domingo, 19 de marzo de 2006

El gran botellón

No, pese al título de la entrada no pienso reseñar el comic de Jan, que, por otra parte, aún no he leido y posiblemente ya nunca lo haga; hace tiempo que perdí cualquier interés por las aventuras de Superlopez. Hoy, con la modestia que me caracteriza prefiero desvelaros las verdaderas cuasas de ese fenómeno ya viejo, pero que parece estar cada vez más en boca de la opinión pública: el botellón.

No deja de ser curioso la frecuencia con la interrogados al respecto los jóvenes suelen apuntar, como principal motivo, a la cuestión económica, como si el problema se redujera a lograr que se emborrachen a un precio razonable cada fin de semana y a ser posible con las comodidades de un local en lugar de la fría intemperie. Ciertamente algún problema se solucionaría así –de limpieza y orden público mayormente-, pero no creo que sea éste precisamente el meollo de la cuestión. Como tampoco parece demasiado sensato plantearnos la dicotomía entre botellón sí o botellón no. Después de todo el botellón no es otra cosa que una forma más, tan valida como cualquier otra, de la que los jovenes disponen para socilizarse y compartir momentos de ocio. Y supongo que nadie está en contra de su socialización. Tal como yo lo veo, es decir tal cual es la cosa en si misma, la cuestión verdaderamente interesante sería preguntarnos el porqué de que el botellón se haya convertido prácticamente en el único punto de encuentro entre ellos, por qué ha fagocitado a cualquier otra alternativa en las relaciones entre los jovenes. Acaso aquí sí que podamos encontrar la consecuencia verdaderamente grave del asunto: el éxito mayoritario y casi exclusivo del botellón está generando y pone de manifiesto un empobrecimiento en las inquietudes y hábitos de ocio de los mismos.

Pero, ¿a qué se debe esto? En mi opinión todo apunta al alarmante proceso de banalización que vive nuestra sociedad, al abandono irresponsable de valores e ideales de autoexigencia – la única forma de exigencia que me parece admisible y aun deseable- a cambio de una concepción de la vida puramente hedonista que no admite más obligación frente a uno mismo que la de la persecución y logro del goce. No nos debe sorprender por tanto si vemos a los jóvenes abandonarse a la comodidad de la diversión etílica mientras otras alternativas de ocio perfectamente compatibles, como pudiera ser el acercamiento a actividades culturales un poco más exigentes, son rechazadas casí como si se tratasen de ocupaciones vergonzosas. Por lo mismo que tampoco nos sorprende comprobar –y es otra vertiente del mismo problema- qué tipos de programas telepasivos se aúpan a los primeros puestos en los ranking de audiencia -algún día alguien debería estudiar las secuelas que dejan sobre nuestras neuronas la periodica contemplación de enjendros como Aquí hay tomate; para mi tengo por seguro que deben ser más nocivas que las del alcohol- , ni a que franjas horarias quedan relegados otros programas que se pretenden culturales. Porque seamos sinceros: tal cual esta montado el chiringuito, está claro que en el fondo lo que está haciendo la sociedad es poner toda la carne en el asador para asegurarse la generación de unos ciudadanos completamente acríticos, cuya única inquietud sea consumir lo más posible y , ya de paso, esforzarse por mantener o aumentar esta misma capacidad, o sea, en traducción simultanea, dispuestos a tragar con todo en el mercado laboral. Total, que si de verdad nos preocupa el problema del botellón, menos rollos bienintencionados y más mirar hacia aquellos otros lugares, aparentemente alejados del mundo de los jóvenes, que son quienes realmente se están beneficiando de su estupidización colectiva: mercaderes y burgueses (a que ya os estabaís imaginando a dónde quería llegar).

Ya va siendo hora de que de una vez por todas nos planteemos con seriedad el tipo de individuo que queremos que prospere en nuestra sociedad y que seamos consecuente con las medidas que sean necesarias para ello. O eso, o nos dejamos de tanta hipocresía y nos ahogamos alegremente en la tempestad que nos hemos empeñamos en sembrar.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Siempre he creído que en los colegios debería enseñarse a los niños a despertar su espíritu crítico, y a no creerse nada de lo que digan por la tele. Por desgracia, la tendencia es justo al contrario (esto es USA, o poco nos falta). La educación, que debería ser lo más importante de una sociedad, aquí parece que se lo toman a cachondeo.
    Con ese panorama, emborracharse parece la mejor opción, no me extraña.
    Y es verdad, lo que ha perdido Jan, con lo que ha sido...

    ResponderEliminar