¿Y el resto qué...?
sábado, 30 de diciembre de 2006
Me han readmitido en Tebelogs
¿Y el resto qué...?
miércoles, 27 de diciembre de 2006
La voz del fuego , de Alan Moore
Admirador confeso de la obra de Moore como soy, no me podía resistir por demasiado tiempo a la terrible tentación que supone leer La voz del fuego, la primera novela del autor ingles y que recientemente ha publicado Planeta en España. Y es que era mucha la curiosidad por descubrir cómo se desenvuelve este grande del cómic dentro de los márgenes y exigencias de la narrativa tradicional sin dibujos: comprobar el estilo de su prosa, la elección de la forma narrativa, qué estructura vertebraría su novela o la temática sobre la que versaría. Muchos interrogantes que bien merecen un ordenado análisis. Así que, como diría el propio Dr. Gull, vayamos por partes.1.-La prosa: ¿Sabe escribir Moore? Sabe escribir. ¿Escribe bien en La voz del fuego? No demasiado, diría yo. Lo confiesa el propio autor en la entrevista que le hace Raul Sastre con motivo de la publicación del libro y que se puede leer aquí; Moore quiere demostrar que sabe escribir y eso siempre es malo. El que sabe escribir, escribe, y el que no, se dedica a demostrar que sabe. En mi opinión la prosa de Moore es excesivamente recargada en algunos pasajes, excesivamente atenta a la descripción embellecida de paisajes y estados de ánimos. Algo que hecho con moderación no tiene nada de malo, pero que en exceso, como le sucede en algunos capítulos, llega a resultar incluso molesto. De todas formas, su nivel es cuanto menos correcto y no se le puede negar que la novela contiene también pasajes verdaderamente hermosos y de gran aliento poético. Como es el caso del relato dedicado al poeta ingles John Clare. Además hay que tener en cuenta que Moore adapta el estilo de su prosa a la época y condición del personaje que hace de narrador en cada relato. Así que algunos excesos verbales bien pueden ser justificados como exigencias de la narración. Aunque, sinceramente, mi opinión es que se tratan simplemente de lucimientos innecesarios.
2.- La estructura: Dividida en trece relatos independientes y autoconclusivos, sorprendéntemente es en la vertebración de la estructura de la novela, algo en lo que siempre se ha destacado en mundo del cómic, donde precisamente Moore se estrella con mayor estrépito. Y es que su novela se queda a medio camino entre la colección de relatos y la novela propiamente dicha, pero sin alcanzar a ser un buen libro en ninguno de los dos sentidos. Para haber sido verdaderamente una novela, como pretende Moore, le faltaría una trabazón más sólida que una las narraciones, que las interrelaciones y las haga entrar en conflicto, enriqueciéndose y matizándose mutuamente. Moore es consciente de ello -como manifiesta en la misma entrevista- y para lograrlo se encomienda a un último capítulo que el mismo denomina –y con razón- como suicida. En él se incluye a si mismo dentro de la novela y trata de esbozar una explicación de lo que sería la estructura secreta de su novela. Un intento desesperado que en mi opinión constituye un error casi imperdonable y que en ningún caso logra dotar a la novela de esa tan necesaria estructura que le de cohesión. Y es que esta fuera de lugar pretender explicar esta misma estructura: o existe, o no existe, pero querer explicarla... Lo adecuado, en mi opinión, hubiera sido que Moore enlazara de una u otra forma las distintas narraciones, de tal manera que fuera patente por si sola la razón que las une. Algo que esboza con algunas narraciones, pero que en global, y por más consciente que fuera Moore de esta necesidad, se acaba mostrando como insuficiente. Una verdadera lastima, pues un error de esta índole y tamaño echa obligatóriamente a perder por completo el libro.
3.- Las historias: Ya he dicho antes que la novela se estructura en trece relatos independientes que no alcanzan a ser ni novela ni colección de relatos. Y esto último no porque a las historias le falten interés en si mismas, ni muchisimo menos; muy al contrario Moore demuestra que es un excelente narrado y nos sirve un puñado de buenas narraciones con las que pone de manifiesto su dominio del ritmo y la tensión. Sin embargo la mayoría de estas parecen quedarse cojas y son difícilmente entendibles si no se consideran como partes integrantes de un dibujo global superior que las complete y dé todo su sentido. Ya digo, se quedan entre dos fuegos sin llegar a satisfacer ninguno. No obstante, la pericia narrativa de Moore las hace siempre amenas y muy entretenidas.4.-La forma: Por forma entenderé la estructura narrativa, no del libro en general, sino de las propias narraciones. En este sentido cabe decir que Moore se decanta por la utilización de su particular versión del monologo interior, dando lugar así a momentos muy curiosos, como sucede con la historia contada por un individuo de la prehistoria, que tan poderosamente recuerda aquel clásico monologo del retrasado con el que Faulkner iniciara El ruido y la furia. O francamente hermosos, como el muy poético monólogo de John Clare. En todo caso, la elección de este recurso narrativo exige casi siempre de una segunda lectura que permita alcanzar una plena compresión de las historias.
5.- El tema: La historia como calor, la historia como ficción, la ficción como causa fecundante de la realidad misma, el imaginario colectivo como parte integrante de la realidad de ese mismo colectivo. Es decir, los mismos temas que en Serpientes y Escaleras, From Hell, Promethea o El Día del Juicio. Los temas y obsesiones recurrentes en Moore. Pero esto ya lo esperábamos.
lunes, 18 de diciembre de 2006
Me han echado de Tebelogs
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miércoles, 6 de diciembre de 2006
Travesuras de la niña mala
Aunque no sean quehaceres incompatibles, no es lo mismo, ni muchísimo menos, escribir bonito que escribir bien. Es más, yo diría que generalmente un exceso de preciosismo es señal inequívoca de una escritura deficiente. Y sí no, que se lo pregunten al bueno de Vargas Llosa. Comparen su escritura con la de, por ejemplo, un Carpentier o un Asturias y podrán comprobar lo deslucida que queda. Y sin embargo, quién se atrevería a decir de él que escribe mal. Porque la verdad es que Vargas Llosas tendrá todos los defectos que se le quiera poner –incluida su diestra, y no por hábil, orientación política- pero es un narrador como la copa de un pino. Habilidad que demuestra sobradamente también en Travesuras de la niña mala, novela que de no ser por ella, por su capacidad narrativa, se hubiera convertido en uno de los fiascos más grandes de su carrera literaria. Y es que en Travesuras de la niña mala el escritor peruano maneja materiales altamente peligrosos de los que con gran dificultad es capaz de salir airoso: cuenta las peripecias vividas, a lo largo de más de medio siglo, por dos seres atrapados en la vorágine de un amor destructivo y denigrante, que sin embargo, y de maneras distintas, se necesitan y buscan constantemente, llegándose, incluso, a ofrecer breves pero muy intensos momentos de felicidad. Una historia repleta de truculencias sexuales que se pasea alegremente por la frontera de lo inverosímil y lo grotesco, pero sin llegar a caer nunca de lleno en estas. Vargas Llosa reflexiona así sobre esa otra cara del amor de la que nada nos contaros los románticos, pues poco o nada tiene este amor de romántico y sí mucho, en cambio, de cruel ejercicio de poder. Algo, en verdad, tampoco excesivamente novedoso ni inspirado. Pero el autor de Conversación en la Catedral sabe enriquecer la narración con el excelente retrato de los lugares y acontecimientos históricos en los que se desenvuelven sus personajes, de forma que a uno le queda la sensación de haberse paseado por el Paris bohemio de los 50 y 60 o por el Londres del Flower Power de los 70. Incluso por una Madrid en plena apertura a la modernidad en los primeros años ochenta. Además tampoco olvida hacer, como es habitual en el, la crónica de las conmociones políticas sufridas por su Perú natal en este mismo periodo de tiempo. El resultado es un libro profundamente ameno que engancha como un best seller, pero que al final, también como los best seller, deja cierta sensación de vacío. Y sin embargo, yo se lo recomendaría a cualquiera: de Vargas Llosa, aun en sus momentos menos inspirado, siempre se aprende algo.miércoles, 29 de noviembre de 2006
Jack el destripador de Rick Geary: a la sombra de Moore
Suele pasar en el mundo del arte que a veces aparece un genio que en vez de abrir posibilidades va quemando todos los puentes a su paso. Es lo que viene ocurriendo con el bueno de Moore en el mundo del cómic: después de su Watchmen es ya muy difícil pretender hacer superhéroes en serio sin que la inevitable comparación destroce inmisericorde el intento. Pero este tipo de obras no solo ejercen su influencia sobre lo que habrá de hacerse después de ellas; tampoco se salvan las obras anteriores. Es lo que le ocurre a Jack el destripador de Rick Geary: en otro tiempo, en otro contexto, pudo tener sentido; después del From Hell de Alan Moore, no. Y es que después del From Hell de Moore es posible que nadie en el mundo del cómic se atreva a tocar el tema en mucho tiempo.
A pesar de todo, el trabajo de Rick Geary es interesante y aporta una visión algo diferente a la del guionista de Northampton. En él, más que mostrasnos detalladamente la historia de forma directa, como hiciera Moore, Geary se centra en la ilustración del diario de un contemporáneo a los hechos interesado en los mismos. De esta forma realiza la crónica de la confusión y el desconcierto con las que se vivieron los crímenes, dejando en el aire la autoría y ampliando la nomina de candidatos. Pero aparte de esto, la verdad es que poco más puede aportar Geary que no haya mostrado ya Moore. Incluso en el apartado gráfico se ve superado por la labor de Eddie Campbell. Los dibujos, al igual que los de Campbell, tratan de recrear los clásicos de la época victoriana, pero el resultado es, en mi opinión, demasiado estático y aun más feísta que los obtenidos por el dibujante australiano.
En definitiva, una obra que puede leerse pero que al día de hoy carece de demasiada justificación. Cosas que pasan.
martes, 28 de noviembre de 2006
Del cine de antes, del buen cine
En fin, voy con ellas:
-La ruta del tabaco: La única comedia que le recuerdo a Ford (bueno, exceptuando El hombre tranquilo) y una de las películas, de entre las suyas, que más me ha impresionado. Un retrato de la miseria y la crueldad a la que se ven abocados aquellos que ya no son de utilidad para el sistema que esta casi a la altura de Las uvas de la ira y que a pesar de su barniz humorístico no esconde la dureza de su tema.
-Cautivos del mal: Posiblemente el mayor y mas completo retrato que el cine ha realizado sobre el cine. Una película en la que sobresale un guión que merodea la perfección, que no olvida ninguno de los estamentos que componen la industria (actores, guionistas, directores, productores, grandes y pequeños estudios…) y que en ningún momento es complaciente con nadie. Y todo ello sin renunciar a la tensión dramática y con un sin fin de homenajes claramente reconocibles. Sin olvidarnos, claro, de la dirección de Minnelli o de la interpretación de Kirk Douglas.
-Un tranvía llamado deseo: Si Ford es el mejor director de western, si Hawks lo es de aventuras, Wilder de comedias y Allen el mejor director de películas de Allen, Kazan se lleva la palma al mejor director dramático de la historia. Nadie ha sabido imprimir la intensidad asfixiante que este hombre imprimió a sus dramas. Y si no, vease Al este del Eden, La ley del silencio, Esplendor en la hierba o cojan este tranvía llamado deseo. Es verdaderamente admirable como Kazan es capaz de estar a la altura de la pieza de William y bucear de su mano por los límites mismos de la condición humana. Y de paso crear iconos de la fuerza de ese Brando descamisado.
-El tesoro de Sierra Madre: Antes he dicho que Hawks es el director de aventuras por excelencias. Algo en lo que me reafirmo, pero pidiendo disculpas al bueno de Huston. Y es que resulta muy duro negarle tal honor a quien dirigió obras maestras del genero como El hombre que pudo reinar o El tesoro de Sierra Madre. Aventura esta últimas sobre buscadores de oro de ritmo endiablado y que resulta toda una alegoría sobre la ambición y la búsqueda de la felicidad en los lugares equivocados. El final no lo desvelaré, pero para quien conozca la obra de Huston tampoco le será difícil imaginarlo.
-Pather panchali (La canción del camino): Bueno, esta no es norteamericana, pero no desmerece en nada a las anteriores. Una muestra ejemplar de cómo sin grandes medios, sin grandes decorados, sin actores conocidos (pero si muy buenos) y sin artificios de ningún tipo también se pueden hacer obras extraordinaria. Eso sí, se requiere una gran sensibilidad y un gran talento. Como el de Satyajit Ray, capaz de hacer interesante algo que nos puede resultar en teoría tan ajeno como lo son las gracias y desgracias de una pobre familia hindú. Y es que al final hay algo que siempre nos hermana con cualquier ser humano de cualquier recóndito lugar: las mismas pasiones, los mismos anhelos, las mismas ilusiones y decepciones que en el fondo nos convierten en ello, en humanos.
Pues hala, ahí queda eso, cine del bueno en reseña de la mala.
¿Y el resto qué...?martes, 7 de noviembre de 2006
La tumba de las luciérnagas, de Isao Takahata
Que levante la mano –o el pubis, que decían Martes y Trece- quien conozca a Isao Takahata. Ya me imaginaba yo que seríais pocos. Pues este señor tan desconocido acumula, entre otros, los meritos de ser el maestro del maestro Miyazaki, el padre de Heidi y Marcos y además, el director de esta autentica joya del cine de animación y del cine sin más que es La tumba de las luciérnagas: hasta tres veces consecutivas la he visto en el último fin de semana, del entusiasmo que me ha producido el film.
Y es que la contemplación de La tumba de las luciérnagas resulta un espectáculo tan conmovedor –ya digo, es del padre de Heidi y Marcos -como fascinante e hipnótico; cuenta las desventuras y miserias soportadas durante los bombardeos norteamericanos en la II Guerra Mundial por un hermano y una hermana japoneses de corta edad (unos catorce años el niño y unos cinco la niña) cuando quedan huerfanos (como Marcos) y se ven obligados a sobrevivir como malamente pueden. Sin embargo, tras este planteamiento tan poco atractivo –al menos a mi me lo parece- se esconde un film cuyas imágenes se cargan de poesía y son capaces de remontar alguna que otra caída innecesaria en el sentimentalismo y la ñoñería excesiva. Tanto que incluso a la hermana pequeña, que se pasa todo el metraje entre risas y lagrimas sin cuento (como Heidi), se le acaba tomando cariño. En este sentido cabe destacar la soberbia dirección de Takahata, que hace gala de un pulso narrativo verdaderamente envidiable, henebrando la trama a través de un ritmo sosegado y detallista que realza la belleza de sus imágenes.
Como cabe destacar también la música de Yoshio Mamiya, que se une a la fiesta con acierto. Además el film funciona también como un duro testimonio del precio que debe estar dispuesto a pagar un país por apuntarse a la locura de la guerra.
Una pequeña maravilla que todo el mundo debería conocer, aunque no es recordable para ánimos con tendencias suicidas; difícilmente podrán evitar el desenlace trágico.
¿Y el resto qué...?
sábado, 28 de octubre de 2006
Alfonsina Storni
LA CARICIA PERDIDA
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
martes, 24 de octubre de 2006
Scoop de Woody Allen
No es ningún secreto, o lo es a voces, que Woody Allen es mi director favorito, del que estoy dispuesto a defender casi cualquier película, por más mala que insista la crítica oficial en considerarla. Por ejemplo, a mi me encantan títulos como Sombras y niebla, Acordes y desacuerdos, La maldición del Escorpión de Jade, Todo lo demás, Septiembre o Melinda y Melinda; películas que jamás entrarán en el canon Alleniano y que sin embargo me parecen pequeñas maravillas, cada una a su manera. De todas formas, no me tengaís por fanático incondicional del director judío; también hay un tipo de film que no le soporto a Allen: aquellos en los que únicamente trata de hacer reír, sacrificando cualquier otro aliciente. Como en sus primeras películas, esos engendros del tipo de Bananas, El dormilón o Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar. Lista a la que tendré que unir desde ahora también esta Scoop. Aunque en verdad los defectos de Scoop sean de un tipo muy distinto a los de aquellas primeras películas. En su caso se trata más bien de la molesta sensación a película ya vista que inunda cada fotograma; de temas, tramas, giros, gracias y sorpresas ya gastados.
Aunque este es un defecto en el que se viene insistiendo desde hace tiempo, pues recordemos que hablar del agotamiento creativo del cine de Allen se ha convertido ya en un lugar común más frecuentado que el de la muerte de la novela, lo cierto es hasta ahora yo siempre había encontrado algo diferente en cada título, aunque fuera solo en cuestión de matices. Algo que no consigo con Scoop, con la que me declaro completamente incapaz de realizar tal hallazgo. La trama detectivesca guarda demasiados puntos en común con Misterioso asesinato en Manhattan; los personajes y escenarios recuerdan en exceso a los de la reciente Match Point –aunque con el sexo cambiado: ahora la arribista es ella y el rico él- y las referencias a la magia y al más allá parecen servidas directamente desde Sombras y niebla, Alice o La maldición del Escorpión de Jade.
Lo que la convierte en la primera película de Woody Allen en mucho tiempo a la cual no estoy dispuesto a defender.Y eso que cuenta con la actuación de la siempre sugestiva y estimulante Scarlett Johanson. Lo único que puedo decir en su favor es que tal a aquellos que no conozcan a fondo la obra del director neoyorquino no les resulte tan previsible y aburrida como a mí y hasta puede que sean capaces de disfrutarla con provecho. Afortunados ellos. Desgraciado de mi.lunes, 23 de octubre de 2006
Stuck rubber baby
Se preguntaban los filósofos de la época, tras Bien, vale, pero…¿qué tiene todo esto que ver con Stuck Rubber Baby de Howard Cruse? Pues muy sencillo: tengo la impresión de que en el mundo del cómic el equivalente a la fórmula: Holocausto judío = éxito de crítica y público es: Obra realista y/o socialmente comprometida = éxito de crítica y público. Es decir, obras como Stuck Rubber Baby, verbi gracia. Por ello confieso que inicié su lectura con la suspicacia de quien teme que las estupendas críticas recibidas estuvieran fundamentadas en cierta medida en esta misma razón. Sin embargo nada más alejado de la realidad: Stuck Rubber Baby es una de las novelas gráficas más sólidas y bien escritas que yo recuerde haber leído en mucho tiempo –y si mirais mis últimas reseñas podréis comprobar que últimamente he estado leyendo a Moore, Sacco o Sampayo- siendo, además, dentro del mundo del cómic de las pocas que por complejidad y profundidad funcionan verdaderamente como tal en todos los sentidos, es decir, como una auténtica novela. En ella Cruse recrea con minuciosidad la idiosincracia de ese sur profundo norteamericano que en la década de los sesenta, durante la era Kennedy, sufrió los violentos choques entre quienes lucharon en defensa de
los derechos civiles y la apertura a la modernidad y aquellos que deseaban perpetuar el estado de las cosas, bien en beneficio propio o bien en nombre de la tradición y la identidad –triste identidad- colectiva de un pueblo. Negros, gays, lesbianas o simplemente mujeres oprimidas se dan cita en las páginas de Stuck Rubber Baby para componer un hermoso canto a la libertad y a la diversidad de estilos de vida. Pero además, Cruse enriquece su novela gráfica contraponiendo a estas luchas colectivas los conflictos internos de un individuo que, más allá de la comprensión del resto de la sociedad, necesita, en primera instancia, lograr aceptarse en su verdadera identidad. Porque al fin y al cabo es precisamente ahí donde reside la clave del, en opinión de Borges, desmedido aprecio de nuestra sociedad por la libertad: sin ella es imposible manifestar y desarrollar la verdadera identidad, sin ella no se puede aspirar a descubrir esa forma de ser que es propia de cada uno, que nace de las vísceras, que es más fuerte que cualquier condicionamiento social o cultural y es condición sine qua non, en definitiva, para lograr la felicidad. Pues nada, que en mi opinión nos encontramos ante el que seguramente va a ser el mejor cómic publicado en España en este año 2006. Y todo eso a pesar de mis reticencias iniciales.
Puntuación: 10
miércoles, 11 de octubre de 2006
11 de octubre: Día del lector de La vida en viñetas
Por supuesto estoy un poco de broma, pues en rigor el día del lector son todos los días, que para eso está la sección de comentarios. Pero es que con toda esta guerra de blogs que se ha desatado en nuestro mundillo digital, se me ha abierto la curiosidad por saber si esto que yo escribo lo lee alguien y si existe tamaño incauto, que opinión le merece. Supongo que aquí vendría decir ahora eso de pedimos tu colaboración para poder ofrecerte un mejor servicio. Pero eso sería mentir –que vicio más feo y, como todo vicio, que imprescindible- así que la verdad es que lo pregunto simplemente por alcahuetear. Admito todo tipo de critica despiadada e incluso sin fundamentar. De todas formas, digais lo que digais, no voy a cambiar nada: esto es ya lo mejor que puedo hacer. O lo único que me sale.
Pues nada, que muchas gracias por adelantado para quien tenga la deferencia de saciar mi curiosidad. Y a los que no, que coño, gracias de todas formas: sí a mi en el fondo me da todo igual.
La solución perfecta
Con Narcóticos estrechando el cerco y las comunicaciones bloqueadas, a él se le ocurrió codificar la información en un relato sin sentido y pasarlo a través del concurso mensual de un foro de internet. La idea funcionó y a partir de entonces se convirtió en el procedimiento habitual.
Eso sucedió a principios de año.
Para abril el negocio marchaba viento en popa y a él le sobraba humor como para mejorar las historias y dotarlas de significado; fue así como en mayo consiguió sus primeros votos. Animado, en junio cuidó más su prosa; en julio incluyó algo de ironía y para agosto probó a sorprender con un final inesperado. Por esa misma época alguien se quejó de la creciente complejidad de las claves.
En octubre, por exigencias de la narración, decidió suprimir el lugar de entrega y variar la hora; se truncó la operación y le llovieron las críticas, pero la minificción funcionó y consiguió la mención honorífica.
Y al fin, en diciembre, el éxito; el relato comenzaba así: Había encontrado la solución perfecta…
¿Y el resto qué...?
martes, 10 de octubre de 2006
La revolución de los cómics, de Scott McCloud
lunes, 9 de octubre de 2006
ee cummings
Nadie, ni siquiera la lluvia...
Superlópez: de lo soso a lo lamentable
Ahora que Mortadelo y Filemón están en el candelero gracias a los furibundos ataques de los defensores de la moral, el orden, la fe en el único dios verdadero, la unidad por cojones de España, la explotación laboral, las guerras ilegales a cambio de petroleo, las paranoias de Federico Jiménez Losantos y una cuantas cosas más que evidentemente merecen ser defendidas, ahora me acuerdo yo, vete tú a saber por qué, de los tebeos de Superlópez. A decir verdad –que es a lo que se viene aquí-, sí sé por qué. Para mí ambos tebeos forman parte de una unidad inextricable dentro de la estructura de mis recuerdos infantiles. Así que no es raro que nada más oír hablar de los personajes de Ibáñez se me disparen los recuerdos también hacia la creación de Jan. Fueron descubrimientos paralelos y ambos participaban de esa forma de estar en la vida tan graciosa y tan castiza que se caracteriza, al contrario de lo que sucede en los cómic de superhéroes americanos, que también devoraba con pasión en mi tierna infancia, más por la irrefrenable tendencia a perder o a ser golpeado con generosidad y frecuencia que por ganar o golpear. Claro, que puestos a elegir, casi todos mis amigos preferían Mortadelo y Filemón. Son más descacharrantes, decían ellos. Yo, sin embargo, siempre preferí Superlopez. Sus aventuras, además de graciosas, me parecían eso, aventuras. Mortadelo y Filemón por su parte no pasaban, a mí entender, del conjunto de chistes vagamente hilvanados.
Así que no os podéis imaginar –tal vez sí, quién sabe- como disfrutaba yo con la lectura de El Supergrupo, o de La semana más larga y los despistes del inspector Hólmez, con Los cabecicubos, ese trasunto cuadriculado de lo que fue nuestra guerra civil, de las triviales batallas de los dioses en La caja de Pandora, o de los descabellados excesos de La gran superproducción. ¡Qué etapa más gloriosa! Y qué decepcionante evolución. Y es que a partir del Cachabolick Blues Rock, los tebeos de Jan bajaron de calidad de una forma tan alarmante que a mi se me hace muy difícil entender como es posible que el mismo autor que nos sirvió las obras maestras anteriores pudiera acabar por dejaronos pestiños tan insoportables como el Periplo búlgaro, El hotel Pánico o El asombro del robot. Realmente lamentable.
En fin, hasta aquí llega mi rehabilitación de Superlopez. No es un gran bagaje, pero algo es algo. De todas formas advierto que deje de leer sus aventuras, salvo esporádicas excepciones -o decepciones, como El gran botellón, hacia el número 31, exactamente con el insoportable El crack. Por tanto aun me faltaría por leer unos 15 volúmenes, es decir, que podría existir alguna otra aventura salvable. Pero eso ya que lo compruebe otro.
¿Y el resto qué...?lunes, 11 de septiembre de 2006
El Día del Juicio
Siguiendo un poco la estela y la recomendacion de nuestro carcelero digital favorito, Alvaro Pons , me he decidido, al fin, a dar cuenta de El Día del Juicio, el penúltimo acercamiento del genial barbudo al género de los superheroes … ¿O habría que decir mejor del no menos genial Rob!?. La verdad es que es difícil asegurar con certeza, tras su lectura, a quien se parece más la criatura; si a papa Moore o a mama –con perdón- Liefeld. Y es que si a Moore le basta con apenas un poco de oficio y las sobras de otros trabajos –como Watchmen o Promethea- para conseguir una historia muy por encima del estandar de calidad habitual, a Liefeld le es suficiente una sola página –cualquier página, eso queda a elección del lector- para mostrar y demostrar que él es el dibujante más dotado de la historia del cómic para esto de hacer pensar a los lectores: en obligarles a preguntarse en qué diablos piensa este hombre cuando compone una página, con qué parte de su anatomía realiza sus trabajos, o quién fue el sádico desalmado que le dijo a Rob! que sabía dibujar. Es tremendo comprobar como este genio sin parangón consigue dejar en los huesos, una a una, todas las ideas de Moore, cómo echa a perder cualquier atisbo de tensión dramática, como neutraliza la fuerza de todos los giros argumentales…. En fin, ya digo, un talento excepcional al alcance de muy pocos.Pero bueno, tratemos de obviar la evidencia y centrémonos mejor en el trabajo de Moore. Como ya indique antes, en esta su enésima vuelta de tuerca al genero de los superhéroes, el guionista británico, a medio gas, se vale de ideas ya ensayadas en otras obras para componer una historia que va más allá, como siempre pasa con él, de los limites que se le suponen a los superheroes. Y es que El Día del Juicio bien puede leerse en clave de repaso de la historia y evolución del genero, al estilo y forma de Watchmen, o bien, olvidándonos un poco de estos, entenderla como un estudio del poder del mito, la palabra y la imaginación a la hora de crear la realidad. Es decir, algo muy parecido a lo que ya venía insinuándonos en otras obras como Promethea o Serpientes y escaleras.
Por cierto, y hablando de todo un poco, me resulta curioso ese invento de un libro con todas las historias posibles, que tan poderosa e inevitablemente recuerda al libro de arena de Borges. ¿Habrá leído el de Northampton al de Buenos Aires? Apostaría a que sí.
De todas formas, aun siendo de lo más interesante que se puede leer dentro del género, no consigue alcanzar el nivel que todos sabemos que el ingles podría dar si se lo propusiera en serio. Nada, habrá que esperar a la lectura de Lost Girl para recuperar al mejor Moore. O a la anhelada conclusión de Big Numbers. O a la rocambolesca reedición de Miracleman. En cualquier caso, pertrechémonos de paciencia…
Puntuación: 7
viernes, 1 de septiembre de 2006
Billie Holiday
Supongo que cuando uno se decide a leer una reseña –no las mías, por supuesto, que ya he demostrado con generosidad mi incapacidad para ello- lo hace con la esperanza de encontrar alguna clave importante que le permita acceder a un entendimiento más profundo y verdadero de la obra reseñada. Pues bien, sí así es, vaya por delante la que yo considero como fundamental para entender lo que es esta Billie Holiday: Muñoz y Sampayo. Dos nombres y un equipo creativo que es sinónimo de calidad y humanidad y que nos ofrecen, una vez más, toda una lección magistral de lo que puede llegar a ser un cómic -ese vehículo expresivo que muchos quieren reducir a la categoría de simple entretenimiento para niños, adolescentes y adultos sin madurar- cuando se hace desde la inteligencia, la sensibilidad, la sinceridad y el buen gusto.
Billie Holiday es, obviamente, una biografía de la cantante norteamericana (ya, ya, ando fino últimamente); es además, como suele gustarle al tandem argentino, una denuncia de las contradicciones internas que asolaron y asolan al país de las libertades –según se autoproclaman ellos mismos, claro-, un país roto por las injusticias donde no todos los individuos tienen garantizados esos mismos derechos que su propia constitución les reconoce. No obtante, a mí me gusta más leer esta obra como una hermosa reflexión sobre la relación entre el artista –el ser humano- y su obra. Así Muñoz y Sampayo evitan hacernos el verso y pintarnos un retrato idealizado de la cantante; muy por el contrario nos la muestran tal cual fue: alcóholica, drogadicta, e incapaz de revelarse frente a los hombres más miserables que encontró a lo largo de su vida y a los que sin embargo amó ruinosamente. Una mujer a la que es imposible admirar antes de oírla cantar, tanto como no hacerlo una vez que se le escucha. Porque cuando Billie Holiday canta un poderoso torbellino barre y se lleva con él todas las miserias de este Ser en el mundo y en el tiempo para dejar sólo la esencia y la grandeza de lo que podría haber sido; acaso de lo que fue de una forma más profunda y verdadera. Porque sólo a través de la canción, sólo a través de su arte, esta mujer pudo encontrar una vía de escape y otra forma de manifestarse más allá de las estrecheces que las circunstancias azarosas y desgraciadas de su vida y su tiempo le impusieron. Tal vez, por esto mismo, haya más Billie Holiday en sus canciones que en todas las anécdotas de su vida. Y tal vez sea por ellas precisamente, y sólo por ellas, por lo que deberíamos recordarla.
Para mostrarnos este abismo entre el ser humano y el artista, Muñoz y Sampayo nos contraponen a los hechos de su vida, rememorados a través de la investigación de un periodista al que han encargado escribir un artículo por motivo del aniversario de su muerte, y que generalmente son de gran dureza y crueldad, los recuerdos dulces y agradecidos que de ella tiene el personaje insignia de estos autores, Alack Sinner, compuestos por pequeños cruces y grandes descubrimientos que sin duda hicieron más hermosa su vida – la de Sinner- y que engrandecieron también, aunque fuera sin saberlo y en la ficción, la de la cantante.En fin, bueno está, hay cosas peores en la vida.
Puntuación: 9
Las dos lecciones
Quin Shi Huang había aprendió una la lección: acaso lo que resulta bueno para una mariposa puede no serlo para un ser humano. Yo propongo otra bien distinta: hay que estar muy tonto para hacerle caso a cualquier bicho parlante que venga en sueños a revelarte nada.
jueves, 31 de agosto de 2006
Johnny Farrell ha muerto

¿Y el resto qué...?




















