miércoles, 21 de noviembre de 2007

Jacques el fatalista

Escrito estaba en las alturas, en el gran cilindro, que habría yo de leer con gran goce las andanzas del parlanchín Jacques y su paciente amo, como escrito estaba que habría de dejaros aquí reseña y que lo haría con estas mismas palabras que hasta el momento llevo dichas. Y tan cierto como que vivimos en el mejor de los mundos posibles, como asegura Monsieur Pangloss, es que incluso las que aun habré de deciros recogidas allí están: mis muy doctos elogios sobre el afiladísimo humor de Monsieur Diderot, mi no menos agudo análisis sobre su genial desprecio por las convenciones narrativas y de la forma magistral con la que les retuerce el pescuezo para dejarlas convertidas en graciosísimas parodias; mis muy ingeniosas invectivas sobre el trato –o maltrato- que en más de una ocasión dispensa a sus lectores. Pero tan escritas están en las alturas, tan nítidas se las puede leer en el gran cilindro, que cortésmente prefiero, amables lectores, no abusar de vuestra paciencia y ahorraros la fatiga que la repetición provoca: leedlo allí por vosotros mismos, haraganes. Y dejad ya de incordiar, que tengo cosas mejores en las que ocupar mi ocio que en reseñar libros que nunca leeréis. Peor para vosotros, si es que así está escrito en las alturas.


2 comentarios:

  1. lo gracioso es que después de estar leyendo un libro así por un rato, uno queda pensando "caballerosamente"

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  2. Sí, pasa lo mismo que si te lees El Quijote, te pasas una semana hablando de gañanes, vuesa merced, y otras cosas más de gran ingenio y mucha prudencia que tengan a bien pasarsete por las mientes.

    Qué horror.

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