¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ESPAÑA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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Vigilante: El día del padre
Si por algo se han caracterizado los constantes acercamientos de Moore a los superhéroes es, sin lugar a dudas, por su capacidad para penetrar en el alma de seres tan improbables y mostrárnoslos, si no más normales, al menos sí algo más comprensibles. Y si el inglés ha sido capaz de pasearse con tanta soltura por las neuras de semejantes personajillos, por qué no podría hacer lo mismo con seres un poco más cercanos, aunque en el fondo no menos desquiciados. Y, mira tú por donde, eso mismo fue lo que trató de hacer en El día del padre: adentrarnos en la lógica de un psicópata que aún siendo capaz de atrocidades tales como abusar de su hija pequeña o matar a quien se interponga en su camino, guarda en su corazoncito sentimientos que son reconociblemente humanos. Porque al fin y al cabo, este tipo de conductas no son privativas de monstruos inhumanos, sino que desgraciadamente forman parte, a veces de manera inseparable, de lo que es la condición humana. Por eso Moore insiste en la necesidad de comprender a los otros, incluso a los más deleznables, como requisito indispensable no ya para justificar y perdonar lo que hacen los demás, sino para conocer verdaderamente nuestra auténtica naturaleza. El único pero que se le puede poner al tebeo es que la historia camina por el delgado alambre del tremendismo, siempre a un paso de caer, o cayendo en algunos momentos, en la exageración, el lugar común e incluso en el ridículo. Aún así, la rebosante humanidad de los personajes y el lirismo del final la salvan sobradamente de estas caídas y recaídas. Atención especial merece el divertidísimo choque entre la moral de cartón piedra del Vigilante y el mundo tridimensional y de carne y hueso de las prostitutas.
Por cierto, la parte gráfica corresponde a Jim Baikie, el mismo que ya formara equipo con Moore en la muy prescindible Skizz: dibujos funcionales, que sin ser especialmente memorables, al menos no estorban el desarrollo de la historia. Lo dicho, otra pequeña maravilla a reivindicar. (Esta reseña no me ha quedado muy mini, la verdad)
Puntuación: 8
Prestigio (es decir, formato diferente al comic-book de toda la vida con el único propósito de sacarle más pasta de lo habitual a los pobres lectores) de los X-Men que por una vez merece ser llamado así. Dios ama, el hombre mata, escrita por Claremont, narra una historia que, con estar fuera de la continuidad oficial de la colección, bien podría considerarse como paradigmática de lo que han sido siempre las aventuras de los muties: las de un grupo de marginados atareados por igual en su lucha contra el mal como en su esfuerzo por lograr la aceptación por parte de la sociedad. Tanto que el argumento sirvió de base para la segunda entrega cinematográfica dirigida por Singer (X-Men II, por si alguien no acaba de enterarse de qué peli hablo). En este caso los Xavier, Cíclope, Fénix, Coloso y compañía, con la ayuda excepcional de Magneto, habrán de vérselas con la intolerancia del predicador Stryker y sus acólitos, decididos a iniciar, en nombre de Dios y de la pureza de la raza, una verdadera cacería de todo aquel que sea diferente. Porque esta es en definitiva la autentica razón de ser del tebeo: un alegato a favor del respeto a la diferencia y una llamada de atención contra ese miedo visceral al otro que degenera casi inevitablemente en la intolerancia y el odio. No es mala lección para los tiempos que corren, Berlusconi. Buen dibujo y buen ritmo el de Brent Anderson. Y espeluznante la escena de la ejecución de los niños mutantes con la que se abre el cómic. Total, otro cómic de superhéroes que hay que leer. Si al final va a resultar que el género no está tan mal.
Puntuación: 9
Número especial correspondiente a la colección/Universo alternativo de Astro City, con la que Kurt Busiek retomó la idea central de su aclamada –con todo merecimiento, por si a alguien le interesa mi opinión- Marvels: es decir, explorar el día a día de una ciudad infectada de superhéroes e introducirnos en la cotidianidad más elemental de sus seres extraordinarios y de aquellos personajes anónimos cuyas vidas se ven enredadas en las peripecias superheroicas de los justicieros.
En este caso conoceremos las cuitas del pobre Michael Tenicek, un simple administrativo que, sin saberlo, ha perdido para siempre a su esposa en uno de esos habituales desgarrones de la continuidad temporal que tan frecuentemente se dan en Astro City cuando el bien tiene que enfrentarse con el mal. El resultado es que Michael sueña constantemente con una mujer a la que jamás ha conocido, entre otras cosas porque en la nueva continuidad jamás ha existido, pero a la que sin embargo ama y añora con tal intensidad que a duras pena consigue mantenerse cuerdo. Una situación que sólo se verá aliviada cuando le sea explicada y pueda con ello recuperar de alguna manera la realidad, la consistencia, la sustancia de sus recuerdos y sentimientos. En definitiva, apenas 16 páginas tras las que late una intensa historia de amor capaz, no sólo de sobreponerse a la muerte, sino incluso a su propia inexistencia. Una pequeña maravilla. Y no digo más que se me salen las palabras del presupuesto.
Puntuación: 8