El viernes pasado asistí a la representación de El diablo mundo, adaptación actualizada por Miguel Ángel Lama de la obra de José de Espronceda, con puesta en escena de la compañía cacereña La linterna mágica, y por una de esas extrañas asociaciones del subconsciente que tanto atraen y distraen a los psicólogos, llevo unos día leyendo teatro norteamericano. No le busquen explicación; simplemente soy así. El caso es que después de dar cuenta de las excelentes El zoo de cristal y Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, cuya reseñas me reservo para después de revisitar las versiones cinematográficas que poseo, me he tragado también Panorama desde el puente, de Arthur Miller, cuya versión cinematográfica, la de Sidney Lumet, es más difícil de encontrar que un gesto amable de Jiménez Losantos hacia ZP. Así que como con esta última no tengo nada que esperar, procedo a reseñarla.
Panorama desde el puente sitúa su acción en los muelles de Brooklyn, donde el estibador Eddie, su mujer Beatrice y su sobrina Catherine, todos italo-americanos, dan forma a un complicado triangulo afectivo con claras reminiscencias de tragedia griega que aún se enredará más con la llegada desde Italia de Marco y Rodolpho, dos primos lejanos de Eddie que se encuentran en “el país de las oportunidades” en situación irregular. El nacimiento del amor entre Rodolpho y Catherine hará aflorar los sentimientos incestuosos que Eddie profesa por su joven sobrina, a la que ha criado desde bien pequeña y cuya idea de perderla le atormenta hasta el punto de oponerse a la relación entre ambos. Enloquecido y envilecido por los celos, Eddie tratará de evitar a cualquier precio el inminente enlace, lo que le llevará al punto de máxima degradación que supone la delación de sus propios parientes.
Panorama desde el puente sitúa su acción en los muelles de Brooklyn, donde el estibador Eddie, su mujer Beatrice y su sobrina Catherine, todos italo-americanos, dan forma a un complicado triangulo afectivo con claras reminiscencias de tragedia griega que aún se enredará más con la llegada desde Italia de Marco y Rodolpho, dos primos lejanos de Eddie que se encuentran en “el país de las oportunidades” en situación irregular. El nacimiento del amor entre Rodolpho y Catherine hará aflorar los sentimientos incestuosos que Eddie profesa por su joven sobrina, a la que ha criado desde bien pequeña y cuya idea de perderla le atormenta hasta el punto de oponerse a la relación entre ambos. Enloquecido y envilecido por los celos, Eddie tratará de evitar a cualquier precio el inminente enlace, lo que le llevará al punto de máxima degradación que supone la delación de sus propios parientes.
Un planteamiento que recuerda de alguna manera –es que a mí todo me recuerda a otra cosa- a La ley del silencio, de Elia Kazan. Y efectivamente la asociación no es en nada gratuita: por lo visto Miller y Kazan habían proyectado realizar en común el guión para un film que se titularía The Hook –El garfio, en alusión a la herramienta básica de los estibadores-, pero antes de llevarlo a cabo se les interpuso la tristemente celebre “Caza de brujas” del infausto senador McCarthy, en donde Miller fue acusado tras negarse a colaborar y Kazan actuó de acusador. Obviamente tanto el proyecto como la amistad se fueron al traste, lo que supuso que cada cual diera en estas obras su propia versión de lo que significa y acarrea la delación: mientras Kazan la defiende como única forma de acabar con una situación injusta, para Miller constituye la más deleznable de las bajezas; una traición que sólo puede ser cobrada con sangre. Y sin embargo, a pesar de que ambas están fuertemente marcadas e influenciadas por los hechos, lo cierto es que tanto La ley del silencio como Panorama desde el puente pueden ser disfrutadas perfectamente desde la más pura inocencia, sin necesidad de apelar a las circunstancias y a las intenciones que las originaron, pues ambas constituyen en sí mismas piezas dramáticas que por intensidad y visceralidad son capaces de hacer olvidar al lector o al espectador la tendenciosidad de sus autores.
Pues eso, una maravilla. Ay, si encontrara yo la pelí de Lumet.
Pues eso, una maravilla. Ay, si encontrara yo la pelí de Lumet.
Tan difícil es encontrarla? Busca bien que seguro que la encuentras. Yo lo intentaré también.
ResponderEliminarUna porción de chocolate con almendras.
De momento y tras una minuciosa y exhaustiva busqueda, lo único que he encontrado es una copia con el audio en alemán. Y yo de lenguas germanas ando un poco flojo. De todas formas, que sepas que si la encontrases me harías el ser humano -y posiblemente también el animal- más feliz sobre la faz de la tierra.
ResponderEliminarUna porción de chocolate con tabaco y papel de fumar.
Como puede ser que exista en portugués y en español no? Seguiré buscando, tiene que estar.
ResponderEliminarUno sguardo dal ponte a mí me suena más a italiano que a portugues. También he encontrado una copia en versión original, sin subtitulos, además de sin fuentes. La que se cae es la versión en alemán: no era de Panorama desde el puento, sino la versión de El zoo de cristal que interpreto Kirk Douglas en 1950. Seguiremos indagando.
ResponderEliminarMuchas gracias por el interes.
Un unicornio de cristal.
Pues fíjate que a mí me sonó a portugués, jaja, estoy yo fina.
ResponderEliminarUna martini con aceituna en palillo.
¿Necesitáis traductor ruso-portugués?
ResponderEliminarUn pájaro con vértigo para cada uno.