viernes, 24 de agosto de 2007

Arkham Asylum, de Grant Morrison: Batman es sólo un hombre

Me gusta ese tipo de relato psicológico que bucea en las profundidades de la mente humana para intentar traer a la superficie los verdaderos anhelos y deseos que todos ocultamos bajo la falsa piel de apariencias y autoengaños. Pienso que es esta una de las más elevadas misiones a las que el arte, practicado con honradez, puede aspirar. Sin embargo también creo que, al tiempo, es uno de los terrenos más complicados y peligrosos sobre el que el artista pueda transitar, pues no es difícil, ni siquiera infrecuente, que en el afán de profundizar demasiado acabe despeñándose en los abismos de la estupidez y la pedantería. O sea, como el Morrison en Arkham Asylum. Aunque, por lo poco que le he leído al escocés (apenas esto y El misterio religioso), empiezo a sospechar que este señor no es que se nos haya caído en tan deplorable barranco, sino que nació, se crió y vive, muy a gusto, allí. Vamos, que me ha parecido un tebeo insoportable, pretencioso y vacío como no leía ninguno desde el Dr. Inugami de Maruo. Pero vayamos con el argumento.

Los locos de Arkham se han levantado en armas y ahora controlan, con el Joker a la cabeza, la legendaria institución psiquiátrica amenazando con despellejar a todos los trabadores del lugar si no se cumplen sus demenciales reivindicaciones, es decir, si no les sirven en bandeja de plata a Batman. Y Batman, que para eso le pagan, presto se apresta al juego. Pero que conste que no lo hace por altruismo o porque quiera salvar la vida de los pobres inocentes allí retenidos; no, no, por eso él ni se molestaría, él va porque teme que “cuando entre en Arkham y se cierren las puertas tras de mí, sea como llegar a casa”. Vamos, que lo único que le importa es comprobar si está o no loco. Lo cual, en vista de cómo viste y de la profundísima razón que ha encontrado para encerrarse con los más exquisitos psicópatas de Gotham, tampoco es que debiera provocarle muchas dudas. En fín, pues eso, que allí se aventura, feliz, Batman a la casa de los locos.

Mientras tanto, la narración, en una impresionante alarde técnico de Morrison, se desdobla y nos cuenta el origen del asilo y la suerte de su fundador, Amadeus Arkham, un personajillo acuciado por el estado de demencia en el que murió su madre y la sospecha y el miedo de haber heredado su mismo mal. Así que para distraer la mente al bueno de Amadeus no se le ocurre otra cosa que inaugurar un sanatorio mental. Y no crean que no le funciona el truco, pues tan distraído anda en estas labores que ni presta atención cuando le comunican que un peligroso psicópata, al que trató en el pasado, ha escapado en la vecina Metrópolis. La consecuencia de tan execrable dejación del deber es, inevitablemente, la violación y muerte de su mujer e hija (a qué me suena esto, tío Ben). Pero el hombre, muy profesional, no deja que este percance destruya su proyecto y finalmente consigue abrir las puertas de Arkham Asylum. Después quema al asesino de su familia y se vuelve tan majara que le acaban por dar su propia habitación en Arkham...


A todo esto, Batman y los internos deciden entretener las horas jugando al escondite, lo que pone al hombre murciélago a límite de sus fuerzas –recordemos que él nunca tuvo infancia y por tanto no está acostumbrado a estos trotes- y de paso sirve a Morrison para descubrirnos que, pásmense, el enmascarado no es más que un hombre. Sí, sí, no es un murciélago gigante superinteligente, es sólo un hombre; como una cabra, pero un hombre. Porque esa es la otra profundísima conclusión a la quería llegar el genio escocés; que el bueno de Wayne esta para internarlo en Arkham y tirar las llaves donde ni Salinas las pueda encontrar. Algo que no termina por suceder, pues al fin y al cabo, a qué darle tanta importancia si en verdad todos estamos como un cencerro. Y tú que lo disfrutes con salud (mental), Grant Morrison.

Una idea, la del tebeo, que de todas formas ni siquiera es excesivamente original, pues lo que se viene a hacer aquí con Batman es algo muy parecido a lo que ya hiciera con mucho más tino y sentido común Moore –el verdadero genio- con el comisario Gordon en La broma asesina.

Pues nada, que lo único que se salva de la quema son las pinturas de Dave McKean, el de las portadas de The sandman. El resto, infumable cual cogollo macho de maría.

Puntuación: 4

2 comentarios:

  1. Es que el tío Morrison cuando se deja llevar puede ser peligroso para la estabilidad mental del lector. Véase si no eso de los Invisibles, algunas partes de Animal Man, el principio de los 7 soldados... aunque también tiene cosas memorables.

    Yo a esta cosa del Asilo de Arkham le tengo ganas como a todo lo protagonizado por el murciélago o cualquiera de sus adláteres, pero la verdad es que he oído más cosas negativas que positivas de él y todas en el sentido que tú apuntas, que Morrison se pierde en su pedantería y se le va la olla como en sus peores momentos...

    Ya veremos cuando le eche el guante encima.

    Un saludete ;)

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  2. Si te compensa la parte gráfica, adelante. Además tal vez seas capaz de verle algún sentido al guión de Morrison. Sinceramente, a mi me costó mucho acabar de leerlo; me aburrí tremendamente y me dejó irritadisimo, pero a veces, con este tipo de historias, pasa que uno entra con buen pie y se deja llevar por lo que propone y hasta puede terminar disfrutando.

    Si finalmente te decides, te deseo la mejor de las suertes.

    Un saludo.

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