viernes, 1 de septiembre de 2006

Las dos lecciones

El Emperador Qin Shi Huang dormía profundamente. Soñaba con una mariposa de vivos colores que revoloteaba en su alcoba. La mariposa se acercó al lecho y con elegantes palabras, que fueron muy del agrado de Qin Shi Huang –la que más le gustó fue yogurtera, aunque transexplendido tampoco le dejó indiferente-, le reveló el anhelado secreto de la vida digna. Qin Shi Huang despertó inmediatamente y sin perdida de tiempo comenzó a redactar su “Vida revelada por una mariposa”, tratado que entre guía espiritual y ordenamiento jurídico publicó y promulgó hacia el año V de su propia era.
De esta manera el imperio acató con modélica lealtad –aquí las malas lenguas señalan que la pena de muerte con que se castigaba cualquier incumplimiento ayudó mucho a que así sucediera- las nuevas costumbres que en él se recogían: aún con las lógicas dificultades, los ciudadanos aprendieron a volar y a libar la miel de las flores; las mujeres descubrieron las mejores plantas donde dejar sus huevos y los niños a tejer y romper sus crisálidas. Y sin embargo, a pesar de la honda sabiduría de los consejos de la mariposa y del impetuoso celo con que los ciudadanos los llevaron a la práctica, el imperio se sumió inexplicablemente en la tristeza y la melancolía. Tanta que, apenas diez años después de su promulgación, no hubo más remedio que derogar la vigencia del tratado.
Quin Shi Huang había aprendió una la lección: acaso lo que resulta bueno para una mariposa puede no serlo para un ser humano. Yo propongo otra bien distinta: hay que estar muy tonto para hacerle caso a cualquier bicho parlante que venga en sueños a revelarte nada.


1 comentario:

  1. oye, no será mas bien que el ser humano jamas va a entender, ni siquiera interpretar lo que la fuerza de la Madre Tierra intenta decir? no podemos vivir como crisalidas, ni como mariposas, Solo podemos reconciliarnos un poco con la naturaleza.
    Xana

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