En efecto, en La casta de los Metabarones Jodorowsky da rienda suelta a todos esos excesos que se suponen patrimonio indiscutible del inmaduro mundo de los tebeos: universos imposibles repletos de seres extraordinarios, mujeres turgentes de medidas corbenianas, guerreros invencibles, tecnología hipermegasuperavanzada y mucha mucha violencia se dan citan en esta saga-rio con pretensiones de clásico que sin duda ha hecho y aun hará las delicias de los lectores adolescentes. Con pretensiones de clásico, digo bien, pero ojo, con pretensiones no del todo fallidas, porque además de contentar a sus lectores más jóvenes, Jodorowsky acierta a impregnar a la saga familiar de los Metabarones de esa especie de poesía teñida de crueldad y belleza que remite inevitablemente a la tragedia griega, a las sagas escandinavas, al drama shakesperiano, al novelón decimonónico o a las terribles sagas familiares de Faulkner, García Márquez o, por afinidad territorial, Isabel Allende.
Pues sí, hay sangre a raudales y violencia estéril y gratuita y atrocidades sin cuento y perversiones sin número, pero como digo no es precisamente de la literatura fantástica-juvenil-al-uso de donde bebe Jodorowsky, sino más bien de la inagotable fuente de los grandes clásicos, de esas historias más grandes que la vida que se alargan en el tiempo para dar a conocer los padecimientos y aguntias de varias generaciones y que se extienen por el espacio para llevarnos cogiditos de la mano al encuentro de la aventura y el prodigio allá donde se hallen. Y aunque es cierto que en los ocho álbumes que desarrollan el árbol genealógico de los Castakas hay lugar para los momentos ridículos, las contradicciones flagrantes, los comportamientos absurdos insuficientemente explicados o francamente injustificables, la verdad es que tomadas en conjunto estas fallas no tienen el mayor peso. Jodorowsky sabe desplegar aquí la estrategia narrativa del general que sin reparar en medios prepara a sus ejércitos para el largo sitio de la fortaleza a rendir; o la del boxeador que sabe que sus posibilidades de éxito pasan inevitablemente por desgastar a su contendiente en fieros asaltos que le permitan llevarse la victoria a los puntos; o la del narrador habilidoso que se gana la atención y la simpatía de los lectores a través de la paciencia, la acumulación y el exceso. Porque ese es el gran triunfo de Jodoroswky, el de apostar por el exceso sin pudor, sin miedo a ir demasiado lejos, sin hacer caso a las señales de advertencias que anuncian ese punto en el que el retorno ya no es posible, y hacerlo además con serenidad, con el temple y la confianza de quien sabe que, más allá de las apariencias, obra con justicia. Claro que si además quien obra a los lápices –tintas y colores- es Juan Giménez y sus maravillosas ilustraciones, todo resulta más sencillo y los riesgos son menos .
Vamos, que me ha gustado la serie.
Puntuación: 8
mejor el incal, claro
ResponderEliminarpero muy buenos
los metabarones,
¿o qué?
sobre todo si
comparas
con algún otro
pestiñaco del jodo
(alguien al fondo me lo sopla:
"megalex")
ah, pues eso
ya que vuelvo por aquí
ResponderEliminarofftopiqueo
cómo mola la plantilla
de tu blok
(como no lees mallas
o sí
pues no sabrás quién es
o sí)
sésamo calle
rula
***
shlm
Qué me vas a contar a mí del barrio, que lo poco que sé lo aprendí todo allí. SuperCoco rules.
ResponderEliminarSeguramente Habrá Lavadoras Mejores.
lchm shlm
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