El hombre que acababa de morir torturado en las frías dependencias de un cuartel militar se presento ante Dios con el animo calmado, seguro de sí mismo. Había liderado una revuelta religiosa que con la fe y la palabra como armas trató una vez más de cambiar la faz de la tierra.
Dios, henchido de amor y bondad le dijo:
- Has honrado con tu vida todo mi ser. Has predicado y llevado mi palabra hasta los límites últimos de su esencia, mucho más incluso de lo que lo hiciera mi propio hijo durante su breve estancia en el mundo. Te has convertido en un hombre justo y sabio como ninguno antes lo haya sido. Por ello, serás, junto al hijo y al espíritu santo, parte de mi entidad.
El hombre colmado de sabiduría que años ante había alcanzado la verdad última, se fundió con Dios, y siendo Dios él también, le reveló la verdad. Y Dios, habiendo comprendido, se disolvió en el eterno vacío de la no-existencia.
- Has honrado con tu vida todo mi ser. Has predicado y llevado mi palabra hasta los límites últimos de su esencia, mucho más incluso de lo que lo hiciera mi propio hijo durante su breve estancia en el mundo. Te has convertido en un hombre justo y sabio como ninguno antes lo haya sido. Por ello, serás, junto al hijo y al espíritu santo, parte de mi entidad.
El hombre colmado de sabiduría que años ante había alcanzado la verdad última, se fundió con Dios, y siendo Dios él también, le reveló la verdad. Y Dios, habiendo comprendido, se disolvió en el eterno vacío de la no-existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario