1.-La prosa: ¿Sabe escribir Moore? Sabe escribir. ¿Escribe bien en La voz del fuego? No demasiado, diría yo. Lo confiesa el propio autor en la entrevista que le hace Raul Sastre con motivo de la publicación del libro y que se puede leer aquí; Moore quiere demostrar que sabe escribir y eso siempre es malo. El que sabe escribir, escribe, y el que no, se dedica a demostrar que sabe. En mi opinión la prosa de Moore es excesivamente recargada en algunos pasajes, excesivamente atenta a la descripción embellecida de paisajes y estados de ánimos. Algo que hecho con moderación no tiene nada de malo, pero que en exceso, como le sucede en algunos capítulos, llega a resultar incluso molesto. De todas formas, su nivel es cuanto menos correcto y no se le puede negar que la novela contiene también pasajes verdaderamente hermosos y de gran aliento poético. Como es el caso del relato dedicado al poeta ingles John Clare. Además hay que tener en cuenta que Moore adapta el estilo de su prosa a la época y condición del personaje que hace de narrador en cada relato. Así que algunos excesos verbales bien pueden ser justificados como exigencias de la narración. Aunque, sinceramente, mi opinión es que se tratan simplemente de lucimientos innecesarios.
2.- La estructura: Dividida en trece relatos independientes y autoconclusivos, sorprendéntemente es en la vertebración de la estructura de la novela, algo en lo que siempre se ha destacado en mundo del cómic, donde precisamente Moore se estrella con mayor estrépito. Y es que su novela se queda a medio camino entre la colección de relatos y la novela propiamente dicha, pero sin alcanzar a ser un buen libro en ninguno de los dos sentidos. Para haber sido verdaderamente una novela, como pretende Moore, le faltaría una trabazón más sólida que una las narraciones, que las interrelaciones y las haga entrar en conflicto, enriqueciéndose y matizándose mutuamente. Moore es consciente de ello -como manifiesta en la misma entrevista- y para lograrlo se encomienda a un último capítulo que el mismo denomina –y con razón- como suicida. En él se incluye a si mismo dentro de la novela y trata de esbozar una explicación de lo que sería la estructura secreta de su novela. Un intento desesperado que en mi opinión constituye un error casi imperdonable y que en ningún caso logra dotar a la novela de esa tan necesaria estructura que le de cohesión. Y es que esta fuera de lugar pretender explicar esta misma estructura: o existe, o no existe, pero querer explicarla... Lo adecuado, en mi opinión, hubiera sido que Moore enlazara de una u otra forma las distintas narraciones, de tal manera que fuera patente por si sola la razón que las une. Algo que esboza con algunas narraciones, pero que en global, y por más consciente que fuera Moore de esta necesidad, se acaba mostrando como insuficiente. Una verdadera lastima, pues un error de esta índole y tamaño echa obligatóriamente a perder por completo el libro.
3.- Las historias: Ya he dicho antes que la novela se estructura en trece relatos independientes que no alcanzan a ser ni novela ni colección de relatos. Y esto último no porque a las historias le falten interés en si mismas, ni muchisimo menos; muy al contrario Moore demuestra que es un excelente narrado y nos sirve un puñado de buenas narraciones con las que pone de manifiesto su dominio del ritmo y la tensión. Sin embargo la mayoría de estas parecen quedarse cojas y son difícilmente entendibles si no se consideran como partes integrantes de un dibujo global superior que las complete y dé todo su sentido. Ya digo, se quedan entre dos fuegos sin llegar a satisfacer ninguno. No obstante, la pericia narrativa de Moore las hace siempre amenas y muy entretenidas.
4.-La forma: Por forma entenderé la estructura narrativa, no del libro en general, sino de las propias narraciones. En este sentido cabe decir que Moore se decanta por la utilización de su particular versión del monologo interior, dando lugar así a momentos muy curiosos, como sucede con la historia contada por un individuo de la prehistoria, que tan poderosamente recuerda aquel clásico monologo del retrasado con el que Faulkner iniciara El ruido y la furia. O francamente hermosos, como el muy poético monólogo de John Clare. En todo caso, la elección de este recurso narrativo exige casi siempre de una segunda lectura que permita alcanzar una plena compresión de las historias.
5.- El tema: La historia como calor, la historia como ficción, la ficción como causa fecundante de la realidad misma, el imaginario colectivo como parte integrante de la realidad de ese mismo colectivo. Es decir, los mismos temas que en Serpientes y Escaleras, From Hell, Promethea o El Día del Juicio. Los temas y obsesiones recurrentes en Moore. Pero esto ya lo esperábamos.
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