A veces creo que debería cambiarle el subtitulo a mi blog; quitar el muy general e impreciso “Otra forma de estar en el mundo” y poner en su lugar el más apropiado y descriptivo “El blog de cómics que nunca habla de cómics”. Y es que no es nada fácil hablar de cómics cuando no se leen demasiados. Y yo últimamente casi no leo ninguno: entre el curro, el cine y la literatura me tienen prácticamente sorbido el seso y todo mi tiempo. Eso sí, al menos tengo la ventaja de que cada uno que leo lo disfruto de forma especial, como si la falta de costumbre les añadiera un plus de disfrutabilidad (que palabra más bonita). Eso mismo es lo que me ha pasado con El viaje, de Edmond Baudoin, del que temáticamente no puedo decir que me parezca demasiado acertado, o incluso podría añadir que me desagrada francamente, y sin embargo el deseo de leer nuevamente tebeos me ha permitido dejarme envolver con facilidad por su singular atmosfera entre onírica, lírica y algo alucinada.
En El viaje Baudoin nos propone seguir las experiencias vitales de un ejecutivo parisino, casado y con un hijo, que sintiéndose apresado por la rutina y la monotonía de su vida cotidiana decide romper con todo y emprender un viaje de liberación. Por supuesto el viaje se torna pronto en un camino de hallazgos y descubrimientos, en un rosario de encuentros con personajes pintorescos, bellas historias y sucesos transcendentales que le permitirán alcanzar la tan deseada reconciliación consigo mismo y con su mundo. En definitiva, que la huida física se transforma inevitablemente en un viaje interior hacia lo más profundo, y por tanto lo más verdadero, de uno mismo.
Vamos, lo de siempre.
O lo de siempre en este tipo de obras con pretensiones existenciales que parecen poner en solfa las formas más convencionales del vivir y plantearse al tiempo modos alternativos a las mismas. Unas historias que hace unos años, cuando aun creía en la fantasía de la huída, en la posibilidad de escapar de uno mismo, me resultaban apasionantes pero que hoy día, perdida la fe, se me hacen un tanto aburridas y molestas. Y es que si se analizan bajo la fría y despiadada luz de la razón uno se da cuenta enseguida que todos esos modos alternativos de vida suelen condensarse siempre en una serie de tópicos y vaguedades que en verdad no dicen ni aportan nada. Por ejemplo, en el caso de Baudoin parece que las necesidades de liberación de su personaje se reducen al muy espiritual deseo de hacer el amor con cualquier desconocida (es lo primerito que hace en cuanto decide “liberarse”: preguntarle a la primera extraña que encuentra si quiere hacer el amor con él) y si acaso a vagabundear por ahí sin oficio ni beneficio. Pero es que además, por lo que se ve, para conseguir lo primero es condición sine qua non dedicarse con pasión a lo segundo: parece ser un hecho matemático, estadístico y también científicamente probado en laboratorios de todo el mundo que cuando se empieza a vagabundear todos quieren hacerse amigos tuyos, todas desean acostarse con uno al primer vistazo y además no tienen reparos, ni unos ni otras, ni hombres ni mujeres, en participarte de sus más íntimos anhelos como si te conocieran de toda la vida. Y si todo lo anterior es cierto, con más razón lo será que además te ofrezcan desinteresadamente alojamiento y comida gratis sin tener siquiera que pedirlo o dar las gracias. Algo que, mira tú por donde, a mí se me ha metido en la cabeza que no pasa con demasiada frecuencia en la vida real.
Y sin embargo...
O lo de siempre en este tipo de obras con pretensiones existenciales que parecen poner en solfa las formas más convencionales del vivir y plantearse al tiempo modos alternativos a las mismas. Unas historias que hace unos años, cuando aun creía en la fantasía de la huída, en la posibilidad de escapar de uno mismo, me resultaban apasionantes pero que hoy día, perdida la fe, se me hacen un tanto aburridas y molestas. Y es que si se analizan bajo la fría y despiadada luz de la razón uno se da cuenta enseguida que todos esos modos alternativos de vida suelen condensarse siempre en una serie de tópicos y vaguedades que en verdad no dicen ni aportan nada. Por ejemplo, en el caso de Baudoin parece que las necesidades de liberación de su personaje se reducen al muy espiritual deseo de hacer el amor con cualquier desconocida (es lo primerito que hace en cuanto decide “liberarse”: preguntarle a la primera extraña que encuentra si quiere hacer el amor con él) y si acaso a vagabundear por ahí sin oficio ni beneficio. Pero es que además, por lo que se ve, para conseguir lo primero es condición sine qua non dedicarse con pasión a lo segundo: parece ser un hecho matemático, estadístico y también científicamente probado en laboratorios de todo el mundo que cuando se empieza a vagabundear todos quieren hacerse amigos tuyos, todas desean acostarse con uno al primer vistazo y además no tienen reparos, ni unos ni otras, ni hombres ni mujeres, en participarte de sus más íntimos anhelos como si te conocieran de toda la vida. Y si todo lo anterior es cierto, con más razón lo será que además te ofrezcan desinteresadamente alojamiento y comida gratis sin tener siquiera que pedirlo o dar las gracias. Algo que, mira tú por donde, a mí se me ha metido en la cabeza que no pasa con demasiada frecuencia en la vida real.
Y sin embargo...
Y sin embargo, si nos hacemos los tontos y fingimos creérnoslo, si consentimos en entrar en el juego que nos propone Baudoin y despreocupados le seguimos la corriente, entonces el cómic se llena de poesía y de magia. Porque El viaje no es una obra pensada para disuadir y convencer al lector de la verdad de su mirada, no está concevida ni sirve como objeto de análisis de una realidad concreta; mas al contrario aspira a hacerle partícipe de la misma por la vía de la seducción, del encanto que soborna al subconciente y esquiva los filtros de la razón para ayudarle, por qué no, a soñar con lo que se encuentra más allá de lo creíble y lo sensato. Leída de esta manera, El viaje deviene en una experiencia estética muy gozosa que justifica sobradamente el tiempo empleado. Y por supuesto ésta, y sólo ésta, será la forma de lectura que tendré en consideración a la hora de valorarla.
Puntuación: 8
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