Es curioso como hay algunos cómics que por más que te propongas reseñarlos en pocas palabras no puedes evitar acabar extendiéndote y extendiéndote y extendiéndote y extendiéndote y.... Son cómics que de entrada te obligan a plantearte más de una cuestión ya en su lectura, pero que según vas recapacitando sobre ellos estas sugerencias se multiplican, se desdoblan, se redoblan y terminan por hacerse incontenibles en el espacio de una minirreseña. Y claro después están aquellos otros que no te dicen nada ni a la de tres. Lo que no significa que te hayan gustado menos; simplemente no han conseguido presionar esa palanquita que activa el proceso de asociación de ideas tan necesario para escribirles una reseña en condiciones. Algo así me sucede con el Sandman Midnight Theatre, un cómic que me resulta agradable de leer, nada aburrido, bonito de ojear y todo lo que se quiera. Pero no me dice nada. Por más que le arrime la oreja. Lo único que se me ocurre decir de él es que merece la pena leerlo, que me gustan los personajes, que la ambientación es sugerente, aunque no sé exactamente qué es lo que me sugiere, que está más que correctamente escrito, que mola una barbaridad el encuentro de los dos Sandman -vamos, se me saltaban las lágrimas de la emoción- y que me encantan los colores, que deben ser, supongo, de Teddy Kristiansen, aunque tampoco os lo puedo garantizar porque no viene indicado en los títulos de créditos. Y si esto resulta de utilidad para alguien, pues enhorabuena. Y si no, pues bueno, ya sabéis lo que dice Sergio Ramos. A cambiar de canal.
Puntuación: 8
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