jueves, 27 de noviembre de 2008

Teatro a las tres (Sobredosis de Beckett y Pinter)


(La jovén es alta y de complexión robusta. Sin embargo se desploma sobre la silla del despacho de piedra arenisca como sí todas sus resistencias hubieran cedido en ese preciso instante. Al otro extremo de la mesa el señor Duarte la observa impasible.)

-Necesito saberlo, señor Duarte.
- ¿El qué, señorita Urdiales?
-Los he visto… todos… cerrados. Hoy, en el archivo; reconocí de inmediato mi letra… todos… cerrados...

- Y bien, ¿cuál es el problema?
-No puedo seguir con esto… necesito saber para qué… por qué...
-¿Acaso ha dejado de recibir la contraprestación acordada?
-No, pero…
-Es un acuerdo muy generoso, señorita Urdiales.
-Sí, pero…
-¿Pero…?
-No puedo entenderlo, señor Duarte.(Se retuerce nerviosa las manos) Al principio pensé que era una especie de prueba de lealtad… ya sabe, hasta dónde estaba dispuesta a llegar si me lo ordenaba…
-Ajá…
-Después se me han pasado por la mente miles de teorías absurdas: que espera que le descubra algo de su vida que por sí mismo no es capaz de apreciar…
-Sí…
-Que teme que alguien le este vigilando… alguien más, se entiende…
-Ya.
-Que… que... no lo sé… no lo sé… no tiene … (la joven ahoga un grito desperado)
-¿Qué no tiene, señorita Urdiales?
-… ¡¡¡no tiene sentido!!!. (Al fin suelta el grito que se le había atorado en la garganta. Ahora está más relajada)
-Eso es, señorita Urdiales, nada tiene sentido.
-Pero… pero… no es cierto, sólo esto no lo tiene. No tiene sentido que me pague la fortuna que me está pagando para que le siga tres días a la semana si después ni se va a molestar en abrir los informes…
-Oh, no, no, evidentemente no lo ha entendido usted. Es todo lo contrario. Nada tiene sentido, sólo esto lo tiene.
-No… no puedo entenderlo…
-¿Lee usted, señorita Urdiales?
-¿Perdón...?
-Si lee usted, señorita Urdiales. O si le gusta ir al cine. Seguro que sí, a todo el mundo le gusta ir de vez en cuando al cine. Entonces en más de una ocasión se habrá emocionado viendo las andanzas de los personajes en la pantalla; alguna que otra vez habrá vertido una lágrima emocionada por la suerte del joven galán capaz de sacrificarse por su amada aun a sabiendas de que nadie, ni siquiera su amada, va a conocer que fue él quien la salvó…
-Pues sí, pero no veo qué…
-Oh, es fácil señorita Urdiales. Es un gesto hermoso, ¿verdad? Un gesto capaz de emocionar a cualquiera. Pero, ¿se ha preguntado alguna vez por qué es tan hermoso?
-No sé…tal vez... ¿por heroico?... ¿por romántico?... ¿por grandioso?... ¿por…?
-No, no,no. Sólo, y tan sólo, porque hay alguien observándolo. Usted... yo... los espectadores. ¿Se da cuenta?
-…
-Nada tiene sentido, señorita Urdiales, nada. Pero en los libros, en las películas, en cualquier obra de ficción todo parece tenerlo. En la ficción hasta los hechos más trágicos están imbuidos de un halo poético muy seductor. Incluso los sucesos más crueles, los más injustos, los más terribles… Porque nosotros estamos mirando y les otorgamos un sentido. Sólo por eso, señorita Urdiales…
-…
-No le quepa duda, si mi vida tiene ahora algún sentido es gracias a usted, a su mirada… los informes son sólo un tramite para asegurarme que sigue ahí, observando.
-…
-¿Lo entiende ahora?
-…
-…
-Está usted como una cabra, señor Duarte
-Lo sé, señorita Urdiales.

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