Jamás he podido mentirle a ninguna mujer, lo que ha estado a punto de tirar por tierra mi vida. Por ejemplo, cuando Marieta, mi novia de entonces y a la que amaba de verdad, me preguntó, como queriendo hacer una gracia, sí la engañaba con alguna otra mujer, no dude ni un instante en responderle que sí. Era la verdad. Rompimos de inmediato, con lo que consiguio destrozarme el corazón.
Dolorído como me dejó Marieta, tarde dos años en declararme a Laura, con la que incluso llegue a vivir durante un tiempo. Estabamos dispuestos a casarnos, hasta que una noche, tras hacer el amor, Laura quiso saber si la amaba más que a nadie en el mundo. Yo la amaba de verdad, sólo que por aquel entonces aún seguía queriendo un poco más a Marieta. Al día siguiente me puso las maletas en la calle, con lo que Laura también consiguió romperme el corazón.
Fue tanta mi desesperación que llegue incluso a buscar la ayuda del psicólogo para que me enseñara a mentir a las mujeres. Y con Rocío estuve a punto de lograrlo, pero al final, en un momento de debilidad, recaí y no pude evitar confesarle que lo único que me atraía de ella era su cuerpo.
Afortunadamente todo se ha solucionado desde que conocí a Silvia en el hospital. Ahora llevamos ya más de diez años de relación sin ningún problema. Silvia nunca hace preguntas y yo ya no puedo decirle la verdad. A veces pienso que fue una verdadera suerte que los dos perdiéramos el habla en aquel accidente de tren.
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