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Las cartas bocarriba: no he leído
Otra vuelta de tuerca, la novela de
Henry James de la que
Suspense es adaptación, es decir no puedo opinar sobre el referente más directo de la película de
Jack Clayton. Pero si aceptamos que las adaptaciones son, al menos las logradas, obras autónomas cuyo valor e interpretación es independiente de las fuentes originales, mi opinión será tan válida como la de cualquier otro y no desmerecerá en nada por ello. Cruzo los dedos para que así sea la cosa. El caso es que como aquella, como la novela de
James,
Suspense es una historia de fantasmas y aparecidos (el que no la haya leído no significa que no sepa de qué va) donde se quiebra con frecuencia la delgada línea que separa la realidad de la alucinación, en donde hechos e interpretaciones se amalgaman para formar un todo inextricable.
Clayton juega magistralmente la baza de la ambiguedad, obligando al espectador a involucrarse en la construcción de la historia, forzándolo a tomar partido y decidir por sí mismo qué es lo que verdaderamente ha sucedido en el film. En este sentido cabe reseñar que la habilidad del inglés en la dosificación de la información, que llega siempre a cuentagotas y en el momento adecuado al espectador, alcanza tal nivel que por momentos es digna del mejor
Hitchcok. Lo cual son ya palabra mayores. Pero sí, digámoslo así, sin miedo: efectivamente
Suspense es una obra mayor que merece este alago. Aunque no todo el mérito es de la cámara de
Clayton: tanto el ajustadísimo guión de
Capote y
Archibald, como las soberbias interpretaciones de
Deborrah Kerr o los niños
Pamela Franklin y
Martin Stephens aportan su decisivo granito de arena en el manejo de las impresiones y expectativas del espectador.
Una atentica gozada, y más aun si tenemos en cuenta su escasa popularidad en comparación con sus enormes méritos.