Mucho se está hablando últimamente del cada vez más apabullante dominio del manga en el panorama del tebeo. Mucho se está especulando sobre sus razones, consecuencias y posibles vías de solución, como si el hecho en sí planteara problema alguno. En mi opinión –nada autorizada- no estamos más que asistiendo al inevitable , natural y deseable liderazgo de la que es, sin duda, la industria del cómic más desarrollada del mundo y por tanto, la que está llamada por derecho propio a ejercerlo. Y es que por más vueltas que le queramos dar al tema, lo cierto es que hoy por hoy no existe otra industria que se le pueda comparar en ningún aspecto: ni en grado de aceptación dentro de su propio país, ni en dimensiones de producción, ni en diversidad de géneros y propuestas o en la calidad media de sus productos. En este sentido el tebeo japonés es el único que posee la estructura y organización necesarias para garantizar la creación regular y sistemática de obras de calidad sin tener que depender de la aparición de talentos individuales, esporádicos y aislados. Es decir, la japonesa es la única industria del tebeo en el mundo que ha alcanzado la plena madurez, lo que le ha permitido adquirir la tan necesaria carta de naturalidad que la sitúa a la altura de otras industrias más reputadas, como pueda ser, por ejemplo, la del libro convencional. Así que creo que lo más deseable sería, precisamente, tomarla como punto de referencia y tratar de seguir y aprovechar su ejemplo hasta donde las diferencias lo permitan.
Un buen ejemplo de esta mayor madurez lo podríamos encontrar en obras como Ikkyu de Hisashi Sakaguchi. Editada por Glenat en 4 tomos, de los que el primero es inencontrable en España –de momento, al menos, porque parece ser que los van a reeditar próximamente- Ikkyu narra la vida del monje japonés del siglo XV Ikkyu Sojun , hijo ilegítimo del emperador Go-Komatsu y supone un monumental esfuerzo por documentar una época que se nos presenta retratada minuciosamente en todos sus estamentos: políticos, religiosos, artísticos, económicos… Minuciosidad excesiva que en parte puede constituir el único reparo a una obra por lo demás magnífica: Sakaguchi, en su inteción de contextualizar la narración, abruma al lector con datos y hechos históricos que sin embargo no consigue integrar con total naturalidad en la misma, llegando en ciertos momentos a entorpecer el ritmo del relato.
Después de todo, sí en algun lugar reside el verdadero interés de la obra, ese no puede ser otro que en los descubrimientos, conquistas, renuncias, fortalezas y cobardías de un personaje siempre atrayente. Como ya he mencionado, el talento de Sakaguchi nos introduce en las vicisitudes de la vida azarosa de este bastardo del emperador que, tras la expulsión de su madre de la corte y debido a las penurias económicas , se ve abocado a ingresar en un monasterio budista. Allí pronto realizará los dos descubrimientos que marcarán el resto de su vida: la terrible corrupción que asola a la institución religiosa, por un lado, y la necesidad, por otro, de iniciar una incansable búsqueda que le permita hallar un camino espiritual alternativo. Esta búsqueda le llevará a abandonar todo contacto con los monasterios y a afianzarse en su individualidad. Así, Ikkyu se constituye, por encima de todo y en contra de lo que los preceptos clásicos del zen establecen, como una saludable reivindicación de la alegría de vivir y el derecho irrenunciable a disfrutar de los placeres que la vida nos ofrece.
En esta dirección, cabe resaltar dos momentos que bien pueden servir para ilustrar la filosofía de vida del personaje. El primero se produce cuando, siendo requerido por un campesino para que establezca su alternativa a los cinco preceptos del zen, Ikkyu le propone alegremente los siguientes: casa de placer, borrachera, borrachera, borrachera y borrachera.
El segundo, no menos antológico, tiene lugar cuando, en presencia de su ex-condiscípulo Yoso -ahora lider de un importante monasterio- y tras un largo discurso de este sobre el sentido del zen y el vacio de la vida, Ikkyu le ofrece como única respuesta un sonoro y elocuente pedo.
Un buen ejemplo de esta mayor madurez lo podríamos encontrar en obras como Ikkyu de Hisashi Sakaguchi. Editada por Glenat en 4 tomos, de los que el primero es inencontrable en España –de momento, al menos, porque parece ser que los van a reeditar próximamente- Ikkyu narra la vida del monje japonés del siglo XV Ikkyu Sojun , hijo ilegítimo del emperador Go-Komatsu y supone un monumental esfuerzo por documentar una época que se nos presenta retratada minuciosamente en todos sus estamentos: políticos, religiosos, artísticos, económicos… Minuciosidad excesiva que en parte puede constituir el único reparo a una obra por lo demás magnífica: Sakaguchi, en su inteción de contextualizar la narración, abruma al lector con datos y hechos históricos que sin embargo no consigue integrar con total naturalidad en la misma, llegando en ciertos momentos a entorpecer el ritmo del relato.
Después de todo, sí en algun lugar reside el verdadero interés de la obra, ese no puede ser otro que en los descubrimientos, conquistas, renuncias, fortalezas y cobardías de un personaje siempre atrayente. Como ya he mencionado, el talento de Sakaguchi nos introduce en las vicisitudes de la vida azarosa de este bastardo del emperador que, tras la expulsión de su madre de la corte y debido a las penurias económicas , se ve abocado a ingresar en un monasterio budista. Allí pronto realizará los dos descubrimientos que marcarán el resto de su vida: la terrible corrupción que asola a la institución religiosa, por un lado, y la necesidad, por otro, de iniciar una incansable búsqueda que le permita hallar un camino espiritual alternativo. Esta búsqueda le llevará a abandonar todo contacto con los monasterios y a afianzarse en su individualidad. Así, Ikkyu se constituye, por encima de todo y en contra de lo que los preceptos clásicos del zen establecen, como una saludable reivindicación de la alegría de vivir y el derecho irrenunciable a disfrutar de los placeres que la vida nos ofrece.
En esta dirección, cabe resaltar dos momentos que bien pueden servir para ilustrar la filosofía de vida del personaje. El primero se produce cuando, siendo requerido por un campesino para que establezca su alternativa a los cinco preceptos del zen, Ikkyu le propone alegremente los siguientes: casa de placer, borrachera, borrachera, borrachera y borrachera.
El segundo, no menos antológico, tiene lugar cuando, en presencia de su ex-condiscípulo Yoso -ahora lider de un importante monasterio- y tras un largo discurso de este sobre el sentido del zen y el vacio de la vida, Ikkyu le ofrece como única respuesta un sonoro y elocuente pedo.
Por último y con respecto al apartado gráfico, decir que a pesar de que el estilo casi fotográfico de Sakaguchi dota al comic de un atractivo visual muy destacable, lo cierto es que la excesiva suavidad de las formas no son las más adecuadas para reflejar la época de horrores en la que se desenvuelve la obra. Tal vez le hubiera venido mejor un estilo más aspero, de líneas quebradas similar al de Goseki Kojima en El lobo solitario y su cachorro.
En definitiva, una obra verdaderamente excepcional que sirve de botón de muestra sobre el porqué de que el manga se esté comiendo por los pies a las demás industrias tebeisticas del mundo.
Puntuación: 9
A mí es el manga que más me gusta de todos los que conozco. A veces lo comparo con el Buda de Tezuka y siempre gana Ikkyu. Tremendo comic.
ResponderEliminarPues sí, es cierto que ambas obras admiten punto de comparación. Y es que yo creo que el Ikkyu de Sakaguchi esta en verdad muy influenciado por el Buda de Tezuka. Sin embargo esta, a diferencia de la del dios del manga, es una obra mucho más lograda y comedida.
ResponderEliminarIkkyu es una obra única, y con única quiero decir que va a a su bola, que no es comparable con nada realmente. Debe ser cosa del autor, del que también he leído version.1 y va a su bola tambien pero de otra manera.
ResponderEliminarEn mi primera lectura Ikkyu me pareció la leche, en una reciente relectura no tanto, pero no cabe duda de que es un gran manga, y cuando veo la palabra seinen me viene a la cabeza ikkyu o el almanaque de mi padre, no vagabond ni otras muchas obras que no lo son y muchas veces ni lo parecen.
Tanto como que no es comparable con nadie... Cualquier obra, salvo contadisisimas excepciones, se enraiza en una tradición; bebe de unas fuentes: en este caso, ya digo, la influencia de Tezuka parece clara.
ResponderEliminarReconozco que en Buda no pasé del tercer tomo, se me atragantó cosa mala, así que ante la duda me creeré lo que digas.
ResponderEliminareres un pringao y no tienes ni puta idea, chaval, lárgate a tu puta casa a hacerte las pajillas mentales con las pelis del sábado noche. GANSO.
ResponderEliminarGracias por dejar su comentario. Aquí todos los puntos de vistas son respetados, aun cuando tengan poco de respetables.
ResponderEliminarGran gran graaan cómic!! ¿Ya lo reeditaron en España?? NO sólo es conmovedor en el apartado gráfico, sino que también lo es en cuanto al desarrollo personal de Ikkyu.
ResponderEliminarDebo confesar que también me sentí abrumada con los excesivos detalles históricos y finalmente, cuando hago las relecturas del cómic, simplemente los omito y me concentro en lo esencial.
Igual creo que Sakaguchi le da mil patadas en el culo a Tezuka, por lo menos en dibujo lo mata y en cuanto a las historias... bueno... no he leido mucho de Tezuka, pero Black Jack me parece lo más detacable. "Adolf" me encantó pero tuve problemas con obviar lo horrible del dibujo y finalmente había bastantes incosistencias en la trama. .. (mm.. creo que me desvié del tema)
Me gustó mucho tu blog así que pasaré seguido por acá!
Saludos
Bueno, el pobre Tezuka dibujaba como podía, pero narraba como quería; hay pocos dibujantes que dominen como él el ritmo de una narración. En eso no queda más remedio que quitarse el sombrero. Después tenía su repertorio de tópicos melodramáticos y ñoñerias infantiles, pero bueno, en general compensa su lectura.
ResponderEliminarGracias por lo que me toca; también me pasé por tu blog y la verdad es que me gusta mucho como escribes. Además veo que tienes buen gusto: La tumba de las luciernagas y Un mundo perfecto entre tus pelis preferidas; que grandes maravillas las dos.
Hola q bueno saber de personas q saben de buenos cómics o mangas,el almanaque de mi padre excelente y q decir de ikkyu lo tengo y me encanto,de lo mejor q eh leído en manga,aunque el lobo solitario y su cachorro están a la altura. Saludos a todos muy bueno tu blog.pronto tendré el mio jee. Te dejo mi mail de contacto marcosegoviap@gmail.com y el msn marco_cine@hotmail.com adiós
ResponderEliminarTezuka en su obra BUDA incluye también gran cantidad de información sobre el budismo, lo mismo sucede con IKKYU donde esa información que muchos creen que no es necesaria, posee gran importancia para entender y colocar en el espacio a los personajes y sus relaciones sociales y de poder. La distancia cultural y la de sus simbolos, existente entre oriente y Occidente, hace necesario conocer esos "datos" pues de otro modo perdemos gran parte del sentido de la obra. No solo es un tipo que se rebela contra el sistema... conocer el fondo histórico y las bases del budismo son importantes. Qué sería PERSÉPOLIS sin todo su fondo cultural e histórico?.
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