lunes, 23 de octubre de 2006

Stuck rubber baby

Se preguntaban los filósofos de la época, tras la II Guerra Mundíal, si en un mundo que había vivido los horrores del Holocausto judío podría seguir haciéndose poesía. Parecía una duda razonable. Sin embargo, la realidad, siempre tan pertinaz e imprevisible, acabó por demostrar todo lo contrario; no solo era posible seguir haciendo poesía sino que además se hizo mucha y muy buena precisamente con el motivo del Holocausto como razón de ser. Tanta que William Styron llegó a afirmar en su novela La decisión de Sophie que cualquier obra relacionada con éste estaba irremediablemente condenada al éxito. Lo que resulta muy difícil de negar en vista de lo sucedido con La lista de Schinller, Shoah, La vida es bella, Sin destino o nuestro Maus, y que a mí me lleva a contemplar este tipo de obras siempre con una pátina de desconfianza.

Bien, vale, pero…¿qué tiene todo esto que ver con Stuck Rubber Baby de Howard Cruse? Pues muy sencillo: tengo la impresión de que en el mundo del cómic el equivalente a la fórmula: Holocausto judío = éxito de crítica y público es: Obra realista y/o socialmente comprometida = éxito de crítica y público. Es decir, obras como Stuck Rubber Baby, verbi gracia. Por ello confieso que inicié su lectura con la suspicacia de quien teme que las estupendas críticas recibidas estuvieran fundamentadas en cierta medida en esta misma razón. Sin embargo nada más alejado de la realidad: Stuck Rubber Baby es una de las novelas gráficas más sólidas y bien escritas que yo recuerde haber leído en mucho tiempo –y si mirais mis últimas reseñas podréis comprobar que últimamente he estado leyendo a Moore, Sacco o Sampayo- siendo, además, dentro del mundo del cómic de las pocas que por complejidad y profundidad funcionan verdaderamente como tal en todos los sentidos, es decir, como una auténtica novela. En ella Cruse recrea con minuciosidad la idiosincracia de ese sur profundo norteamericano que en la década de los sesenta, durante la era Kennedy, sufrió los violentos choques entre quienes lucharon en defensa de los derechos civiles y la apertura a la modernidad y aquellos que deseaban perpetuar el estado de las cosas, bien en beneficio propio o bien en nombre de la tradición y la identidad –triste identidad- colectiva de un pueblo. Negros, gays, lesbianas o simplemente mujeres oprimidas se dan cita en las páginas de Stuck Rubber Baby para componer un hermoso canto a la libertad y a la diversidad de estilos de vida. Pero además, Cruse enriquece su novela gráfica contraponiendo a estas luchas colectivas los conflictos internos de un individuo que, más allá de la comprensión del resto de la sociedad, necesita, en primera instancia, lograr aceptarse en su verdadera identidad. Porque al fin y al cabo es precisamente ahí donde reside la clave del, en opinión de Borges, desmedido aprecio de nuestra sociedad por la libertad: sin ella es imposible manifestar y desarrollar la verdadera identidad, sin ella no se puede aspirar a descubrir esa forma de ser que es propia de cada uno, que nace de las vísceras, que es más fuerte que cualquier condicionamiento social o cultural y es condición sine qua non, en definitiva, para lograr la felicidad.

Pues nada, que en mi opinión nos encontramos ante el que seguramente va a ser el mejor cómic publicado en España en este año 2006. Y todo eso a pesar de mis reticencias iniciales.


Puntuación: 10



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