Pero mejor empecemos repartiendo palos. ¿Por qué son criticables los libros de autoayuda? Pues así, un poco a vuelapluma y para abrir boca, yo me atrevería a decir que el gran problema de estos libros con ínfulas psicológicas, filosóficas, sociológicas e incluso literarias, es precisamente esto: el que tratando de abarcar tanto acaban por no abarcar nada y se quedan a medio camino de todo. Los libros de autoauyuda plantean temas muy serios y por tanto muy complejos, y sin embargo lo hacen desde la más absoluta de las superficialidades.
Para ello se escudan en la intención de “no perderse en los intrincados vericuetos a los que acostumbran los académicos para así poder llegar y ayudar a más personas” . Hábil estratagema con la que eludir la obligación de fundamentar nada de cuanto se nos quiera convencer en ellos. Es más, leyéndolos pareciera simplemente que nos están enseñando las cosas tal cual son y que por tanto nada hay que discutir, nada hay que justificar.
El resultado es evidente: acaban por ofrecer una visión muy adelgazada y empobrecida de temas que sin duda merecen mayor respeto y mejores formas.
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Creo que con estos palos tenemos ya al libro de autoayuda medio noqueado. Pero había prometido escribir una apología, así que ya es hora de que me cambie de bando.
A pesar de lo anterior, los libros de autoayuda poseen una virtud que hay que reconocerles: gracias precisamente a su ligereza y a su pretensión de llegar al mayor número de personas, consiguen plantear estos temas importantes de una forma amena y atractiva que puede servir para que mucha gente los descubran y se aficionen.
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Solo así, considerando a los libros de autoayuda como un punto de partida, y nunca como uno de llegada, considerándolos como un primer contacto desde el que aproximarse a estos temas e iniciar una búsqueda más rigurosa, solo así soy capaz encontrar justificación a su lectura.
Obviando, por supuesto, la muy contundente razón de que cadal cual es libre de ejercer su voluntad como mejor le venga en gana, siempre que no moleste a los demás. Es decir, que olvideis todo cuanto he escrito y hagais lo que os salga de las narices. Es una orden.
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