno de los estamentos que componen la industria (actores, guionistas, directores, productores, grandes y pequeños estudios…) y que en ningún momento es complaciente con nadie. Y todo ello sin renunciar a la tensión dramática y con un sin fin de homenajes claramente reconocibles. Sin olvidarnos, claro, de la dirección de Minnelli o de la interpretación de Kirk Douglas.

-Un tranvía llamado deseo: Si Ford es el mejor director de western, si Hawks lo es de aventuras, Wilder de comedias y Allen el mejor director de películas de Allen, Kazan se lleva la palma al mejor director dramático de la historia. Nadie ha sabido imprimir la intensidad asfixiante que este hombre imprimió a sus dramas. Y si no, vease Al este del Eden, La ley del silencio, Esplendor en la hierba o cojan este tranvía llamado deseo. Es verdaderamente admirable como Kazan es capaz de estar a la altura de la pieza de William y bucear de su mano por los límites mismos de la condición humana. Y de paso crear iconos de la fuerza de ese Brando descamisado.


-El tesoro de Sierra Madre: Antes he dicho que Hawks es el director de aventuras por excelencias. Algo en lo que me reafirmo, pero pidiendo disculpas al bueno de Huston. Y es que resulta muy duro negarle tal honor a quien dirigió obras maestras del genero como El hombre que pudo reinar o El tesoro de Sierra Madre. Aventura esta últimas sobre buscadores de oro de ritmo endiablado y que resulta toda una alegoría sobre la ambición y la búsqueda de la felicidad en los lugares equivocados. El final no lo desvelaré, pero para quien conozca la obra de Huston tampoco le será difícil imaginarlo.

-Pather panchali (La canción del camino): Bueno, esta no es norteamericana, pero no desmerece en nada a las anteriores. Una muestra ejemplar de cómo sin grandes medios, sin grandes decorados, sin actores conocidos (pero si muy buenos) y sin artificios de ningún tipo también se pueden hacer obras extraordinaria. Eso sí, se requiere una gran sensibilidad y un gran talento. Como el de Satyajit Ray, capaz de hacer interesante algo que nos puede resultar en teoría tan ajeno como lo son las gracias y desgracias de una pobre familia hindú. Y es que al final hay algo que siempre nos hermana con cualquier ser humano de cualquier recóndito lugar: las mismas pasiones, los mismos anhelos, las mismas ilusiones y decepciones que en el fondo nos convierten en ello, en humanos.

Pues hala, ahí queda eso, cine del bueno en reseña de la mala.

¿Y el resto qué...?

martes, 7 de noviembre de 2006

La tumba de las luciérnagas, de Isao Takahata

Que levante la mano –o el pubis, que decían Martes y Trece- quien conozca a Isao Takahata. Ya me imaginaba yo que seríais pocos. Pues este señor tan desconocido acumula, entre otros, los meritos de ser el maestro del maestro Miyazaki, el padre de Heidi y Marcos y además, el director de esta autentica joya del cine de animación y del cine sin más que es La tumba de las luciérnagas: hasta tres veces consecutivas la he visto en el último fin de semana, del entusiasmo que me ha producido el film.

Y es que la contemplación de La tumba de las luciérnagas resulta un espectáculo tan conmovedor –ya digo, es del padre de Heidi y Marcos -como fascinante e hipnótico; cuenta las desventuras y miserias soportadas durante los bombardeos norteamericanos en la II Guerra Mundial por un hermano y una hermana japoneses de corta edad (unos catorce años el niño y unos cinco la niña) cuando quedan huerfanos (como Marcos) y se ven obligados a sobrevivir como malamente pueden. Sin embargo, tras este planteamiento tan poco atractivo –al menos a mi me lo parece- se esconde un film cuyas imágenes se cargan de poesía y son capaces de remontar alguna que otra caída innecesaria en el sentimentalismo y la ñoñería excesiva. Tanto que incluso a la hermana pequeña, que se pasa todo el metraje entre risas y lagrimas sin cuento (como Heidi), se le acaba tomando cariño. En este sentido cabe destacar la soberbia dirección de Takahata, que hace gala de un pulso narrativo verdaderamente envidiable, henebrando la trama a través de un ritmo sosegado y detallista que realza la belleza de sus imágenes. Como cabe destacar también la música de Yoshio Mamiya, que se une a la fiesta con acierto. Además el film funciona también como un duro testimonio del precio que debe estar dispuesto a pagar un país por apuntarse a la locura de la guerra.

Una pequeña maravilla que todo el mundo debería conocer, aunque no es recordable para ánimos con tendencias suicidas; difícilmente podrán evitar el desenlace trágico.

¿Y el resto qué...?