viernes, 24 de febrero de 2006

Esplendor sobre la lona

Después de hacer mis primeros pinitos literarios me vuelvo al redil de las reseñas y la emprendo con el cine. Pero como reseñar películas actuales esta muy visto, y reseñar las clásicas es muy fácil, voy a hacerlo nada más y nada menos que con la saga de Rocky, la odisea deportiva que el bueno de Stallones nos regalara en los 80s.

Y es que llevado por el nostálgico deseo de recuperar uno de los momentos estelares de mi infancia me pasé toda una semana revisándola durante las vacaciones del último verano. Para ello me revestí de espíritu cientifico y como si de un experimento se tratara opté por invertir el orden cronológico de la saga y comenzar por Rocky IV para acabar con Rocky. De la quinta prescindí por superar los niveles de toxicidad intelectual a los que estaba dispuesto a someterme en aras del progreso científico.

Pues bien, tengo que reconocer, aunque me duela en mi cinefilia, que disfrute bastante con el experimento. Resulta curioso ver cómo la saga se va cargando poco a poco de relevancia y profundidad; cómo los personajes se van haciendo cada vez más humanos, las situaciones tensándose y adquiriendo mayor interes y los combates haciéndose, con cada nueva entrega, más honrosos y mejor filmados.
Cierto es que en ningun momento, ni siquiera en la primera entrega, sin duda la más destacable de todas ellas, la serie es capaz de alcanzar un nivel artístico  excepcional, aunque al menos, y más por contraste con sus predecesoras que por sí misma, esta primera sí que se nos muestra como una historia sincera y emotiva de la que uno no tiene porque avergonzarse de haberla visto.
En lo único en lo que se resiente esta primera parte con la novedad del visionado inverso es que uno acaba agotado por lo repetitivo de la formula de la saga. En ella se usa siempre un esquema fijo que vertebra todas las películas: presentación de personajes y conflicto; entrenamiento y combate final. Y aunque en Rocky la calidad de cada elemento es muy diferente a la de sus "predecesoras", no consigue evitar la sensación de monotonía.

Así, por ejemplo y por entrar ya a analizarlas, Rocky IV prescinde de todo conflicto y apuesta directamente por el espectaculo de entrenamientos y combate. Es ésta sin duda la peor película de la saga y una excelente muestra de cine cómico involuntario: vemos a Rocky tambalearse por el ring a como si de Steve Urkel se tratara; el publico siempre hostil acaba coreando su nombre y hasta las autoridades siviéticas aplauden unánimes y en pie el patético discurso final de Rocky... y todo ello en plena  Guerra Fría. En fin, un despropósito francamente divertido.

Sin embargo con Rocky III se inicia la reconquista, y el conflicto humano empieza ya a tener cierta relevancia -tampoco mucha, pero es un avance- y en buena parte de su metraje el film se centra en el drama que vive Rocky tras descubrir que sus últimas defensas del título han sido un tongo en toda regla. Por ello Rocky se siente en la necesidad de recuperar la fe en sí mismo, lo que le lleva a ser vapuleado por el Mr. T en dos vergonzosos asaltos. Por supuesto todo no es más que una pobre excusa para dar paso al espectáculo de entrenamientos y combate final (combate horriblemente coreografiado, por cierto), pero al menos ya encontramos una voluntad de justificar la trama.

Será en Rocky II donde se nos ofrecezca la primera hora de buen cine de toda la saga (vista del revés, por supuesto). En esta primera hora de la segunda entrega los conflictos personales sí que presentan un verdadero interés y sí que son algo más que una simple excusa preparatoria del espectáculo. Ahora vemos a Rocky y Adrian avanzar en su relación tras el efímero momento de gloria: se casan, tienen su primer hijo y vuelven a la dura realidad de tener que ganarse la vida. Rocky II podría haber sido una buena película si hubiese seguido ahondando en este camino y hubiera sabido resistirse a la tentación de caer en la fiesta facilona de los combates. Pero no fue así y terminó por echarse a perder, y con ella y tras su éxito, echar a perder toda la saga.

Y por fin alcanzamos Rocky, el origen de todo. En ella se retoma con acierto lo apuntado en la primera hora de Rocky II y por fin se nos hace una presentación de personajes como dios manda: Rocky es un pobre perdedor al que nadie ha dado una oportunidad; insuficientemente dotado en lo intelectual, tampoco parece que físicamente sea un prodigio y malvive como boxeador y matón de tres al cuarto. Sin embargo y pese a las condiciones adversas Rocky hace gala siempre de una nobleza y una dignidad personal que le remontan muy por encima de la mediocridad general de su entorno. Será con estas armas con las que consiga conquistar a la tímida Adrian, una dependienta de una tienda de animales, dando lugar así a una bonita historia de amor entre seres empujados a los márgenes.

Sin duda lo menos creíble de esta entrega es el proceso por el cual Rocky acaba recibiendo la oportunidad de pelear por el título mundial de los pesos pesados. Pero tampoco es que le reste  demasiados méritos: el argumento está solidamente cimentado y gira fundamentalmente entorno a unos personajes creíbles, quedando el tema del boxeo relegado a un segundo plano. A cambio se nos muestra la lucha del mediocre púgil por mantener su dignidad pese a que todos le tomen como blanco propicio de sus burlas. Al final, y a base de mucha humildad y pundonor, Rocky acaba ganándose la admiración urbi et orbi, pese a perder el combate.

En fin, un gran colofón para una saga mediocre, pero que ofrece un repertorio de los más variado: absurdos, comedia, espectáculo, drama e incluso algo de buen cine.
Mis más sinceros respetos para Stallone.



2 comentarios:

  1. Estoooo... no me digas que compraste toda la serie para hacer ese experimento. Oh my God!!!

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  2. Bueno,en fin, existen los videoclubs y el clonedvd y el any dvd y esas cosas...

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