miércoles, 27 de febrero de 2008

Al rico helado para el niño y la niña

Los que seguís habitualmente mi blog –es decir, nadie- sabéis que rara vez dedico ni media línea a hablar de mi mismo o de lo que me ocurre. Hoy voy a cambiar de costumbre y a intentar hacer una de esas entradas intimistas y poéticas en las que tan poco me prodigo. A ver que tal me sale.

Ahora lo veo claro. O aún más claro, que yo nunca he dudado de esta gran verdad: por mucho que nos esforcemos jamás podremos igualar a golpe de imaginación los subrepticios e inescrutables caminos por los que a la realidad le da la gana conducirnos. Juro que ni en mis sueños más delirantes hubiera yo podido imaginar el motivo desencadenante de la última discusión con mi padre. Ni en un millón de años. Es cierto que mi padre y yo discutimos por cualquier cosa y que nos vale apenas un par de minutos de intercambio de opiniones para que el resto de la semana nos la pasemos sin dirigirnos la palabra. Pero con todo, que haya acabado discutiendo con él… ¡¡¡por atacar a Mariano Rajoy!!! Lo sé, lo sé, no puedo caer más bajo. Aunque como ya nos advertía en su lema de precampaña: con Rajoy es posible.

Pues sí, aquí donde me veis este lunes pasado, durante el festejado cara a cara con ZP, me convertí en defensor confeso de don Mariano. Trataré de justificarme, si es que puede haber justificación para un comportamiento tan deleznable. La cosa sucedió cuando el lider popular hizo su alegato final, el famoso monólogo del club de la comedia, el de la niña. Mi padre, que es socialista fanático, de los que votan al partido como otros se sacan el abono de su club de fútbol de toda la vida, andaba entretenido impidiéndonos a mi madre y a mí escuchar las intervenciones del ex-registrador de la propiedad al grito de mentiroso, cara dura, farsante y no sé cuantos improperios más. Yo por mi parte, fanático antipepero como soy, incluso más que seguidor de ningún partido, me limitaba paciente a sonreír y a pensar más o menos lo mismo que él, aunque por aparentar mayor refinamiento y mejores fundamentos teóricos me mantuviera siempre callado. Y en esas llega Rajoy y nos regala la visionaria historia de esa niña criada en su España de ensueño, de esa misma que habla inglés en la intimidad y que cuando se hace mujer y sangra su primera regla lo hace con una franja gualda en medio (del doble de anchura que el resto, of course, que ella ha sido educada en el respeto, si no en el temor a nuestra constitución). Y claro, mi padre se descojona. Pero no se descojona, como yo o como cualquier mortal, por la historia en sí; se descojona porque ha dicho niña en lugar de niño. Lo cual para él constituye un error gramatical tan imperdonable y de tal magnitud que sin duda incapacita al más pintado para ser presidente del gobierno. Y a mí me indigna tanto que sobrando razones razonables para ello quiera ver en un detallete tan absurdo la prueba del carbono catorce de su inconveniencia e incompetencia, que sin pensarlo dos veces y con la mayor frialdad de la que soy capaz le suelto mi idea revolucionaria -o reaccionaria, no sé- de que no se debería permitir votar a cualquiera. Y claro, como era previsible ahora no nos hablamos. Y yo estoy destrozado, al borde del suicidio (esto último es sólo por darle un poco de dramatismo a la cosa). Dios mío, si una defensa tan inocente de don Mariano me ha traído tantas desgracias, ¿qué será de mí si el 9-M le doy mi voto? Pero no, hay cosas en las que prefiero no pensar.

Bueno, no estoy demasiado satisfecho de cómo ha quedado la prueba, pero en fin, todos necesitamos tiempo para aprender.

7 comentarios:

  1. Yo que tú no le votaria. Por tu salud ... y de paso por la del resto de mortales.

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  2. Estoy con Hache, piensa en los demás por una vez en tu vida.

    Un bolsa de pipas de calabaza.

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  3. No os preocupeis, no pienso votarle. Aunque si no lo hago no será por razones tan peregrinas como alega mi padre: sobran las razones de peso.

    Un fruncir cariñoso de cejas.

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  4. Yo he discutido con mi padre mil millones de veces por lo mismo. Es más, para que te hagas una idea de como es, cuando cumplí los 18 me dio un sobre y me dijo: ten, esto es lo que tienes que votar. Y yo que soy respondona y nado contra la corriente que me imponen, dije que ja, que por aquí se va a París.

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  5. Bueno, mi padre nunca ha llegado a eso, aunque supongo que más que nada porque sabe que no es necesario. Está por ver que pasaría si un día mi madre hiciera público su intención de votar a los invotables. Ay, estos padres, cualquira los educa.

    Un... lo siento, ahora mismo no se me ocurre nada.

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  6. Como os comprendo ... yo, que de todo el rebaño que es mi amplia familia .. fui a nacer la "oveja roja" ... como os entiendo. Y como paso de hablar de política con ellos (estaría huérfana familarmente hablando).

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  7. El caso, Hache, es que en mi casa teóricamente hay coincidencia en el pensamiento político; todos somos, con nuestros matices, más o menos igual de rojillos -y no me refiero a que seamos seguidores del Osasuna. El problema a mi entender es que mi padre lo es sin saber muy bien qué está defendiendo en realidad; sabe, eso sí, que no quiere estar de lado del partido de los ricos, pero en el fondo su mentalidad es casi tan reaccionaria como la de los populares: piensa que todos los inmigrantes son delincuentes, no le gustan los gay -no sé las lesbianas- estaba a favor de la guerra de Irak, en contra de la negociación con ETA, es fervoroso creyente... Pero da igual, nunca sabrá que sus ideas son más compatibles con las de la derecha porque cuando oye - pero no escucha- hablar a sus representantes lo resuelve todo llamándoles mentirosos o echándolos por tierra porque dicen niña en lugar de niño. Y a mí, que quieres que te diga, pero me suele dar rabia esa actitud tan poco racional.

    Uf, vaya desahogo.

    Un saludo con el puño alzado

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