Nacieron al calor del mayor crecimiento económico producido en siglo pasado, quizá la primera generación de jóvenes que no se vió en la obligación de pasar directamente de los juegos de la infancia a las cargas y las responsabilidades que impone la vida adulta. Ellos llegaron en el momento justo para encontrar esa grieta por donde escapar a las ataduras de la pujante sociedad industrial y consumista surgida después de la Segunda Guerra Mundial; hallaron la pausa y el tempo necesarios para enfocar sus vidas en algo más que en ganarse el sustento diario. Frente a las generaciones anteriores, ellos tuvieron el privilegio de aspirar a ser creativos en lugar de productivos; pudieron abrir sus mentes en experimentos, casi siempre sin control, de drogas, sexo y música; tuvieron la fuerza y la valentía de enfrentarse y poner en jaque el sistema de valores heredados por sus padres. Y aunque desgraciadamente en el fondo fue poco más que un movimiento cosmético, otra moda estética más que nunca pudo alcanzar el estatus de verdadera revolución cultural, el legado hippie sigue siendo reivindicado en la actualidad por multitud de colectivos y movimientos y sigue ejerciendo un influjo fascinador en gente de todo el mundo. Por ejemplo, en mí.
Aunque reconozco que por temple jamás podría llegar a ser un hippie genuino, que no duraría ni medio fin de semana viviendo en una auténtica comuna hippie, lo cierto es siempre he sentido una fuerte atracción por el revoltijo de filosofías y valores que se cobijan bajo su sayo, especialmente en su vertiente antiautoritaria y de rechazo a la cultura mercantilista y productiva. Y esto es sin duda también lo que más me atrae del trabajo de Michael Wadleigh, Woodstock, tres días de paz y música (1970), el extenso documental que recoge en más de tres horas y media todo un muestrario pormenorizado de lo que fueron aquellos tres días históricos, tres días que seguramente constituyan uno de los puntos culminantes del movimiento. Sé que para recomendároslo me vale, y aun me sobra, con señalar la nómina de actuaciones que incluye el documental (Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Joe Cocker, Joan Baez, Crosby Stills and Nash, Richie Havens, Ten Years After, John Sebastian, Sly Stone, Sha-na-na, Carlos Santana), pero sinceramente lo que a mí me cautiva de verdad son todos esos elementos no estrictamente musicales que envolvieron al festival: la afluencia de una multitud masificada que desbordó por completo las previsiones y la capacidad logística y organizativa de los promotores; las formas espontaneas de convivencia que surgieron sobre el terreno; la relación, curiosamente de apoyo y colaboración, que se estableció con las fuerzas del orden y los lugareños; y por supuesto, el intenso clima de libertad y solidaridad que se apoderó de los asistentes. Ya digo, un documental fascinante. Y encima os lo dejo con subtítulos y todo. No sé que más se puede pedir (en tres partes):
Aunque reconozco que por temple jamás podría llegar a ser un hippie genuino, que no duraría ni medio fin de semana viviendo en una auténtica comuna hippie, lo cierto es siempre he sentido una fuerte atracción por el revoltijo de filosofías y valores que se cobijan bajo su sayo, especialmente en su vertiente antiautoritaria y de rechazo a la cultura mercantilista y productiva. Y esto es sin duda también lo que más me atrae del trabajo de Michael Wadleigh, Woodstock, tres días de paz y música (1970), el extenso documental que recoge en más de tres horas y media todo un muestrario pormenorizado de lo que fueron aquellos tres días históricos, tres días que seguramente constituyan uno de los puntos culminantes del movimiento. Sé que para recomendároslo me vale, y aun me sobra, con señalar la nómina de actuaciones que incluye el documental (Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Joe Cocker, Joan Baez, Crosby Stills and Nash, Richie Havens, Ten Years After, John Sebastian, Sly Stone, Sha-na-na, Carlos Santana), pero sinceramente lo que a mí me cautiva de verdad son todos esos elementos no estrictamente musicales que envolvieron al festival: la afluencia de una multitud masificada que desbordó por completo las previsiones y la capacidad logística y organizativa de los promotores; las formas espontaneas de convivencia que surgieron sobre el terreno; la relación, curiosamente de apoyo y colaboración, que se estableció con las fuerzas del orden y los lugareños; y por supuesto, el intenso clima de libertad y solidaridad que se apoderó de los asistentes. Ya digo, un documental fascinante. Y encima os lo dejo con subtítulos y todo. No sé que más se puede pedir (en tres partes):
un masaje no estaría mal o unas vacaciones pagadas jajajaja
ResponderEliminarYo sigo pensando que no puedes ser hippie, ya sabes lo que pienso de los hippies calvos...
Me parece muy curiosa la forma de ver la vida, me encantan los ambientes de cooperación, igualdad y solidaridad, pero no sé si realmente se respetan como venden. Estudié (sólo un año) de educación social y la gente era mucho de ese rollo, y sinceramente no he concoido a gente más trepa y arpía que aquella, buscaban su beneficio propio pisando a quien hiciera falta, por suerte cambié de carrera y en esta encontré todo lo que dices que te gusta de los hippies. Mi conclusión por lo tanto es que me encantan esos valores los tenga quien los tenga.
Por eso estás cerca de encantarme :P (te falta ser un melenudo rico)
Toda una declaración de intenciones. Y una muestra de tu actual estado de ánimo.
ResponderEliminarParece una autobiografía. Y una necesidad y petición de aire fresco.
Creo que ahora te sientes como yo me sentí, hace muchos años, cuando me largué del club.
En mi opinión, es una puñalada trapera, traidora y por la espalda que no te mereces.
Cuando das lo mejor de ti sin tener obligación de ello, simplemenete por puro placer intelectual, y un trepa envidioso, con afán protagonista, te pone zancadillas...
Un fuerte abrazo.
Creo Ana que aun alcanzo, aunque por los pelos, el volumen suficiente como para poder ser admitido en la "asociación internacional de hippies pero no tanto". Es lo que ya hemos hablado, al final estos movimientos se quedan en palabrería, buenas intenciones y mucha estética. Pero eso no quita que uno pueda seguir sintiendo una fuerte fascinación por los que llegó, o pudo llegar a significar.
ResponderEliminarPues sí Krugius, algo raro debe pasarle al muchacho, porque si no es muy difícil entender ciertas actitudes. Y no es que uno quiera darle mucha importancia, pero la verdad es que a base de insistir acaba haciendose muy molesto y uno termina, cansado ya, preguntándose qué necesidad hay de seguir aguantándolo. Y más cuando hablamos de una actividad con tan poca importancia como lo es participar en un blog. Anda y que le den.
¿Piensa ir mejorando este blog con nuevas aplicaciones? Que se vaya pareciendo a Letrinas (en lo técnico, no en el dueño-dictador) Me refiero, por ejemplo, a una ventana donde aparezcan los últimos post.
ResponderEliminarMe he leído todos tus artículos y he dejado comentarios en algunos, y da perrería ir hacia atrás.
Pues sería lo suyo Krugius, porque además he respondido religiosamente -de religión pagana, of course- a todos los comentarios. El problema es que cada plantilla tiene sus propias peculiaridades y la verddad es que aun no he dado con la tecla adecuada para que ésta aprenda a hacer lo que aquella hacia casi sin querer. Pero no perdamos la esperanza -menuda perdida la Esperanza- que es cuestión de minutos.
ResponderEliminarLetrinas lleva una semana moribundo. Si el innombrable rectifica, pide perdón y te ruega volver...¿qué harías?
ResponderEliminar¿Seguirás en el programa de radio? O también es propiedad de Don Falso Progre.
Hoy he visto a JuanFran con su mujer y tu sobri de 17 meses. Y a ti, me pareció verte, hace un par de meses, un sábado por la noche, cenando en un italiano muy bien acompañado.
No encuentro tu dirección de correo electrógeno. ¿Podrías mandarme uno de prueba a jlcruz65@yahoo.es? Tengo una foto de los manifestantes procrucifijos que lo vas a flipar. Salió de contraportada del HOY esta semana.
ResponderEliminarUn cuquilatinajo.