lunes, 9 de febrero de 2009

El eterno retorno

La volvió a besar, y mientras la besaba supo con la certeza con la que sólo pueden saberse las cosas inexplicables que aquel momento y aquel beso se habían repetido ya antes una infinidad de veces y que volverían a repetirse una y otra vez hasta el final de los tiempos. Él no debería saberlo, pero por alguna extraña razón sabía que esos labios que ahora besaba y le besaban y que antes le habían regalado tan cálidamente un “te quiero” dejarían de amarlo para siempre en pocas semanas. Lo supo y no le importó; lo supo y esta vez no se sintió atenazado por el dolor y la pérdida. Por una extraña razón, por una razón que no alcanzaba a comprender, esta vez sabía que siempre había sido así y que así habría de ser siempre. Sabía que apenas estarían dos meses juntos, sólo dos meses y que después no volverían a verse jamás. Sabía que el amor intenso que ahora se profesaban se marchitaría pronto, que se transformaría fugazmente en amargura y desilusión. Sabía que a la dicha de gozarse juntos le seguirían sin pausa, casi sin tiempo para asimilarlo, el dolor y la ira. Pero no le importó, esta vez no se sintió atenazado, porque esta vez además sabía que cuando el tiempo agotara su camino y regresara de nuevo a su punto de partida, que cuando de su lecho mortuorio transformado en cuna renaciera convertido en niño, entonces todo volvería a empezar y ellos volverían a encontrarse en aquel cine, y ella volvería a llamarle y como siempre él volvería a hacerse el inaccesible para acabar diciendo que sí. Y entonces volverían los besos, los cálidos "te quiero", el amor intenso y la dicha de gozarse juntos. Y también el rápido marchitarse del amor, y la amargura y la desilusión y el dolor y la ira. Y volvería la despedida para siempre. Pero nada importaba, esta vez no se sentiría atenazado, porque esta vez sabía además que siempre volverían a amarse ese breve instante, y que en ese breve instante volverían a tenerse el uno al otro. Y así había sido siempre. Y así habría de ser siempre.

4 comentarios:

  1. No se como calificar este relato, aunque tampoco soy yo quien tenga que calificarlo.
    Sr. Elefante Inaccesible, siempre consigue sorprenderme.
    Páselo bien!

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  2. La calificación le corresponde a cualquiera que se moleste en leerlo. Así que te corresponde tanto como a cualquiera. Y como buena lectora que sé que eres, incluso más que a los demás.

    De todas formas, por si acaso, te dare un pista: el relato es una castaña.

    Seguiré pasandolo bien a condición de que se aplique usted también el cuento y lo pase aun mejor.

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  3. Querido Sr. Elefante...yo lo paso genial. Siempre se puede mejorar la situación, pero por ahora no me quejo.
    El relato no es una castaña. Esta bastante bien, pero entraríamos en diatribas psico-filosóficas con respecto a diversos puntos del mismo.
    Y con respecto a que soy buena lectora, supongo que lo dirá por los diversos prospectos de medicamentos caducados que leo con asiduidad y por la tira de 13 rue del percebe que releo desde 1987...
    Realmente usted es el único que debe valorar lo que piensa y lo que escribe y el único que puede y debe pasarlo genial....

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  4. De dónde cree usted que he aprendido yo lo muchísimo que sé sobre la vida y sobre las personas: pues de los prospectos medicinales -caducados o no- y de la obra del genial Ibañez. O qué se cree, que me leo las tonterías que reseño... anda ya.

    Me voy a comer.

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