viernes, 6 de febrero de 2015

El gabinete chino, de Nancy Peña



Edad media y orientalismo de postal; alquimia y ciencia; pasión más allá de toda razón y magia, mucha mucha magia. Lo sé, suena indigesto. Pero no os fieis de las apariencias. 

El gabinete chino es obra modesta que de alguna manera siempre tiene en mente los límites que ella misma se impone; que no aspira a  persuadir de nada al lector, que apenas quiere  recrear un ambiente: evocar un tono, una sensación tal vez ya perdida para siempre. Ahora ya no, pero quizá en otro tiempo, cuando aún había rincones del planeta de los que apenas se tenían noticias, cuando muchos fenómenos no hallaban explicación, cuando todavía ciencia y magia podían confundirse y las más peregrinas hipótesis ser tomadas por ciertas, entonces todavía era posible acercarse a la realidad con  mirada encantada y dejarse fascinar por ella. Es esa sensación de duermevela, a medio camino entre la ensoñación y la vigilia, la que parece persiguir y encontrar Nancy Peña con su relato. 

Para gustar de El gabinete chino no hace falta analizar y dar sentido a cada hecho o a cada comportamiento del tebeo; más bien todo lo contrario: es necesario dejarse confundir por los sucesos; disfrutarlos en lugar de racionalizarlos; dejarse envolver por su ritmo y su aliento en vez de querer comprender a toda costa. ¿Qué buscan los personajes? ¿Por qué la atracción por el gabinete chino? ¿Quiénes son los moradores de la casa? ¿Cuáles sus historias pasadas? ¿Por qué regresa ella?... 

¿Acaso importa en lo más mínimo?

¿Y el resto qué...?

lunes, 2 de febrero de 2015

El cometa de Cartago VS F.52



No deja de sorprenderme que La guia básica del cómic, de Frattini y Palmer, recomendase la lectura de El cometa de Cartago, pero no la de F.52. Ambos de Lepennetier y Chaland. Y ambos una gozada para la vista. Es increíble la elegancia y la distinción que llegó a alcanzar el trazo de este chico, Chaland, que murió tan joven. Aunque para mí el color de Beaumenay y Joannet también hace muchísimo. 

Así que por ahí igual no hay manera de establecer comparaciones claras y distintas. Pero siendo igual de hermosos los dos álbumes, el guión de F.52 aventaja en mucho al de El cometa de Cartago. Es sugerente y evocador este último, esa especie de mundo clausurado que se cae a pedazos bajo la amenaza del cometa que llega, mientras Freddy deambula de aquí para allá detrás de la morena. No lo niego. Pero me apasiona infinitamente más el conflicto interclases (clase turista VS clase negocios) de F.52. Me sobrecoge la angustia de esa madre a la que nadie parece tomar en serio,  la de la niña que se va dando cuenta de que aquello no es un juego, la opresión de la escasez de espacios en la aeronave, o la sorpresa del final Kubrickiano. Y sobre todo me fascina la ironía con la que se burlan Lepennetier y Chaland de las convenciones del género, cómo se olvidan muy conscientemente del espía comunista, al que dejan languidecer y morirse del tedio, ese mismo espía que quizá en otro álbum, o en otra serie, o con otro guionista, hubiera fagocitado sin piedad la historia completa de la niña. ¡Bien por ellos! 

Sólo por este detalle se merece ya F.52 un lugar destacado dentro de la serie de Freddy Lombard. Y no es por despotricar de El cometa de Cartago, pero sigo sin explicarme por qué uno sí y el otro no...

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sábado, 31 de enero de 2015

Super Spy, de Matt Kindt

 

Llevo rato planteándome qué voy a comentar sobre este tebeo. Elementos no faltan para ello; en mi muy modesta opinión estamos ante uno de los diez mejores tebeos de la década pasada. O de los cinco, si nos dejamos de falsas modestias. Por ejemplo podría elogiar el  planteamiento de Kindt, que recrea la II Guerra Mundial desde la optica, quizá no necesariamente novedosa pero sí menos frecuentada, de los servicios de inteligencia y su batalla por el control de la información. Batalla que, según señala la Historia, no resultó precisamente menor para el desenlace de la contienda.


O podría remarcar el perfecto equilibrio entre los relatos breves y la historia coral en la que se entretejen. Los dosieres, que pueden ser leídos en el orden que propone Kindt o, siguiendo su numeración, hacerlo en riguroso orden cronológico, constituyen unidades narrativas con la fuerza suficiente como para funcionar autónomamente, pero es en el conjunto donde hallan sin duda su pleno significado. En este sentido se me viene a la cabeza una comparación: al igual que el Monster de Urasawa, Super Spy está construido sobre la base de un puñado de relatos notables que por sí mismos serían razón suficiente para recomendar su lectura; a diferencia de aquel, con más agujeros que un queso émental, Super Spy no naufraga en la elaboración de una urdimbre general que preste sustento a las historias. El argumento es sólido, cohesionado y sin fisuras, aun cuando no siempre sea sencillo encajar todas las piezas del puzzle. Más incluso, gracias a la hábil dosifición de información por momentos el lector se siente parte  de esta trama de engaños  y traiciones: desconfía de todos y  tiene siempre puesto un ojo avizor en las sombras.  

 

Sí, podría hablar de ello y más,  pero lo que de verdad me entusiasma es mostraros la maravillosa versatilidad de estilos y diseños gráficos de la que hace gala Kindt. Acuarelas, claroscuros, dibujos abocetados, panorámicas de varias páginas, ilustraciones infantiles, tiras de prensa... Super Spy es un monumento inconmensurable a las posibilidades narrativas y estéticas del cómic.  

Lo diré una vez más: de lo mejor que se hizo en la década anterior. 

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viernes, 30 de enero de 2015

En la prisión, de Kazuichi Hanawa


Reconozco que en algunos pasajes se me hizo algo aburrido, aunque tal vez  sea ese  justamente su tema: qué hacer cuando no hay nada que hacer. Se lo comentan a Hanawa en la entrevista inicial, y leyendo el tebeo parece que fuera verdad: da la sensación de que se chupó tres años en la trena sólo para poder documentarse a fondo. Porque no cabe duda de que  En la prisión  se sitúa más próximo al reportaje periodístico que al manido drama carcelario. 

De hecho no aparece ni uno solo de los tan gastados tópicos del género. En este sentido resulta sorprendente lo civilizada que es la prisión de En la prisión; se come bien, hay cine mensual, lectura abundante, trabajo relajado, carceleros poco autoritarios y hasta los reclusos no parecen mala gente...

Tampoco el dibujo de Hanawa  consigue entusiasmarme; me parece algo desmañado en su trazo. Y sin embargo de cuando en cuando se descuelga con dobles páginas de un detallismo casi fotográfico que son auténticas delicias.
En fin, que sin lograr apasionarme En la prisión me parece un cómic grande; grande en el sentido de  esas obras necesarias que consiguen conquistar nuevos espacios para el medio. Y eso siempre es muy de agradecer.

Puntuación: 8 
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jueves, 29 de enero de 2015

Maruo contra Kago contra Gyo

Después de este ligero impás, apenas tres años desde la última entrada, retomo el pulso al sitio. Y nada más oportuno que celebrarlo con unas bonitas ilustraciones, aptas para todos los miembros de la familia.  Os dejo con tres genios, tres entre tantos, del tebeo japones:













¿Y el resto qué...?