viernes, 18 de abril de 2008

El zoo de cristal, de Tennessee Williams: palabras para Rose

Uno de los rasgos más reconocibles del teatro de Tennessee Williams es, sin lugar a dudas, esa especie de torrente de sensualidad y violencia casi animal que recorre soterradamente sus piezas, ese río de pasiones y conflictos siempre -si se me permite el abuso- al borde del desborde. Sucede con la tormentosa relación entablada por Stan, su mujer Stella y su cuñada Blanche en Un tranvía llamado deseo, y se repite en la intimidad conyugal de Brick y Marggie en La gata sobre el tejado de Zinc caliente, ambas repletas de ardores y reproches por igual. Pues bien, que nadie espere encontrar estos mismos ingredientes en el que fue el primer éxito teatral del dramaturgo norteamericano; El zoo de cristal se sitúa, por el contrario y por delicadeza y sensibilidad, en las antípodas, en el extremo más opuesto imaginable de lo que representan sus obras posteriores.

De la mano de los Wingfield, una humilde familia de origen sureño, Williams recrea dramáticamente el decadente y opresor universo familiar en el que se crió, un mundo endogámico y vuelto sobre si mismo que, incapaz de enfrentar el futuro con esperanza, vive anclado en el pasado y en el recuerdo de un esplendor ya perdido. Amanda, la madre, vieja señorona del sur, rememora constantemente la época en la que siendo joven era cortejada por una infinidad de pretendientes, acaso una forma de desagravio y compensación por su situación de mujer abandona por un marido “enamorado de las largas distancias”; Tom, el hijo, tras el que se oculta la figura del propio Williams, sueña con huir de este enclaustramiento y se refugia en sus inquietudes poéticas y en sus numerosas escapadas al “cine” (a mí no me la pega, nadie vuelve ebrio y a las tantas del cine). Por su parte, Laura, la hija, aquejada de una suave cojera y una brutal timidez, se evade de la realidad, siempre hostil para su sensibilidad extrema, cobijándose en la fragilidad de su zoo de cristal.

Una fragilidad que comparte ella misma y que la condena al autismo y a la soledad de un mundo propio hecho, como las figuritas de su colección, para ser contemplado y nada más, amenazado siempre con saltar hecho añicos al más leve contacto con el mundo real, con el mundo de las personas de carne y hueso. Una colisión que constituirá el acto central y el más hermoso de la obra: apremiado por Amanda, Tom invitará a cenar, con intención de presentarle a su hermana Laura, al joven Jim, un compañero de trabajo del que casualmente Laura estaba enamorada secretamente en sus años de instituto. Por supuesto el golpe inicial resultará demoledor para ella, incapaz siquiera de sentarse a la mesa a cenar con los demás. Ah, pero en una hábil maniobra de Amanda, ambos jóvenes terminarán compartiendo un precioso momento de intimidad en el que Jim, haciendo valer su carisma y sus innegables dotes sociales y hasta psicológicas, conseguirá que Laura se vaya abriendo lentamente y que por una vez en su vida pueda disfrutar con completa normalidad de su trato con el otro. Una escena bellísima que queda simbolizada en la ruptura del cuerno del unicornio de cristal, único rasgo que lo diferencia y separa de los demás caballos de la colección. Sin embargo este momento de plenitud no será suficiente para sacar a Laura de su aislamiento, porque en el fondo se trata simplemente de una pequeña tregua, tal vez un presente, un regalo ofrecido por el destino, y más que por el destino, por su hermano, pues no podemos olvidar que El zoo de cristal es en última instancia el sentido homenaje que Williams brindó a su hermana Rose (Jim llama cariñosamente Blue Roses a Laura), a la que, aqueja de trastornos psíquicos, le fue finalmente realizada una operación de lobotomía.

En fin, un dechado de sensibilidad y delicadeza que emocionará a cualquiera capaz de sentir emoción alguna.

4 comentarios:

  1. Un consejo: Para colgar musica de goear en el lateral, vete al vocabulario HTML y cambia los valores. Te indicará de ancho unos 360, puedes bajarlo perfectamente a 280 o 290 y así no se te verá tan desproporcionado en el lateral.

    Una coca light.

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  2. Muchas gracias por el consejo Eva. La verdad es que estoy haciendo pruebas y ciertamente no me acaba de convencer como queda la sección musical. A ver si así, como tú dices, la cosa queda mejor.

    Por cierto, no os impacienteis con lo del relato colectivo: prometo que para mañana, o el lunes a más tardar, habré cumplido mi compromiso.

    Una hora extra convenientemente remunerada.

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  3. Anda, el belloto se nos ha afeitado la barba!!

    Tienes otra opción para la música, que es boomp3. Los botones son más 'elegantes' que la franja que nos da goear. El inconvenient con boomp3 es que no hay tanta variedad pero siempre puedes subir tu propia música.

    Un café con leche.

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  4. Ya ves, Eva, me he puesto serio y he colocado una instantanea del mua en el curro -es rigurosamente cierto.

    A saber quién será el mangurrino que te ha llenado la cabeza de bellotos y belloteros. Mis sospechas tengo...

    De momento me vale con goear; queda algo recargado pero es pasable.

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