sábado, 31 de mayo de 2008

El escritor (5ª entrega)

Creo que fue Santa Teresa -¿o tal vez Truman Capote?- quién escribió que más lágrimas se derraman por culpa de las plegarias atendidas que por las no atendidas. Da igual, corresponda a quien corresponda la paternidad de la frase lo que no se podrá negar es que tras los arrebatos histéricos de la mística abulense -o tras la insoportable frivolidad del hombrecillo de Nueva Orleáns- subyace de fondo un profundo conocimiento de las cosas y las causas de la vida de los hombres. Por mi parte les puedo garantizar que nunca me he molestado en perder el tiempo elevando súplicas al cielo. Claro que yo también he soñado con el éxito y la fama, con el reconocimiento y la admiración de los demás; con ese día en el que todos los hombres desearan mi autógrafo y todas las mujeres acostarse conmigo. Como cualquiera con sangre en las venas, faltaría más. Sin embargo siempre he sabido mantener mis expectativas pegaditas a ras de suelo, alejadas lo más posible de esos delirios de grandeza tan frecuentes entre los escritores más jóvenes, convencidos ellos, vete tú a saber por qué, de haber sido llamados a renovar la literatura de su tiempo desde los mismos cimientos. Nada más alejado de mis pretensiones; mi única aspiración en la vida, para la cuál reconozco que siempre me creí, aunque fuera de forma equivocada, sobradamente cualificado, fue la de alcanzar a publicar. Sin más. Me valía con dar a conocer mi mundo interior, poder compartirlo con un puñado de lectores fieles y a lo más conocer la cálida gratitud de quienes pudieran sentirse identificados conmigo. Pero la publicación de Haciendo Surf entre los escombros sobrepasó cualquier expectativa imaginable. Incluso las mías, sabedor como era de que las condiciones tan extraordinarias de su génesis me obligaban a esperar una recepción no menos fabulosa. La novela se convirtió de inmediato en el éxito editorial del año y en pocos meses se vendieron más de un millón de ejemplares superando el centenar de ediciones. Además al éxito de público aunó el entusiasmo de la crítica, que la saludó como “el acontecimiento literario más importante de la última década en este país”. Incluso para finales de año ya se estaba traduciendo a todos los idiomas cultos del planeta por lo que pronto se convirtió también en un fenómeno internacional. Les aseguro que fue una auténtica locura; sin solución de continuidad se sucedieron uno tras otro los artículos periodísticos, las entrevistas, los especiales de televisión. Y esto sin mencionar la lluvia de premios: el de la Crítica, el Nacional de Literatura, el Europeo de Creación Literaria y en el paroxismo del desquiciamiento, hasta el premio Loeb al que ni siquiera fue presentada.

4 comentarios:

  1. Vaya... no se ha llevado el premio planeta...

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  2. Pues no te lo vas a creer, pero en un borrador muy remoto se llevaba efectivamente el premio planeta... después me di cuenta de que eso supondría más un desprestigio que un honor.

    Un saludo.

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  3. Si, le pasa lo mismo que al Loewe, que ahora es mucho más prestigioso el José De Espronceda.

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  4. Jajaja, o si no que se lo pregunten a Antonio Gracia, que no veas la gracia que le haría. Muy buenos reflejos los tuyos.

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