sábado, 24 de enero de 2009

Mulholland Drive de David Lynch: no todas las rubias son iguales (aunque a veces sí)

Acabo de volver de mi segundo viaje lisérgico en poco menos de veinte horas y aun no tengo del todo claro qué es lo que he soñado. Creo tener fijada con cierta solvencia la trama principal, pero todavía me flotan como fogonazos deslumbrantes algunas imágenes inconexas que no acabo de encajar en la totalidad del puzle. Lo cual me lleva a plantearme la pregunta que supongo se habrá planteado inevitablemente cualquiera que haya visto la película más de una vez –lo dudo de quienes la hayan visto tan sólo una o ninguna- : ¿hay en ella algo más allá del juego de apariencias y misterios? Porque es indudable que Mulholland drive funciona perfectamente como enigma que desafía la inteligencia y la atención del espectador, pero que una vez resuelto, si bien no del todo, cosa que parece prácticamente imposible, si al menos de forma medianamente satisfactoria deja cierta sensación de vacío.
En mi caso no me avergüenza reconocer que he disfrutado muchísimo con los dos pases privados que me he concedido, abandonándome a la atmosfera casi pesadillezca de la película en el primero y entreteniéndome en recomponer las piezas hasta donde me ha sido posible en el segundo. Pero reconozco también que no es esta la forma de cine que más me atrae. Trataré de explicar porqué.

Qué duda cabe que a todos nos gusta que nos sorprendan, que nos sacudan, que nos saquen de la monotonía, incluso que de vez en cuando, o de cuando en cuando, o de vez en vez, nos den gato por liebre. Para ello el director aspirante a tahur tiene principalmente dos alternativas a su disposición: idear un argumento ingenioso y sorprendente que consiga ir siempre un paso por delante del espectador (es el caso, por ejemplo, de La huella de Mankiewicz o El golpe de Hill) o envolver la anécdota en un envase revolucionario y seductor (como el Ciudadano Kane de Welles o el Pulp Fiction de Tarantino). En otros tiempos me entusiasmaba fundamentalmente lo segundo: me encantaba el juego de una trama hecha añicos que el espectador debe rehacer. Aun hoy me sigue gustando, pero con condiciones: esta es una forma de novedad que deja de sorprender pronto y de la que uno no tarda en desengañarse si la fragmentación del relato no viene justificada por el propio argumento, si no persigue realzar y potenciar determinados matices de la historia, si en vez de servir de caja de resonancia para el contenido amenaza con ahorgarlo, es decir, si lo único que oculta tras los artificios pirotécnicos es su propia trivialidad. Hoy por hoy la forma sin contenido, por más majestuosa que sea, ya no me llega. Y esto es lo que me pasa en gran medida con Mulholland drive: no veo claro que Lynch haya buscado la mejor forma de contar su historia; más bien todo lo contrario, se las ha ingeniado para des-contarla. En vez de mostrárnosla, nos la ha ocultado; en vez de servírnosla con su mejor cubertería, nos la ha escamoteado , nos ha arrojado una migajas y nos ha dicho, no seais ansiosos; esto es todo cuanto tendréis para llevaros a la boca. Y encima espera que le demos propina. Muy amable.

Para que veais que no hablo por hablar voy a tratar de demostrar que esto es así: voy a explicar qué he entendido yo tras verla dos veces. Lo que provocará –estoy convencido- que más de uno, o de una, se horrorice ante una interpretación tan retorcida y equivocada de la película. Vamos allá:



Diane y Camille son dos actrices que comparten algo más que oficio. O dicho en lenguaje poético, son amantes. Pero Camille se enamora –o no- del director de su última película y está dispuesta a dejar en la estacada a Diane. Cosa que Diane no se toma mal del todo: apenas contrata a un matón para que liquide a Camille. Pero una vez ejecutada su venganza Diane, que en el fondo es buena gente, no puede asumir las consecuencias de sus actos y en un delirio autoinducido –o tal vez el café lleve algo más que cafeína- reelabora en su mente los hechos intentando desesperadamente borrar todo lo sucedido. Así en la nueva versión Camille se salva de la muerte gracias a un oportuno accidente de tráfico. Eso sí, al precio de perder la memoria. Además Diane ya no se llama Diane, sino que en un ingenioso intercambio de personalidades con la camarera del Winkies ahora se llama Bettie y es una inocente y pueblerina atriz canadiense recién llegada a Hollywood en busca de su oportunidad. La nueva Bettie se alojará en la casa de su tía Ruth, que en la verdad verdadera está muerta, pero en la fantasía de Diane ha viajado a Canadá para rodar un film. El caso es que aprovechando la pérdida de memoria de Camille, ahora llamada Rita (en la alucinación Camille es otra actriz con muy buenos padrinos), las dos ex-amantes se dedicarán a emular a Phillip Marlowe o a Sam Spade y de paso a revivir momentos de dicha compartida, mientras la mente de Diane va mezclando todo un batiburrillo de referencias de la realidad, como por ejemplo la trama del director Adam Kesher. Que es, además, la parte más floja de la película; el señuelo que usa Lynch para confundir al espectador en el fondo aporta poquito a la historia central del film, es decir la relación entre Camille y Diane y la forma en que esta última reelabora a su gusto todo lo sucedido.

…Y después está la caja azul. Pero eso lo contaré otro día. Son ya demasiadas emociones para una sola jornada.

Madre mía, lo que me ha costado escribir esta birria de reseña. Eso sí, he conseguido concluírla sin una sola mención a las escenas lésbicas. Menos mal que a partir de ahora, cual vulgar Diane, comenzaré mi proceso de reescritura…

4 comentarios:

  1. No está mal tu reseña, principiante...pero se te escapan cosas.
    Al menos disfrutaste de la película, eso es lo importante.
    Quizá algún día me anime yo a crear la mia...aunque supongo que seguirás pensando lo mismo.

    Ves porqué no hay que hablar de cine??? jajajajaja

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  2. Estaré vigilante para no perdermel tu reseña si ese día llega. Seguro que se me escapan muchas cosas, pero a partir de hoy pienso verla al menos una vez por día, y los domingos y fiestas de guardar nunca menos de tres. Ya veras tú, de aquí a un año seré el mayor experto mundial de Mulhollanddrivelogía. Hasta David Lynch me consultará para saber qué quiso decir con la película. Ya veras, ya veras, dame tiempo.

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  3. bue si lu tenes razon al decir que sele escapan cosas diria q muchas pero todos buscamos armar este ronpe cabesas q nos a dejado luchy en su pelicula y ps cada cual lo arma asu manera aun que por mi parte mejor me quedo con las mejores ecenas de la pelicula y con la bercion de jorge la berdad me parece muy buena

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