De los 50 números que componen la serie apenas he podido leer tres; los que circulan en edición digital por la red. Quiero decir que a pesar de las pretensiones del título de la entrada sé tanto de American Flagg! como, por decir algo, de las obras completas del gran compositor Johan Sebastian Mastropiero: nada de nada. O sea que a aquel que lea mi reseña pensando en ampliar sus conocimientos sobre la obra de Chaykin lo mismo le sirve, para el caso, leer por ejemplo la reseña de El viaje de Boudoin, con tal de cambiar donde pone El viaje por American Flagg! y donde Boudoin por Chaykin, porque igual de informado al respecto se va a quedar de una manera que de otra. Estais avisado. Bien, hechas las oportunas aclaraciones quedo liberado para pontificar dogmáticamente sobre ella.
Cuando uno busca información sobre el American Flagg! de Chaykin una de las comidillas más habituales y repetidas, si no la única a la vista de la escasísima información que circula en castellano, nos aclara al respecto que la serie constituyó un hito en la evolución del cómic comercial norteamericano de los ochenta y que influyó decisivamente en aquellos autores que en la segunda mitad de la década lo revolucionaron definitivamente, llevándolo a un efimero momento de madurez, léase, cómo no, Alan Moore y Frank Miller. Bueno, puede ser. Aunque a decir verdad yo no le encuentro demasiadas semejanzas con la obra del maestro inglés, ni de esa época ni de después. No así en el caso de Miller, al que se le nota mucho la influencia sobre todo en Dark Knight y en DK2 o incluso en la serie de Sin City.
Pero dejemos de tanto divagar y vayamos con el argumento: Chaykin sitúa la acción de American Flagg! en un futuro cercano –ahora ya casi presente- en donde la autoridad política y económica de los Estados Unidos ha decidió abandonar la Tierra y establecerse en la Luna y en Marte. Esto provoca una serie de reacciones en cadena a nivel global que dejan al mundo convertido en un verdadero mercadillo de saldos. En este mundo vacío de autoridad toma las riendas de los Estados Unidos una especie de corporación televisiva, Plex, que los convertirá no ya en un estado militar o policial, como suele ser común a estos casos, sino directamente en un inmenso plató de televisión. Y ya se sabe que todo lo que aparece en televisión es siempre mentira. Hasta que a este reallity show llamado Norteamérica arribe de los mundos exteriores el ex-actor reciclado a policía Rouben Flagg. Por supuesto Flagg, como buen héroe clásico, no estará dispuesto a transigir con la decadencia y el falseamiento de la vida convertida en espectáculo público.
Pues vale. Supongo que ahora debería hablaros de la visionaria crítica de Chaykin a la enorme influencia que los mass media estaban empezando a adquirir por entonces sobre las vidas y las conciencias de los ciudadanos; de la manera decisiva en que determinan lo que entendemos y percibimos por realidad y tal y cual y pascual. Pero paso. Creo que American Flagg! es, en esencia y por encima de cualquier otra consideración, una obra de género cuya principal virtud estriba en su capacidad de entretener. No quiero decir con ello que me parezca exclusivamente un producto de consumo que se agota a la primera lectura –aunque casi-; por el contrario me resultan también muy atractivos y meritorios el inconformismo gráfico de Chaykin -cuyas formas recuerdan, en esto también, a las del Miller de Dk- y su esfuerzo por poner en escena unos personajes más maduros y unas situaciones más complejas de lo habitual en el mainstream de aquel tiempo. Y sin embargo, en mi opinión nada autorizada, American Flagg!, a diferencia de las obras de Moore o Miller a las que se supone influyó, no es capaz en ningún momento de elevarse por encima de su condición de obra de género y reivindicarse por tanto como obra maestra absoluta. A pesar de la voluntad de abandonar los caminos trillados, el argumento de American Flagg! sigue pareciéndose demasiado a lo que se supone debe ser un tebeo adolescente: mundos futuristas, tecnología cienciaficcioniera y acción y violencia sin cuartel para que no se aburran los chavales. A la obra de Chaykin le falta un algo, tal vez otra vuelta de tuerca emocional, o un momento de pausa para la intimidad, o un poso reflexivo mayor, o un aliento épico o poético de más calado, no lo sé, algo para que se pueda decir de ella que es mucho más que una buena obra de género. Pero lo cierto es que en definitiva se queda "sólo" en eso. Eso sí, no del de ciencia ficción, que a ese sí lo trasciende, sino del negro.
Resumiendo, en cinco palabras –a ver quién supera mi capacidad de síntesis-: que bien, pero no tanto.
Puntuación: 7
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