Siguiendo en parte la estela dejada por el Watchmen de Moore, Bjor Sturluson nos propone con su Brain World una nueva vuelta de tuerca al mundo de los superhéroes y nos presenta la historia de una utopía consumada donde los superhéroes lo son no por sus destrezas físicas sobrehumanas, si no por una capacidad intelectual no menos alejada de los parámetros humanos. Sturluson crea una Historia divergente en la que el concepto de superhombre evoluciona rápidamente, alejándose pronto de la idea infantil que lo relaciona con el exhibicionismo de unas proezas físicas que no sirven más que para ganar la admiración de la opinión pública, pero que en realidad no solucionan nada y que recala en la aparición de un tipo de hombre extraordinario que actúa desde el anonimato creando nuevas formas de pensamiento, valores, creencias y opiniones: creando, en definitiva, nuevos estilos de vida y nuevas formas de organización social. En este sentido, el superhéroe de Sturluson están más cerca del gurú, del filósofo o incluso del político que del aventurero clásico, romántico y desfacedor de entuertos. De hecho estos superhéroes jamás se nos presentarán ejerciendo la violencia.
La existencia de estos seres, con una capacidad analítica inmensamente superior a la de cualquier genio humano hasta entonces conocido, se traduce en un vertiginoso desarrollo del planeta que desemboca en la erradicación absoluta de la pobreza, en la desaparición de toda forma de tiranía y el reinado universal de la justicia. La tierra se ha convertido en un autentico paraíso automatizado donde los hombres no tienen ninguna necesidad de trabajar y pueden dedicar su tiempo a desarrollar sus capacidades físicas, intelectuales, afectivas y creadoras. Es un mundo que evoca claramente el ideal anarquista, donde no existe ninguna forma de autoridad y donde todos los miembros de la comunidad ejercen su plena libertad de forma responsable.
Sturluson nos pinta un auténtico mundo perfecto, un mundo feliz en el que, sin embargo, algo empieza a no funcionar como debería: el índice de natalidad ha decrecido de forma dramática y los suicidios colectivos están a la orden del día. Será este el punto de arranque a partir del cual, y tras la presentación de tan particular universo, se desarrollará la trama. Así asistiremos a las tensas reuniones de estos nuevos superhéroes que por primera vez en su existencia se sienten desconcertados y perdidos, incapaces de encontrar una explicación a los acontecimiento, y menos aun de darles solución. Veremos como su tradicional unidad salta hecha añicos, dando lugar a la aparición de diversas facciones con puntos de vistas sobre la realidad completamente contrapuestos e irreconciliables. La ruptura del consenso de las cabezas pensantes encontrará su reflejo en un aumento de la tensión y en una paulatina escalada de violencia dentro de un mundo que ha perdido su equilibrio y que parece dirigirse con paso firme hacia su final.
Es especialmente desoladora la conclusión final a la que llegan estos superhéroes intelectuales –y con ellos, Sturluson- cuando comprueban que al mismo tiempo que resurge la inestabilidad en el planeta se produce el incremento de la tasa de natalidad y desaparecen por completo los sucidios: con los conflictos generados por la situación caótica, la humanidad, vista en la tesitura de tener que luchar por su supervivencia, parece recuperar el gusto por la vida. Así, en una última reunión, los superheroes concluyen la urgencia de reinventar el mal, pues comprenden que este es un ingrediente indispensable e insustituible para alcanzar la felicidad humana.
La existencia de estos seres, con una capacidad analítica inmensamente superior a la de cualquier genio humano hasta entonces conocido, se traduce en un vertiginoso desarrollo del planeta que desemboca en la erradicación absoluta de la pobreza, en la desaparición de toda forma de tiranía y el reinado universal de la justicia. La tierra se ha convertido en un autentico paraíso automatizado donde los hombres no tienen ninguna necesidad de trabajar y pueden dedicar su tiempo a desarrollar sus capacidades físicas, intelectuales, afectivas y creadoras. Es un mundo que evoca claramente el ideal anarquista, donde no existe ninguna forma de autoridad y donde todos los miembros de la comunidad ejercen su plena libertad de forma responsable.
Sturluson nos pinta un auténtico mundo perfecto, un mundo feliz en el que, sin embargo, algo empieza a no funcionar como debería: el índice de natalidad ha decrecido de forma dramática y los suicidios colectivos están a la orden del día. Será este el punto de arranque a partir del cual, y tras la presentación de tan particular universo, se desarrollará la trama. Así asistiremos a las tensas reuniones de estos nuevos superhéroes que por primera vez en su existencia se sienten desconcertados y perdidos, incapaces de encontrar una explicación a los acontecimiento, y menos aun de darles solución. Veremos como su tradicional unidad salta hecha añicos, dando lugar a la aparición de diversas facciones con puntos de vistas sobre la realidad completamente contrapuestos e irreconciliables. La ruptura del consenso de las cabezas pensantes encontrará su reflejo en un aumento de la tensión y en una paulatina escalada de violencia dentro de un mundo que ha perdido su equilibrio y que parece dirigirse con paso firme hacia su final.
Es especialmente desoladora la conclusión final a la que llegan estos superhéroes intelectuales –y con ellos, Sturluson- cuando comprueban que al mismo tiempo que resurge la inestabilidad en el planeta se produce el incremento de la tasa de natalidad y desaparecen por completo los sucidios: con los conflictos generados por la situación caótica, la humanidad, vista en la tesitura de tener que luchar por su supervivencia, parece recuperar el gusto por la vida. Así, en una última reunión, los superheroes concluyen la urgencia de reinventar el mal, pues comprenden que este es un ingrediente indispensable e insustituible para alcanzar la felicidad humana.
Puntuación: 10
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