Aunque cuando piensas que tal vez fuiste excesivamente duro con Benedict -tu amigo del alma y socio en tantas y tantas aventuras- te pueda remorder un poco la conciencia, lo cierto es que estas plenamente convencido de que ya empezaba a merecérselo. Porque tú puedes ser educado, desprendido y muy amigo de tus amigos, pero todo, incluso tu amistad con Benedict, tiene un límite que no es conveniente franquear. Porque, si has de ser justo, ¿es que acaso te importó venderle tu participación en Meriat Corporation, aunque el muy granuja te lo pidiera justamente cuando el precio de las acciones empezaban a subir? Pues no, se la vendiste con la cortesía que se espera de un buen amigo. ¿O es que tal vez te negaste cuando te rogó insistentemente para que le cedieras la franquicia de Evender Digital, en plena Quinta Avenida, a pesar de la inmensa cantidad de millones que sabias que ibas a perder? Que va, una vez más le volviste a demostrar que para tí lo primero son los amigos. Ni siquiera le pusiste mala cara –aunque ya empezabas a temerte lo peor- cuando te pidió el jet privado para pasar un romántico fin de semana en tu casa de campo de Meryland.
Sí, tal vez fuiste excesivamente duro con Benedict cuando te negaste a conseguirle también los preservativos, pero de alguna manera tenías que hacerle comprender que, aunque esta vez se la hayas cedido, no debería volver a pedirte prestada a tu mujer.
Sí, tal vez fuiste excesivamente duro con Benedict cuando te negaste a conseguirle también los preservativos, pero de alguna manera tenías que hacerle comprender que, aunque esta vez se la hayas cedido, no debería volver a pedirte prestada a tu mujer.
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