Jack Johnson -vs- Frank Moran 1914
miércoles, 30 de enero de 2008
Algunos boxeadores legendarios
Jack Johnson -vs- Frank Moran 1914
martes, 29 de enero de 2008
Almendralejo decide en CQC: ZP presidente
¿Y el resto qué...?
martes, 22 de enero de 2008
sábado, 12 de enero de 2008
Sicko, de Michael Moore: ¿susto o muerte?

Afortunadamente, para paliar tan imperdonable falta de sentido crítico tenemos al bueno de Michael Moore y su intrepida cámara. Moore se ha dedicado siempre, a través de sus documentales, programas televisivos y libros, a poner un espejo delante de su sociedad y a dejar que ésta se refleje tal cual es (vale, vale, el espejo es algo deforme, pero es que si no estos ni se enteran): primero les mostró a lo que lleva su demencial pasión por las armas, después el aplastante dominio que los intereses de las multinacionales tienen en el delineado de la política internacional americana y ahora le toca a la sanidad privatizada. Una sanidad que hace realidad aquel viejo chiste que preguntaba ¿qué prefieres, susto (económico) o muerte?
Posiblemente sea Sicko el documental más serio y el más sincero realizado hasta el momento por Moore, donde por vez primera la ironía cede la palabra a los datos (supongo que algo partidistas, pero a grandes rasgos verdaderos) y a los terribles testimonios de los damnificados y olvidados por tan peculiar forma de entender la sanidad. El film se abre con las impactantes imágenes de un hombre al que no le queda más remedio que coserse el mismo la considerable brecha que le cruza la rodilla. Son las consecuencias de no tener seguro médico en un país donde se llega más lejos sin principios éticos que sin dinero. Pero el documental no es la radiografía de los cuarenta millones de americanos sin seguro; la película habla de los que sí lo tienen y aun así se quedan con las témporas al aire. Porque si la salud depende de las aseguradoras… en fin, que ya sabemos todos como funcionan las aseguradoras en cualquier país del mundo y donde reside su benefició: efectivamente, ya puedes estar a las puertas de la muerte que como encuentren alguna manera de evitarlo el seguro no te va a cubrir ni el reconocimiento médico. Y claro, en esas circunstancias mucha gente se muere. Gente que de haber recibido el tratamiento adecuado podría seguir viviendo. Eso sí, las aseguradoras hacen ganar un pastón a sus accionistas y dan mucho trabajo, que en el fondo es lo que importa.
Ya sé, es una situación muy dura, pero tal vez sea cierto que la cosa no puede ser de otra forma; acaso sea realmente la única opción viable para no caer en la ineficiente, burocratizada y laberíntica sanidad socializada. Así que para estar completamente seguro antes de hacer un juicio tan severo, Moore se va de viaje a comprobar como les va a los que han optado por esta última posibilidad: en Canada parece que la gente está contenta. En Inglaterra los pacientes se descojonan cuando se les pregunta por el precio de sus intervenciones médicas y en Francia un grupo de americanos residentes alucinan con las innumerables ventajas del sistema socializado francés. Vaya, curiosa consecuencia la de lo ineficiente, burocratizado y laberíntico. Pero esto no es todo, a Moore todavía le queda un as en la manga: ni corto ni perezoso coge un grupito de voluntarios de las labores de rescate del 11-S, gente que se vio afectada por la lógica insalubridad de la zona y que han sido dados de lado por el sistema sanitario de su país, los embarca y se los lleva… a Cuba. Viaje por el que, por cierto, está siendo investigado por parte del departamento de estado. El caso es que allí a los voluntarios se les cae el alma a los pies cuando comprueban que hasta un país al que tienen por tercermundista –y malvado- es capaz de prestarles una asistencia desinteresada de muchísima más calidad que la que les ha ofrecido la primera potencia económica, industrial y militar del mundo.
En fin, aunque evidentemente los beneficios del sistema sanitario estatal son idealizados y sus inconvenientes minimizados en Sicko, lo cierto es que el documental logra lo que se propone; visto lo visto a uno no le quedan dudas a la hora de elegir que sistema prefiere: lo que aquí no pasa de ser, generalmente, anécdota más o menos irritante, más o menos desesperante, allí se convierte en autentico drama humano; en verdadera tragedia evitable. Ya lo dijo Homer Simpson: La sanidad americana es la mejor del mundo, después de la canadiense, la japonesa... y todos los de Europa (gracias davidchip por la cita). Pero bueno, que allá cada cual con sus propios gustos y preferencias: si es eso lo que los americanos desean, pues que los americanos lo disfruten con salud. Más les vale, que si no lo van a pasar muy mal.
Joder, hay que ver lo rojillo me estoy volviendo.
La aventura, de Michelangelo Antonioni


jueves, 10 de enero de 2008
No country for old men: la violencia como forma de vida

La penúltima obra de los Coen – la última, bien recientita, es Burn After Reading – aúna a un guión tan impecable como el de Muerte entre las flores una dirección sosegada y de corte tan clásico como lo fue la de Fargo. Esa es en verdad su principal baza: la cámara de Joel Coen da todo un recital de dominio de la narración, con un trabajo sobrio que huye de los efectismos en los que suele caer habitualmente su cine, imprimiendo a la cinta por el contrario un ritmo pausado que se apoya más en el sonido ambiente que en los diálogos, además de en la hermosa fotografía de Roger Deakins que sirve de fondo perfecto sobre el que se recortan las escenas de acción. Un contrapunto que hace aun más efectiva la constante irrupción de la violencia entre esos paramos polvorientos y solitarios y que se erige en protagonista inexorable del film.
El hallazgo de un maletín con dos millones de dólares servirá de punto de partida para una historia de caza humana con la que los Coen quieren dejar clara su visión de lo que es la condición humana, en donde el hombre será siempre un lobo para el hombre. El guión, muy cuidado y muy ambiguo, que adapta la novela del mismo título de Cormac McCarthy (autor de, entre otras, la afamada Meridiano de sangre), apenas nos deja entrever las razones que conducen a semejante carnicería, sospechándose de fondo que, al final, no hay más razón para tan cruento ejercicio de violencia que la del egoísmo visceral, el ansia de dinero y poder; esa locura que no repara en medios para conseguir lo que desea. Una enfermedad del alma que es propiciada y alentada por los valores de un país, EE.UU., que predica el más radical de los individualismos, la ambición desaforada como motor de la sociedad y el ejercicio de la violencia –en defensa propia, dicen ellos- como derecho inviolable. Una violencia que asienta sus raíces en el propio origen del país, es decir, que más que ser circunstancial es constitutiva del mismo, tanto como para ser recogida y elevada a la categoría de forma de vida en su propia constitución

Pero además de la memorable dirección y del guión impecable, No country for old men destaca por sus soberbias interpretaciones, de entre las cuales yo me quedo, sin duda, y por encima del interesantísimo trabajo de nuestro Bardem, con la deslumbrante actuación de Josh Brolín, nada menos que el hijo de James Brolín, el protagonista de la televisiva e inolvidable Hotel. Sin menospreciar las ajustadas interpretaciones de Tommy Lee Jones y Woody Harrelson.
Total, una gran película.
